Las proclamas, promesas, declaraciones y fotos en los medios de comunicación no son suficientes para convencer a los ciudadanos de que viven en el mejor de los escenarios posibles y, también, de que los actuales gobernantes responden con responsabilidad desde los cargos para los que fueron elegidos.
La capital conquense sigue sin dar la talla. Por muchos títulos que acumule, por innumerables proyectos que se forjen en el horizonte, cargados de millones de euros y de cientos de puestos de trabajo, habrá que verlo, lo cierto es que, en lo más elemental, en aquello que define una ciudad, en las distancias cortas, donde una urbe se la juega recurriendo a aquel famoso eslogan publicitario, Cuenca pierde y por goleada.
Vamos con un claro ejemplo. El pasado 23 de noviembre concluía el acondicionamiento del entorno de los ríos Júcar y Moscas en la capital conquense. El proyecto era concebido a finales de 2018 y en él se han invertido más de 2 millones de euros. Al preceptivo acto de recepción de estas obras acudieron para la no menos importante rentabilidad política a través de la también preceptiva instantánea, entre otros, el alcalde de la capital, Darío Dolz, la delegada de la Junta, María Ángeles Martínez y la subdelegada del Gobierno, María Luz Fernández. Sin complejo alguno, que para eso forman parte de la alianza socialista, las autoridades se citaban en el Bosque de Acero. Sí, el mismo recinto que va ya para 16 años paralizado y en el que se han invertido 7’7 millones de euros, ejemplo del sinsentido y del derroche. Pero esta es otra historia… Sacaban pecho las autoridades en sus declaraciones destacando que, con esta remodelación, los conquenses tendrían un nuevo lugar de esparcimiento por el que pasear y hacer deporte y, además, afirmaban que la zona ganaba en seguridad ante posibles crecidas de los ríos. Es cierto que, sobre todo los fines de semana soleados, es habitual encontrarse a deportistas, familias y domingueros en general disfrutando de un entorno del que todavía se podría haber sacado algo más de rentabilidad, que, esperemos, llegue algún día.
No pasaron ni tres semanas cuando las fuertes lluvias que cayeron en la capital provocaban el desbordamiento del río Júcar. La Policía Local cortaba el acceso a este recién inaugurado paseo, completamente inundado e intransitable. Ante el espectáculo que regalaba la crecida de las aguas, numerosos fueron los curiosos que se desplazaron al lugar para fotografiar y fotografiarse en el particular escenario. La mala suerte y las inclemencias meteorológicas regalaron a las instalaciones un, por llamarlo de alguna manera, curioso estreno. Las borrascas son incontrolables, pero en este punto y relacionado con los cauces de los ríos, siempre cabe formularse una más que recurrente duda, ¿su limpieza y acondicionamiento ha sido y es el adecuado en nuestra provincia?
Las aguas, transcurridas unas jornadas, bajaron y la zona recuperó su nueva normalidad, eso sí, aderezada con una más que considerable decoración de basura. La primera cuestión al respecto se centra en cómo y de donde pudo salir tanto desperdicio. Superado el impacto que ocasiona un paisaje arbóreo con innumerables plásticos colgando de sus ramas lo siguiente que acude a la mente de cualquier ciudadano de bien es confiar en que los mismos que acudieron raudos y veloces a fotografiarse en la inauguración de las obras tomarían, también con el mismo celo, las medidas pertinentes para limpiar el paraje de forma rápida.
Un día antes de Nochebuena, según recogía la emisora SER Cuenca, el alcalde Dolz se reafirmaba en la idoneidad de las obras llevadas a cabo en la capital por la Confederación Hidrográfica del Júcar, “para ensanchar el cauce del río a la altura del Bosque de Acero y poder así evitar inundaciones en zonas habitadas”, apuntaba. El primer edil se mostraba confiado en que, en una semana, el 31 de diciembre de 2022, se podría celebrar la tradicional San Silvestre en piragua, prueba que, finalmente, tuvo que ser suspendida dadas las poco seguras condiciones, tanto de caudal como de basura, que presentaba el río Júcar.
La realidad en la actualidad es la siguiente. Trascurrido un mes desde el desbordamiento, las riberas del río siguen ofreciendo un aspecto espeluznante, más propio de una película de terror que de una ciudad que tiene la obligación de presentar, ante propios y extraños, la mejor de sus imágenes. Cuenca, Patrimonio de la Humanidad, recién elegida referente gastronómico nacional e inmersa en la dura batalla que supone atraer al turismo y que negocios relacionados con esta actividad prosperen no puede permanecer impasible y resignada ante una obra que ha costado más de 2 millones de euros y que ahora destaca por lo fantasmagórico de su vegetación, cubierta de esos nocivos plásticos que siguen, transcurrido un mes, afeando y dañando el medioambiente.
¿Evitar unas lluvias torrenciales? Imposible. ¿Anticiparse para prevenir y paliar sus consecuencias? Una obligación de quienes se cobijan bajo el paraguas de los cargos públicos. Lo que se torna inconcebible es que un paseo recién inaugurado, en fechas tan señaladas como las navideñas, y sumando las jornadas posteriores, ofrezca una imagen tan desoladora. Por cierto, ayer mismo podía contemplarse a un grupo de voluntarios intentando adecentar este entorno retirando basura. Mucho mérito tiene esta iniciativa, pero claro, ellos solos no pueden...
Texto: AGA
Imágenes: Riberas del Júcar, en Cuenca, con basura colgando de las ramas de los árboles