Que Sánchez lo iba a intentar todo para permanecer en La Moncloa era algo que sospechábamos. Lo que no podíamos adivinar, por mucho que estrujáramos los cerebros, es que el inquilino presidencial desde hace un lustro, guardaba un as en la manga para el día de después de las municipales y autonómicas, una nueva jugada que ha sido capaz de eclipsar, comunicativamente hablando, los resultados de los comicios del domingo. Vamos que el 28M ha pasado a convertirse en el 29M, así de simple.
Tenemos elecciones generales el 23 de julio. De sopetón, sin respirar ni anestesia. Los vientos del triunfo de las victorias del Partido Popular, sobre todo, en la simbólica Madrid, pasaron rápido. El líder socialista ni tan siquiera quiso permitir que los magazines televisivos de la mañana terminaran con sus entrevistas a una exultante Ayuso, que casi ha completado ya su fructífero exterminio podemita, y convocaba a los medios de comunicación de forma misteriosa, a las puertas de su palacio residencial. Anunciaba, como a él le gusta rodeado de expectación el mejor alimento para su ego, que había decidido disolver Las Cortes y convocar elecciones generales el penúltimo domingo del mes estival por excelencia, julio.
Sánchez ya no sabe dónde buscar aliados para mantener su maquiavélico plan de continuar en el poder. Disimula y envidia en secreto a aquellos que, sin tanta parafernalia, se mantienen al frente de sus países décadas, sin necesidad, por supuesto, de recurrir al voto de los ciudadanos. En este caso, el responsable del Gobierno de España ha recurrido al mes el Patrón. El calor, las vacaciones, el despiste, el voto por correo… no conviene que el “que te vote Txapote” se traslade, en serio al papel y, por tanto, merme considerablemente y de manera casi definitiva, el desarrollo de su más que evidente megalomanía.
Sánchez pone, pues y de nuevo, a prueba a los españoles. Pero por mucha pillería de la que siga haciendo gala, lo de doblegar a un país entero después de cinco años de tortura será complicado. Tezanos ya no cuela.