Hoy celebramos San Isidro. Decenas de municipios en Cuenca rinden culto al Patrón. Procesiones, romerías y comidas campestres salpican una provincia que le debe casi todo, histórica y económicamente, al campo. Cultivos tradicionales se mezclan con nuevos intentos de diversificación, grandes cooperativas y empresas conviven con otras más pequeñas. Todas han sabido, con mejores y peores momentos, encontrar su hueco en los mercados, tanto nacionales como internacionales. El grado de profesionalización de la agricultura, como el de la ganadería, en nuestra tierra es asombroso. Nada se deja al azar. Sólo el clima y quienes deciden medidas como una subida de precios a productos y servicios esenciales, pueden hacer mella en una buena producción y comercialización.
Estos últimos meses están siendo especialmente convulsos para el primer sector, no sólo en Cuenca sino en toda España. Sobre todo los agricultores, y también ganaderos, han pasado de las palabras a los hechos y no han tenido más remedio que escenificar su descontento a lo largo y ancho de toda la geografía nacional, con el epicentro de sus protestas, eso sí, en la capital de España. Los tractores han dejado la tierra para pisar asfalto de ciudades y pueblos para recordarnos, principalmente, que el sustento que llega a nuestras mesas no comienza en una bandeja del supermercado. Si no es rentable mantener las explotaciones, ¿el abastecimiento está asegurado? ¿quien paga los sobrecostes, los agricultores o los consumidores? ¿Ambos? Mucho nos tenemos que los bolsillos, ni de unos ni los de otros, están para asumir más sorpresas desagradables en este sentido.
A nadie se le escapa la íntima relación entre la agricultura y ganadería con el mundo rural. Son actividades que no se pueden deslocalizar. Si van bien generan riqueza y empleo y, consecuentemente, alejan el fantasma de querer abandonar el pueblo o no tener opción de regresar. La capilaridad de los problemas del sector primario es evidente y en provincias como Cuenca indiscutible. Así, la adversidad común a la que el campo lleva años sometido, propiciaba hace dos meses que las tres grandes organizaciones agrarias, Alianza Rural, las cooperativas alimentarias, la federación de caza nacional, los ganaderos, pescadores y los criadores de toros de lidia se desplazaran hasta Madrid para hacerse ver y oír. Está comprobado que nada ha superado en eficacia, por el momento, a las imágenes de televisión y fotografías en periódicos, tanto en concienciación social como en reacción de los políticos gobernantes. Aparte de conseguir minutos y espacios en los medios de comunicación, no era para menos dado que desfilaron tractores, carruajes y animales como perros, burros o caballos ¿han conseguido los organizadores mejorar su situación? A un año de elecciones municipales y autonómicas y con un posible adelanto de las generales, ¿los gobiernos demorarán sus bazas y buenas intenciones para lo que llaman España vaciada hasta pocas semanas antes de los comicios? ¿repetirán sus promesas incumplidas?
Recordemos algunas de las peticiones que se hicieron visibles hace apenas dos meses en Madrid. Los organizadores abogaban por un mundo rural vivo y exponían el déficit de servicios públicos en el que se encuentra sumido (qué van a contar en Cuenca, con la eliminación de consultorios médicos o de transportes como el tren o los autobuses). También criticaban la insuficiencia de la PAC, los elevados costes de producción y, en suma, lo que definían como continuos ataques a la gente del campo.
El sentir de los asistentes a la última gran manifestación, la del 20M, bajo el lema juntos por el campo y la exposición de la situación que, en general, se vive en el mundo rural, fue bastante clara. Entre las demandas que recogía el decálogo bajo el que recorrieron el centro de Madrid se cuestionaba la ley de bienestar animal, la problemática del agua, el desprecio por la ganadería extensiva, la permisividad con el lobo y sus ataques al ganado o el abandono de la caza y sus beneficios naturales y económicos. Recordaban la constante falta de respeto a quienes se encuentran establecidos en el 84 por ciento del territorio español y a todas las personas que provienen de él, verdaderos guardianes y conservadores del medio ambiente y eje central para cualquier política que pretenda frenar la despoblación.
Pedían, pues, servicios sociales y sanitarios para el medio rural, planes de choque ante el incremento de los costes de producción del sector agrícola y ganadero, unas condiciones de contratación que permitan la temporalidad y estacionalidad relacionadas con el trabajo que genera, planes hidrológicos adaptados que aseguren el agua para el riego y garanticen la producción de alimentos. No podía faltar una exigencia de bajada de precios de las tarifas eléctricas que están ahogando al mundo rural, señalaban. También reivindicaban planes que permitan la incorporación a esta actividad de nuevos agricultores, una promoción de las actividades cinegéticas y además del agroturismo, como la protección, desarrollo y difusión de las razas puras.
Hoy, San Isidro, marca el comienzo de una etapa especialmente dinámica en las tareas agrícolas, pero, al menos de momento y transcurridos dos meses ya desde las manifestaciones, no se aprecian cambios sustanciales ni medidas encaminadas a apoyar y consolidar el sector. En Cuenca, el pasado mes de abril, se contabilizaban en las listas del paro 1.257 personas que demandan empleo en la agricultura. ¿Qué explicación tienen estas cifras en una provincia como la nuestra? ¿Qué medidas están tomando desde los gobiernos para que estas personas se incorporen a trabajar? ¿Cómo se forma y facilita a los jóvenes que emprendan en negocios relacionados con la agricultura? Tampoco ayuda mucho, en este sentido, la Reforma Laboral. En un reciente comunicado, la organización Asaja hacía públicas sus dudas advirtiendo que el Gobierno no ha aclarado aún qué contratos serán válidos, y cuales no, para trabajar en las labores agrícolas y en las diferentes campañas.
La luz y el combustible siguen disparados. Los descuentos en éstos últimos se acercan más a una tomadura de pelo que a un alivio real en las sufridas economías de la sociedad en general y de los agricultores en particular. Y nada más. La vida sigue igual o quizás peor… Las paredes de los despachos en Madrid, Toledo o Cuenca impermeabilizan a quienes los ocupan y les aíslan de la realidad que soporta el sector. Hoy habrá que rezar con especial devoción al Santo. Tiene mucho que bendecir y, sobre todo, conciencias que remover.
Texto: AGA