El sector de la construcción, su buena salud, ha sido y es determinante para la economía nacional y, por supuesto, la provincial. Si los nuevos edificios están destinados a mejorar servicios y generar empleo, la iniciativa es más que bien recibida. Otra cuestión, que merece un análisis aparte, es la de la vivienda. La fiebre por la construcción de casas y pisos hace años propiciaba un ‘boom’ incontrolado de oferta, de precios excesivos que acabaron desmoronando el tinglado, regresando, con batacazo incluido, otra vez a los cimientos.
La imagen que acompaña a este artículo conduce a la reflexión, más que sobre lo que se construye, acerca de qué pasa con lo que ya tenemos y que va deteriorándose con el paso del tiempo. La empresa Mercadona avanza en sus nuevas instalaciones en la localidad de Tarancón. Se puede adivinar ya un recinto moderno, que garantizará trabajo y atraerá al consumidor con nuevas opciones. (En este texto tampoco toca hablar de las firmas que más han subido los precios de los productos, entre las que se encuentra, según la OCU, la compañía valenciana). Seguimos con nuestra fotografía. Al fondo podemos apreciar los tres silos de la localidad. Estas construcciones, junto con viejas escuelas, fábricas, estaciones de tren o casas históricas, por no hablar de las viviendas al uso, habitadas hace poco y ahora la mayoría en venta, forman parte, desgraciadamente, del paisaje de nuestros municipios. Un entorno que se retroalimenta con el desconsuelo que provoca el éxodo rural y que no ayuda, evidentemente a revertirlo.
¿Por qué desde las administraciones públicas no se busca uso a estos edificios históricos en mayor o menor medida? ¿Qué impide que se rehabiliten y se pongan a disposición, por ejemplo, de empresas y ciudadanos? ¿Tan faltos andamos de imaginación y de tan sobrados de desconsideración y reconocimiento de lo que han significado y de lo que representan?
Por centrarnos en el paralelismo de esta imagen (en ningún momento sometemos a debate la conveniencia de nuevas infraestructuras, aprovechamos para rescatar el debate del abandono de las que ya tenemos) recordamos que el pasado mes de julio dedicábamos unas líneas precisamente a los silos. Reclamábamos su importancia y belleza, por qué no, y aludíamos a las palabras de César Aitor Azcárate que los define en su libro como Catedrales Olvidadas.
Los silos eran algunas de esas arquitecturas solitarias y dispersas, siempre presentes y en general anónimas de la geografía de España. Así comienza el prólogo del arquitecto Francisco Mangado para el citado libro de Azcárate. También mencionábamos la existencia de un grupo de investigación que en su web silosygraneros.com se autodefinen como un grupo de investigación privado que promueve la puesta en valor de la histórica Red Nacional de Silos y Graneros de España mediante acciones para su documentación, valorización, conservación y difusión, considerando los contextos urbanos y rurales donde se inserta para promover proyectos de revitalización bajo nuevos usos adaptados a las demandas sociales actuales.
Denuncian el estado de la mayoría de estas infraestructuras por toda nuestra geografía todavía permanecen en el olvido de sus respectivas administraciones, generándose un proceso de ruina que en ocasiones ha venido acompañado del expolio o de ocupación ilegal. Es relativamente fácil encontrar casos de vandalismo (pintadas, restos de hogueras) colocación de elementos distorsionantes (antenas, rótulos publicitarios), establecimiento de vertederos ilegales en la parcela, etc.
¿Construcciones nuevas o antiguas? Ese no es el debate. Las primeras, por supuesto, y las segundas, acondicionadas e incorporadas a la actividad empresarial y social de nuestros pueblos. No es tan difícil.
Texto: AGA
Imagen: Construcción de la nueva superficie de Mercadona en Tarancón