La explotación de lapis specularis o espejuelo por parte de los romanos convirtió a la provincia de Cuenca en uno de los enclaves de actividad minera más importantes del mundo. Este tipo de yeso selenítico transparente se consideraba idóneo para usarlo como cristal de ventana y era muy apreciado como aislante ya que protegía no sólo del calor sino también del frío. El procurador imperial romano Plinio El Viejo da cuenta de la importancia de este mineral en la enciclopedia escrita en latín, Historia Natural, donde afirma que el lapis specularis de Hispania se localizaba en una extensión de 100.000 pasos romanos, unos 150 kilómetros, alrededor de Segóbriga en las inmediaciones de la localidad conquense de Saelices.
Este mineral de las tierras conquenses, que también era conocido como piedra del lobo, espejillo de asno, piedra de la luna o piedra de luz, era el de mayor calidad en aquella época. Lo describió como una piedra fósil en su mayor parte que forma un bloque compacto a modo de cemento con la propiedad de “dejarse cortar con serrucho con facilidad y en finas capas”. Las explotaciones eran de tal importancia para el imperio romano que, según los análisis isotópicos realizados hace unos años por la Universidad de Módena y Reggio Emilia, gran parte del lapis specularis que se empleó en Pompeya procedía de minas de la provincia conquense.
Las ciudades romanas de Ercávica, Valeria y Segóbriga formaban parte de la red de calzadas para transportarlo, durante los siglos I y II d.C, hasta el puerto de Cartagonova (Cartagena) y desde allí embarcarlo con destino Roma u otras zonas del imperio romano. En la actualidad hay contabilizados en la provincia de Cuenca alrededor de una treintena de complejos mineros de lapis specularis en las zonas geográficas de la Sierra, Alcarria y Mancha. Este preciado mineral está presente en: Segóbriga, Huete, La Frontera, Carrascosa del Campo, Campos del Paraíso, Torrejoncillo del Rey, Villarejo de Fuentes, Alconchel de la Estrella, Osa de la Vega, Villalgordo del Marquesado, Montalbanejo, La Hinojosa, Villaescusa de Haro, Belmonte, Villas de la Ventosa y Torralba
Los ayuntamientos quieren que el turista se acerque a conocer más en profundidad el lapis specularis y ofrecen la opción de visitar las minas de La Mora Encantada en Torrejoncillo del Rey; La Condenada y La Vidriosa en Osa de la Vega y Las Cuevas de Sanabrio de Saceda del Rio en Huete. Otro de los lugares destacados es la mina romana El Pozolacueva, que forma parte del complejo minero de Torralba, uno de los conjuntos más septentrionales de yeso especular de Castilla-La Mancha.
La Ruta del Cristal de Hispania.
La causa principal del crecimiento de Segóbriga se debió al comercio con el citado producto y fue un ejemplo del esplendor de las ciudades romanas. Muy pocos lugares en el mundo podían presumir de tener un teatro, un anfiteatro, templos, un foro, un aula basilical, unas termas públicas o un criptopórtico del foro y de la curia. El lapis specularis dio origen, hace unos años, al GR-163, que es un sendero que va desde Ercávica a San Clemente, cruzando la provincia de Cuenca de norte a sur y atravesando las comarcas de La Alcarria y La Mancha conquenses. La ruta, que tiene una longitud de algo más de 160 kilómetros, es conocida como El Cristal de Hispania, y permite conocer de cerca el patrimonio minero de la época romana.
Texto: Antonio Gómez.
Fotografía: Imagen de Las Cuevas de Sanabrio de Saceda del Rio en Huete. (Turismo de Castilla-La Mancha)