Suele suceder que, cuando detectamos un problema, como sucede con los incendios forestales, este nos muestra lo que se suele decir la punta del iceberg, y el proceso que nos ha traído hasta aquí, suele tener las raíces muy profundas en el tiempo. Para resumir y ser concisos, aunque el asunto venga de más lejos, tomaremos como referencia algunos hechos que tuvieron su origen en los años cincuenta o sesenta, aproximadamente, del pasado siglo.
Por aquellos años se llevaron a cabo muchos trabajos de repoblación forestal; se prohibió que hubiera cabras en los montes y llegó, dice un amigo mío, la bombona de butano. También se produjo un proceso de emigración a las ciudades que, en pocas décadas, dejo los pueblos muy mermados de gentes. Otra medida no menos importante consistió en extremar el celo con aquellos que dejaban de sembrar las tierras en los Montes de Utilidad Publica, cuyas tierras pasaban a ser forestales cuando de dejaban de sembrar dos años seguidos.
Estos hechos aparentemente poco significativos, fueron la espoleta iniciadora del proceso. Las repoblaciones tuvieron un efecto perverso y, a mi juicio, bien calculado; por un lado, acostumbraron a la gente a vivir de un jornal, con unos horarios laborales y, al menos en apariencia, con mejor calidad de vida. Por otro lado, las tierras que se repoblaban, eran acotadas para la práctica del pastoreo, lo cual dio la puntilla y fue la última etapa de la decadencia de la ganadería extensiva. Cuando, algunas décadas después, los ganados fueron autorizados a pastar en las repoblaciones, ya era tarde, los pinos se habían puesto muy espesos y debajo de ellos no crecía la hierba, sólo había juma y algunos matojos que el ganado no aprovecha. La prohibición de tener cabras en la serranía coincide en el tiempo con las repoblaciones, pero, también con la creación de la Reserva de Caza y el Parque del Hosquillo, centro de la misma. No hay que ser un lince para comprender que todos aquellos movimientos formaban parte de un plan bien orquestado, mientras desaparecía parte de la cabaña ganadera y casi todas las cabras, los grandes herbívoros proliferaron protegidos por el distrito forestal, más tarde el ICONA y ahora las consejería de turno, pues, para despistar, creyendo que somos tontos, le suelen cambiar el nombre con cada renovación de gobierno. Con ello se ha sustituido una población rural que interactuaba con el medio de una manera sostenible, por otra cosa que ya se dirá. Estos grandes herbívoros han proliferado tanto que ocasionan grandes perdidas en agricultura y ponen en peligro la sanidad animal.
Si los hechos anteriores se pueden achacar a un plan, la llegada de la bombona del butano, que trajo comodidad y bienestar a los hogares, aunque, con su llegada, dejó de borbollonear el puchero de barro en el rescoldo del hogar y se dejó de gastar leña para este menester. Como decía la bombona es inocente, pues representa la avanzadilla de un progreso, con el cual llego la modernidad y otra forma de vivir con avances que todavía eran impensables y a los cuales también teníamos derecho, sobre todo las mujeres que, casi en exclusiva, además de los trabajos de campo, realizaban las tareas del hogar.
Resumiendo, yo diría que la emigración, ayudada con algunas desafortunadas decisiones políticas, iniciaron un proceso que trajo consigo el abandono de la Serranía. Se dejó de gastar leña, las masas forestales crecieron con el abandono de los rochos y con las repoblaciones artificiales (monocultivos). Por supuesto que hoy no vamos a juzgar el porqué de aquellas decisiones que se tomaron en un contesto histórico y en una España diferente a la actual, pero sí analizaremos otro día lo que sucedió después.
Texto: Vicente Caja Real
Sección: En roman paladino