Es indudable que todos y cada uno de los municipios de Cuenca viven y sienten sus tradiciones como lo que son, un momento crucial para compartir sentimientos, devoción y reconocimiento a quienes, a lo largo de los años, las han mantenido vivas. Toda una responsabilidad, que duda cabe, el seguir formando parte de esa cadena y que lo que conlleva no se pierda.
Con especial emoción vivía este año la localidad de Carboneras de Guadazaón su Domingo de Procesiones. En la primera mitad de mayo, desde hace más de cinco siglos, la Santa Hijuela, con la sangre de Cristo, protagoniza esta solemne celebración. Para quienes quieran profundizar en la historia de esta festividad, la pasada semana, nuestro compañero Enrique Lillo nos deleitaba, en este digital, con un magnífico artículo sobre la reliquia.
Es bastante complicado transmitir y concentrar en unas líneas el acto que el magnífico Panteón de los Marqueses de Moya acogía hace una semana entre sus muros. La solemnidad de la celebración, oficiada entre otros sacerdotes, por el Capellán de la Casa Real, propiciaba que los asistentes pudieran sentirse testigos privilegiados de una conmemoración que, milagrosamente, ha sobrevivido al paso del tiempo, respetando lo que aquellos antepasados, un buen día, acordaron. Los alcaldes de varios municipios procesionaban, con bastones de mando incluidos, hasta ocupar su lugar en la celebración, dejándolos, previamente, en una mesa habilitada para la ocasión, ante el altar. En este apartado, en el por llamarlo civil, habría que mencionar de manera muy especial, al primer edil de Carboneras de Guadazaón, Carlos Arteche. Difícil encontrar un regidor municipal, por muy buenos que los haya y que los tenemos sin duda en Cuenca, que se preocupe tanto por su pueblo, que organice con más previsión y detalle las actividades que en él se realizan y que cuide a todos y cada uno de sus vecinos con la vocación de servicio público de la que hace gala Carlos. Nadie puede sentirse extraño en Carboneras. El alcalde, el primero, ya se encarga de ello.
Como decimos, la Misa que iniciaba el solemne día tuvo lugar en el Panteón de los Marqueses de Moya, un monumento situado al lado de la carretera que lleva al pueblo y que, por supuesto, no puede pasar, ni mucho menos desapercibido. La fatalidad hizo que a finales del pasado mes de abril un rayo cayera sobre el inmueble y lo dañara. Inevitable era el pasado domingo, a parte de admirar la impresionante construcción, lanzar alguna reojo furtivo hacia el techo y los laterales para intentar atisbar las secuelas de ese rayo.
Esta magnífica construcción volvía a la vida hace unos años, después de que la Diputación de Cuenca, de la mano del popular Benjamín Prieto, decidiera invertir en ella. El pueblo y sus visitantes tienen ahora el gran privilegio de disfrutar de ella, de poder imaginar su grandiosidad siglos atrás, cuando el paso del tiempo no la había deteriorado.
Una llamada de atención, pues a las administraciones. En el Panteón de los Marqueses de Moya de Carboneras de Guadazaón hay que seguir invirtiendo primero para que no continúe su deterioro y, segundo, para recuperar su esplendor. Y en este punto, absténganse, por favor, aquellas dirigentillas políticas, de la Junta de Comunidades para ser más exactos, que el Domingo de Procesiones se plantaron en Carboneras, sin sentir lo que se celebraba, me atrevería a afirmar y que luego, en sus redes sociales, en concreto Facebook, tenían la poca elegancia de alabar a anteriores mandatarias del pueblo sólo por partidismo e intereses políticos. En vez de deleitarnos con ese paripé, más le valdría a esta delegada provincial pedirle a su gobierno, Junta, y también al de la Diputación, dinero para salvar este majestuoso monumento. El resto de actitudes y de palabras, sinceramente, sobran.
Texto: AGA
Imagen: Interior del Panteón de Carboneras el Domingo de Procesiones