Se viven momentos de gran incertidumbre en el campo en general pero en particular en Castilla La Mancha y quizás aún más en la provincia de Cuenca. Precisamente en una de esas que muchos políticos de “pacotilla” traen a la actualidad como consecuencia de su abandono y despoblación.
La agricultura de nuestra tierra conquense se caracteriza por ser una de las más pobres de nuestra España. Una de las más olvidadas. Y también a su vez una de las que dan lugar a productos de la mayor calidad. Asunto éste que los políticos no han sabido, o no han querido destacar durante tantos y tantos años. Era eso, la diferenciación por la vía de la calidad, lo que para muchos de nuestros productos hubiera sido el modo de hacerlos rentables al ser más atractivos en los mercados.
Es un hecho, ni lo han intentado sondear al menos, las condiciones ambientales duras dan lugar también a características en los productos que les diferencian del resto para bien.
En estas fechas vemos en los telediarios noticias tan tristes como que los ganaderos lácteos del norte dicen que está más cara el agua que la leche, ¡que ya es decir!. Mientras en los parlamentos se habla del sector primario como estratégico. Pero cuánta mentira tenemos que escuchar. Para éstos “predicadores, encantadores de serpientes” no hay otro comportamiento que la mentira. Son desconocedores de lo que significa la palabra nobleza.
Aquí en nuestra tierra tosca, dura y en muchas ocasiones desagradecida, también sabemos de todo esto. Lo bueno está desapareciendo, el ganado ovino extensivo se va reduciendo de forma drástica. Igual que los agricultores que del secano con 12 o 14 hectáreas (con viñedo, algo de cereal, un poco de ajo y “olivos para el gasto”) sacaban a su familia adelante con el apoyo de los hijos en fines de semana y vacaciones que hasta estudiaron para asegurarse un mejor futuro. Esos que no solo producían en estas tierras agrestes, sino que además cuidaban del campo.
Las “ovejas bomberas” (como dijo nuestro Presidente Regional) y los propios agricultores son quienes con su trabajo de la tierra y el de los pastores con sus rebaños hacían de estas llanuras manchegas un paraíso en medio de la aridez sin necesidad de tanto agente o guarda forestal, que seguro debieran tener como maestros a éstos trabajadores del sector primario que nacieron en las propias Quinterías y cuadras de ganado en los pueblos o incluso en mitad del campo. Nuestros políticos cuando tienen esas “ideas de bombero” debían pensarse mejor su auténtica labor. Y vaya por delante el máximo respeto por esos profesionales que se han inventado para corregir tanto desatino provocado por ellos (los dirigentes).
En el transcurso de los próximos diez años van a ser muchas las explotaciones que van a desaparecer. Sus titulares no tienen relevo generacional y a pesar de las subvenciones que les critican, y de la comodidad por la mejora en las condiciones de trabajo sigue siendo muy poco atractivo el sector. Esto provocará el abandono de las fincas o parcelas más pequeñas y menos rentables. Pero también se abandonarán algunas de las más atractivas por ser de regadío, por jubilaciones, falta de personal que las trabaje, etc. Por ello incluso la acusación que se les hace a los agricultores de esquilmar los acuíferos y otros recursos, dejarán de tener sentido. Simplemente desaparecerán y el fenómeno de la despoblación seguirá avanzando.
Son solo unos cuantos valientes los que a pesar de tanta “persecución” y falta de rentabilidad siguen haciendo explotaciones cada día mayores por eso de poder mecanizar y con la reducción de costes optimizar su maltrecha economía. Estos han orientado sus producciones a cultivos que aunque los precios no acompañan incrementan los rendimientos por hectárea y así compensan.
Pero ésta será menos la agricultura que a su vez cuidaba el medio, se les está obligando a ello. Aquella está desapareciendo y cada vez hay más parcelas abandonadas. Aquellas de las que se obtenía (como dice en un spot publicitario muy bonito del cocinero José Andrés) el oro líquido producido por los árboles.
Recuerdo cómo en los años setenta y ochenta había una reivindicación (yo entiendo que justa) que decía “la tierra para el que la trabaja”. La pena es que hoy por no haber hecho los deberes los políticos, sindicatos agrarios, quizás tampoco las cooperativas…, ya nadie desea la tierra como fuente de trabajo y riqueza. Ni nos han dado los medios para valorizar nuestros productos y se está más por la tarea de subsidiar y acomodar a la gente a las ayudas que además les ayuda a fidelizar el voto que les mantiene sentados en los despachos. Estamos en la cultura de la ausencia de sacrificio y esfuerzo. Esta situación entiendo que no podrá durar mucho y tampoco puede ser demasiado beneficiosa para recuperar la tan mencionada España vaciada.
Existe otro peligro, que es la llegada de capital especulativo de otros sectores que aprovechen los recursos que nos están obligando a abandonar y sin hacer bien las cosas esquilmen nuestro querido medio que nuestros “padres” cuidaron y nos dejaron prácticamente como lo recibieron. Éstos, si llegan, lo harán sin otra visión que la obtención del beneficio, y cuando los resultados no sean suficientes lo abandonarán sin ningún tipo de reparo o nostalgia.
Es cierto que en ocasiones se dice que no se vive de recuerdos o sentimientos, pero también hay que tener presente que sin valores como el trabajo, el sacrificio y el esfuerzo es difícil que una sociedad sea duradera.
Texto: Miguel Antonio Olivares
Sección: Guardián del labriego