A veces en primavera pienso
¿qué me dio el otoño...?
¿ por qué deseo el otoño?
y ¿ por qué lo echo de menos,
si el verde inunda de verdes prados
y el sonido de los mirlos
acarician mi pensamiento?
A veces en primavera medito
y resuelvo que no fui hecho
para ese tiempo de lozanía;
lo mío es el silencio contemplativo,
rebuscar la senda entre las hojas
y devolvérselas a los árboles
en forma de versos.
Al otoño le debo todo,
y el alma misma le debe
el silencio paciente de la espera,
la huida hacia dentro
del propio cuerpo.
Al otoño le debo todo,
sentir la brisa bajo la alameda
y el aroma a humedad
que inunda mis campos sedientos.
Hablarle a él que nada espera,
y sin esperar algo de luz,
escapar de la condena
que corroe por dentro
al descontar la última hoja de mi sueño.
El otoño acaba con la última hoja
y sin ella no encuentro mis letras;
y la veo desprenderse
como jugando a saltar al vacío,
a lo más oculto de mi hoz profunda;
y la veo caer meciéndose, muy despacio,
al otro lado de mis lágrimas,
con la brisa de un lado a otro
y terminar naufragando
con mi espíritu por bandera
y mis sueños como amuleto.
El otoño se me acaba
cuando cae la última hoja.
soñadorderiscaspintandosueños
Texto: Eduardo La Parra González