La Opinión de Cuenca

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De los hombres libres de la Tierra de Moya

Opinión


Hombres libres de la Tierra de Moya lucharon en el siglo XV por su libertad contra el poder corrupto establecido. Una historia de ayer que podría ser actual.

Durante el reinado de Juan II la villa y su alfoz pertenecían a la corona; era así un lugar de hombres libres que vivían en un concejo de realengo con sus derechos, obligaciones y justicia ordinaria, con la promesa real que no serían enajenados a ningún señor que les llevase a convertirse en un territorio dependiente de un noble que aplicase sus particulares condiciones, diezmos y justicia, privándoles de sus derechos y libertades. En Valladolid, por cédula dada el 12 de octubre del año 1440, el rey la entregó a su hijo, el príncipe don Enrique, quien la tuvo algunos años para sí, continuando con la promesa de continuar en la Corona y no ser enajenada. Años más tarde, por cédula dada en Aranda el 25 de septiembre de 1448, la entregó a su consejero don Juan Pacheco, ya convertido en marqués de Villena, pero éste no se atrevió a tomar posesión de Moya como señor de ella, pues sabía de la enajenación y de cuan aguerridos eran sus habitantes en defensa de sus derechos.

Por cédula dada el día 12 de septiembre del año 1463, don Enrique ya convertido en rey, había hecho la donación de la ciudad de Moya a su Camarero mayor, don Andrés de Cabrera, por su intervención en la jornada de San Juan de Luz y Fuenterrabía donde se firmó el acuerdo de paz entre Francia, Aragón, Navarra y Castilla, pero al igual que sucedió cuando se le concedió al marqués de Villena no se llevó a efecto por no enfadar a sus vecinos. En compensación el rey le concedió 30.000 maravedís en alcabalas de la misma ciudad.

Ni el marqués de Villena, ni don Andrés de Cabrera tuvieron para sí la villa durante las donaciones reales que les hizo don Enrique, sino que los vecinos se resistieron siempre a su ocupación haciendo valer su derecho de no ser enajenados de la Corona Real. 

Aun así, sufrió la villa de Moya muchos asaltos, especialmente al tiempo de las revueltas de los nobles contra el rey Enrique IV, pero la empresa no era fácil, pues la villa estaba asentada en un escarpado cerro rodeada de murallas, donde se asentaba la población más noble, mientras el resto lo hacía en dos arrabales a las faldas de dicho cerro. Uno de los asaltos fue el que protagonizó el gobernador del Marquesado de Villena, Alonso Téllez Girón, que intentó escalar sus muros de noche; no pudo conseguirlo porque fueron rechazados por los vecinos, quienes hicieron numerosos prisioneros entre los asaltantes. Solo la magnanimidad de la gente de Moya pudo liberarles de la prisión, tras el pleito homenaje que les hicieron los liberados.

Después se produjo otro intento de su hijo que se apoderó de la fortaleza de Aliaga, cuyas ruinas todavía existen en un cerro al norte de Cristinas; dehesa de Aliaga que fue donada más tarde por los marqueses de Moya a los frailes dominicos del Convento de Santa Cruz de Carboneras. Los de la tierra de Moya sabedores de la toma de posesión indebida, le sitiaron allí, pero al poco llegó su padre y el Prior de San Juan en su auxilio; hubo combate y los de Moya mataron mucha gente e hicieron muchos prisioneros. Nuevamente, los vecinos les perdonaron y soltaron más tarde después de recibir el consabido pleito homenaje.

Posteriormente, Diego de Alarcón, señor de Valverde, junto con capitanes del marqués de Villena, trajeron escalas y pertrechos; venían 120 de a caballo y muchos peones, no consiguieron entrar en la ciudad, pero llevaron algunos vecinos como rehenes que cambió por dinero; se situó en su fortaleza de Veguillas y, desde allí, robaba y asaltaba a la gente de Moya. Un día tomó todo el ganado y prendió algunos vecinos; hartos los de la villa salieron y le hicieron frente desbaratando y matando a mucha gente de las huestes de Diego de Alarcón.

El maestre de Santiago, don Juan Pacheco y su hijo, don Diego López Pacheco, por hacer mal, informaron a los de Moya lo que hasta entonces no sabían, que el rey Enrique IV había entregado en secreto Moya y su tierra a don Andrés de Cabrera. Los del marqués de Villena les ofrecieron ayudarles contra ese privilegio real y, por otro lado, los entonces príncipes, don Fernando y doña Isabel, así mismo, les ofrecieron su ayuda contra los de Villena, pero los de Moya no se fiaron ni de unos ni de otros; el marqués de Villena les amenazó si tomaban partido por los príncipes; mientras el hijo de Téllez Girón tomó posiciones en el castillo de Narboneta que estaba derribado y comenzó a repararlo; los de Moya fueron contra él, pero en el marquesado se estaba preparando un pequeño ejército para ir en socorro del hijo de Téllez Girón, de manera que los de Moya consintieron en el socorro que les ofrecían los príncipes, toda vez que se habían cerciorado que el rey había incumplido la promesa que les hizo de no enajenar la villa cuando fue entregada a don Andrés de Cabrera. De este modo, don Juan Fernández de Heredia, hijo del señor de Mora, entró en Moya con 200 caballos y 500 peones, ocupando la ciudad en nombre de los príncipes con consentimiento de los vecinos; sucedió esto el 15 de agosto de 1473.

Gracias a los servicios prestados por don Andrés de Cabrera, por el acuerdo que firmó en secreto con Isabel y por su fundamental intervención durante la aclamación como reina, los nuevos monarcas ordenaron a Juan Fernández de Heredia que entregase la villa y fortaleza a don Andrés y doña Beatriz, renovando la merced que les hizo Enrique IV, añadiendo en el privilegio otorgado en Segovia, a fecha de 20 de febrero de 1475, los nuevos motivos de agradecimiento. 

Ese mismo año de 1475, el día 7 de noviembre, en la villa de Dueñas, los reyes les hicieron la merced y privilegio de nombrarles marqueses de Moya con el título de don y doña; aunque las crónicas y los historiadores informan que fue el 15 de julio de 1480 en las Cortes de Toledo, cuando en realidad sucedió cinco años antes de la fecha oficial.

Texto: Enrique Lillo Alarcón

 

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