El 14 de noviembre de 2019 Enrique Domínguez Millán recibió el Premio Glauka otorgado por la Asociación Amigas de la Lectura de Cuenca. Las palabras que le dediqué vuelvo a releerlas, y desde lo profundo del silencio de mi casa las lanzo allá donde esté, con todo mi agradecimiento y respeto.
En el principio era la Palabra -Sagradas Escrituras-
La palabra emerge del silencio, la palabra reclama silencio para construir la realidad, frente al ruido imperante. Palabras de verdad y silencio, estética humilde, gesto, mirada, silencio. Invocar la palabra y el silencio en tiempos lenguaraces, donde se devalúan las palabras, precisamente las imprescindibles para el diálogo y la convivencia; muchas veces palabras y lenguaje abaratados para el entendimiento necesario… Palabras y silencio para el entendimiento, la contemplación, la reflexión, la ley, la justicia, la plegaria, la imaginación, para el sueño… Del silencio brota la fuente del lenguaje, la fuerza de lo privado y lo sagrado,… La fuerza y el impulso de la acción de abrazar el mundo y su belleza. La verdadera revolución sería el fruto de la palabra y el silencio…
He seguido tus palabras por muchos de tus artículos que rezuman vastos conocimientos, experiencias y reflexiones oportunas, que nos hablan de tu generosidad por compartir y regalarnos esas pinceladas con las que nos transportas al pasado de Cuenca, nos paseas por sus calles y nos acercas a personas con ternura y nostalgia; pero también intentando dar una proyección de futuro… Gracias, Enrique.
Estos días he leído con especial atención tus poemarios Cantos de soledad y Barrio alto. ¡Cuánto amor destila tu obra!... Amor al mundo, amor a Cuenca… Quien ama su tierra, ama al mundo… Amor al amor… Y he sentido especialmente tus cantos de atroz soledad, de soledad devastadora; pero necesaria para profundizar en la palabra, siempre surgida de un luto antiguo, de la soledad y silencios necesarios para abrazar la Belleza y todo lo que significar el Vivir, incluso en el dolor encontramos la belleza y el palpitar de la Vida. Gracias por esa vida que nos das, con esa siembra de palabras, fármacos para soportar la vida… Sabemos que” vivir es delirar y hay un delirio divino que es el amor”- M. Zambrano- José Luis Sampedro nos dice en La vieja sirena, el verdadero amor nunca es culpable, el mundo le obedece, duele, retuerce, destroza quizás pero no ofende. El amor siempre es verdad y, si no, no es amor… Estar vivo es arriesgarse…
Glauka, Glauka… Te llamarás Glauka… Hazme como ellos, oh diosa, tú que los gozaste…¡Los he visto quiero ser como ellos! –clamaba su mente, su pecho, su cuerpo de piel y escamas… de nada me sirve la inmortalidad… Ellos ríen. Gozan. Quiero vivir como ellos, aunque lo pague con la mortalidad, con la erosión del tiempo… Lo pagaré. No me arrebates la vida… ¿Qué importa envejecer si se vive?... En el acto la sirena tuvo miedo y eso mismo le hizo comprender que ya no era inmortal, pues jamás una sirena se había sentido amenazada por nada… Descubría, en contraste con el ambiente acuático opalino, la sensualidad del aire, con las vaharadas del ciprés y de las rosas, del romero y de la sal marina, de la humedad y de la tierra seca… El mundo entero se había puesto en movimiento…Sentía el tiempo, flotaba en el tiempo, en el que todo se desvanecía… Glauka vivía…
Enrique ha tenido su Glauka, tiene su Glauka, en él vive su Glauka… en su Acacia, en sus Acacias… Y soñó:
Te he soñado en el aire de la tarde
cuando mueren las luces en poniente.
… Acosado de anhelos y nostalgias,
te he soñado en el aire.
… Te he soñado en el agua, en el espejo
del río, que, al pasar, se hace remanso,
alzándote entre juncos
lo mismo que una náyade flotante.
Pescador de esperanzas sin orillas,
te he soñado en el agua.
…
¿Qué quiso ser realmente Enrique Domíngez Millán? Hemos visto tu extenso currículo…, sus textos, su obra, Pero…El… nos dice:
Señor, yo soy aquel que, en vuelo anclado,
quiso erguirse a la altura, como un chopo.
… Quise, Señor, alzarme en mis raíces
sólidas de verdades subterráneas
y sobre ellas crecer, siempre hacia arriba
… ¡qué ardientes ansias
de abarcar horizontes sin fronteras!...
Ser chopo quise, chopo solitario
y gigante en la clave del paisaje
…¡Chopo siempre, Señor! Quise ser chopo
llevado de la fuerza de mi orgullo…
Han pasado los años. El dolor,
la experiencia, la lucha, el desamparo,
… me han hecho más humano y más pequeño.
… Hoy tengo mis ramas inclinadas a la tierra.
Soy un sauce, Señor, humilde sauce,
humillado ante Ti y ante los hombres.
… ya no tiendo mis ramas a las nubes,
…¡Un sauce soy, Señor, que solo sueña
Con besar amorosamente la corriente!
Gracias por todo, Enrique. Descansa en paz.
Texto: Amparo Ruiz Luján
Foto: Enrique Domínguez Millán y su esposa Acacia Uceta (Imagen cedida por Acacia Domínguez)