Hace ya muchos años, podría decirse que en mi temprana juventud, un profesor muy formado y muy experimentado afirmaba que una cooperativa nacía de una necesidad.
Y así debe ser, pues estas entidades jurídicas de carácter asociativo han resuelto muchos problemas a colectivos importantes de gente en situaciones complicadas, y normalmente desaparecen o entran en dificultades cuando la individualidad se basta para desarrollarse.
Otras circunstancias variadas que las hacen tambalearse suelen ser la aparición de oportunistas (de toda índole) que aparecen y sacan provecho del trabajo y del sacrificio de los asociados.
Cuando era joven, y después en mis primeros compases laborales en estas empresas, la ilusión, los sueños y los proyectos que en mi mente aparecían no encontraban límite en este tipo de entidades para lograr cualquier tipo de objetivo.
En el medio agrario y rural las dificultades son grandes para establecer un proyecto de vida seguro, rentable y duradero. El hecho es que por más que se critique a este sector primario, cada año disminuye la cantidad de gente que vive directamente y en exclusiva de la producción agrícola y ganadera.
El modelo cooperativo tiene diversas formas y posibilidades para dar respuesta a las necesidades de las personas, y en especial del sector primario como decía anteriormente.
Están las más conocidas cooperativas de manipulación, transformación y comercialización de productos agrarios. Esta suele ser la forma más común en la que el agricultor entrega su cosecha a la entidad y ésta la transforma y comercializa. Hay sectores como el del vino, en el que las instalaciones para la elaboración son tan complejas y costosas, que las pequeñas e incluso medianas explotaciones no tienen capacidad suficiente para hacerlo ellas mismas.
Las cooperativas de trabajo asociado en las que cada socio a su vez es trabajador en su entidad, lo que en teoría hace o debiera hacer que la eficiencia aumentase muchísimo. El hecho de ser dueño y trabajador a la vez parece que debe motivar lo suficiente para que los resultados sean excepcionales. Estas permiten abordar juntos tareas que de otro modo no serían posibles. Logran la dimensión necesaria para ejecutar proyectos inaccesibles para los socios individualmente. Estas podrían permitir a trabajadores sin tierra prácticamente, dedicarse a la actividad agraria explotando por ejemplo las fincas o parcelas que otros por haber elegido otro modo de vida no pueden y las entregan en aparcería o arrendamiento.
Las cooperativas de explotación comunitaria de la tierra es otra de las modalidades de cooperar en el campo y quienes no están al frente de sus explotaciones por sus diferentes dedicaciones, deciden ponerse de acuerdo para hacer de pequeñas y no rentables fincas, una empresa importante que con personal contratado pueden tener maquinaria de todo tipo y rentabilizar cada cual, pero conjuntamente su propiedad.
Las hay para compartir y así tener acceso a maquinaria, instalaciones e insumos que por sí solos no podrían disponer o hacerlo a precios asequibles. Se podrían llamar cooperativas de uso común de maquinaria y otros.
Las cooperativas de segundo y ulterior grado (normalmente de comercialización) que agrupan a varias para lograr mayores dimensiones y así poder desenvolverse adecuadamente en un mercado cada vez más competitivo y globalizado.
En ocasiones incluso algunas de estas entidades de las más grandes llegan a convenios con universidades y otro tipo de empresas u organismos de investigación para desarrollar proyectos de alto nivel que ayuden a mejorar sus producciones y facilitar en definitiva la vida de los socios de base.
Y al igual que juntos logran importantes beneficios en las diferentes fases entre la producción y el cliente final, también han sido pioneros en autofinanciarse mediante las clásicas y casi desaparecidas secciones de crédito que dentro de sus estructuras proporcionaban recursos propios y baratos para sus proyectos y modo de vida.
El potencial del movimiento cooperativo es tan grande e importante, que yo mismo, como muchos de los socios vieron en este modelo socioeconómico un modo de vida capaz de alcanzar cualquier meta que se planteara.
PERO, parece que siempre tiene que existir aquello capaz de terminar con tanto posible beneficio de unos trabajadores honestos que juntos superan todas las dificultades que el agreste medio donde habitan les proporciona.
Y son muchas las variantes conocidas de los obstáculos para este tipo de modelo. Normalmente el egoísmo vestido de muy diferentes formas. Y ello es precisamente porque el modelo es de gran interés económico. Es muy frecuente que un proyecto de este tipo prospere durante unos años y alcance metas significativas. Pues justo cuando esos logros se empiezan a materializar en beneficios, es cuando aparecen los oportunistas. No llegan cuando el trabajo es duro e incierto en los momentos de construcción del proyecto. Lo hacen cuando consolidado, pueden parasitarlo hasta puntos críticos de que llegue a desaparecer.
Son los especuladores, que infiltrados como socios, en forma de “gerentes” avispados, rectores o administradores aventajados que desvían la andadura de las sociedades cooperativas para de un modo u otro sacar provecho del modelo. Así encontramos al frente de estas entidades a gente del sector inmobiliario, directivos o agentes financieros, agentes del sector de la construcción, de empresas de obra pública, del sector industrial o comercial, del mundo de la maquinaria, etc. Es tal la variedad de posibilidades que “habitan” alrededor de los proyectos cooperativos, que sería interminable la enumeración de casos de “parasitismo” que impiden que el modelo logre los soñados frutos que aquel joven socio ilusionado visionaba trabajando en la convicción de que no existía modelo más eficaz y eficiente para el desarrollo del mundo rural.
Esta es la causa cierta que lastra las cooperativas de nuestra tierra, en este caso conquense, y les impide desarrollar una sociedad rural próspera capaz de asentar la población y ofrecer oportunidades para que el despoblamiento no termine con nuestros pueblos.
Sería bueno que los políticos pensaran profundamente en este hecho real que ha hecho que entidades importantísimas con una gran labor social en su haber, hayan pasado en su historia por una especie de montaña rusa con momentos álgidos y a continuación caídas que en ocasiones cuesta décadas recuperar las cotas alcanzadas anteriormente.
Más bien al contrario, algunos políticos de gran trayectoria en nuestra región vieron en estas estructuras cooperativas la oportunidad de lograr el voto del medio rural ofreciendo ayudas fáciles y cortoplacistas en lugar de desarrollo duradero. Recuerdo perfectamente a un consejero de agricultura subirse a una pila de pallets en la nave de una cooperativa que celebraba “el día del socio” para gritar sin sonrojo alguno que le pidiesen lo que necesitaban, que él se lo pagaba. Hasta ahí llega el cinismo de esta sociedad, o más bien el egoísmo de unos pocos que tienen como profesión “vivir de los demás” sin dar nada propio a cambio. “Otro gallo nos cantaría” en el medio rural si este PARASISTISMO que acabo de describir someramente no existiera con tanta crudeza.
Texto: Miguel Antonio Olivares
Sección: Guardián del labriego