No se ha caracterizado la Diputación de Cuenca en estos últimos cuatro años, precisamente, por rehabilitar el rico y variado patrimonio de la provincia. Iglesias, conventos, murallas, palacios, como el de los Gosálvez, o castillos continúan su lento y constante deterioro. Sigue el paso del tiempo haciendo mella en estos monumentos y, con ello, diluyendo las posibilidades de ofrecer a los turistas que nos visitan, su número podría ser más ambicioso, una imagen de la provincia atractiva, que invite a volver y a seguir conociéndola.
Si ha habido un supercargo que ha tutelado todo, o más bien nada, lo que en torno al patrimonio conquense se ha hecho en esta legislatura esa persona ha sido el diputado y concejal Miguel Ángel Valero. Arqueólogo de profesión, los más optimistas esperaban que su sensibilidad hacia el cuidado de los bienes que nos rodean iba a ser mayor. Sin embargo, su mandato pasará a la historia por cuestiones tan poco afortunadas como el derrumbe del muro de la calle Canónigos en la capital conquense o el mamotreto de puente romano, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, de La Melgosa.
Con su salida de la política, al menos de la municipal y provincial ya programada desde que no figurara en la candidatura de la capital, Valero hacía público estos días, orgulloso, una convocatoria de subvenciones para recuperar patrimonio intangible en una quincena de pueblos de la provincia. Una limosna, y poco generosa, se antoja este desembolso de última hora, bien merecido sin duda alguna para los pueblos agraciados, pero, a todas luces, insuficiente. 40.000 euros en tiempo de descuento para todo el trabajo que aún queda por hacer, después de cuatro años de involución en este sentido no van a ningún sitio. Quizás tratándose de su despedida de la Diputación Provincial, Valero podría haber estirado algo más su generosidad, aquella que ha suplido desde que ha ocupado cargos públicos con una más que insoportable verborrea, sobre todo cuando se trataba de justificar su falta de acción. O sus meteduras de pata como con el mencionado puente de La Melgosa.
El patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros ancestros y transmitidas en el tiempo: tradiciones orales, usos sociales, rituales, festivos y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional, que proporciona un sentimiento de identidad, contribuye a la gestión del entorno natural y social, afirmaba el diputado Valero en nota de prensa. Obvio, cabría añadir.
Como decimos, palabras no faltan a Valero. Proyectos e inversiones a lo largo de toda la provincia, sí. Y muchas. A pesar de la más que manifiesta inoperancia de su gestión, cabe recordar, como así informaba el diario ABC en abril del pasado año, que el diputado/concejal se ha atribuido, nada más y nada menos, que el descubrimiento del yacimiento de Noheda. Así quedaba constancia en un artículo en el que se le veía, fotografiado y en calcetines, sobre el impresionante mosaico. Sin comentarios.
El patrimonio de la provincia de Cuenca continuará, mucho nos tememos, en la etapa de oscurantismo y dejadez en la que se ha sumido en estos últimos cuatro años. Después de ocho en los que la Diputación de Cuenca, de la mano del popular Benjamín Prieto convertía su recuperación en el buque insignia de la institución, aquellos que lo califican despectivamente como piedras seguirán descuidándolo y dejándolo caer. Y pretenderán contentarnos con una mísera operación de 40.000 euros. Sólo el coche del jefe de Valero cuesta el doble.
Texto: AGA
Imagen: Fachada de la Diputación de Cuenca