La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

El honor de los Garnica (I)

Historia


Don Jorge de Mendoza, joven de 18 años, se presentó un veintinueve de septiembre de 1593 en la villa de San Clemente; seis días después a las nueve de la noche se casaría con María, la hija de Juana de Valderrama, viuda de Hernando de Avilés, que vivía en la ya entonces llamada plazuela de Astudillo. Provisto de un mandamiento del provisor del obispado de Cuenca que autorizaba su casamiento con la hija de Juana, María de Garnica y Avilés, estaba dispuesto a formalizar en contrato matrimonial lo que sin duda eran auténticos sentimientos de amor hacia la joven, mezclados de la fogosidad  propia de la edad. La familia del joven, marqueses de Mondéjar y Grandes de España, era, por supuesto, desconocedora de lo que estaba pasando aquella noche en la lejana villa manchega.

El matrimonio se celebraría, siendo el sacerdote oficiante el doctor Tébar. Don Cristóbal de Tébar es conocido como el cura que fundó el Colegio de la Compañía de Jesús en la villa de San Clemente, pero cada vez que nos aproximamos a su figura, nos aparece como un hombre muy comprometido con su tiempo, y con los bienes materiales. El día que casó a los dos jóvenes enamorados, Jorge y María, no se encontraba en la mejor situación en la comunidad eclesiástica. Dicho sin rodeos, el doctor Tébar se encontraba excomulgado por un asunto turbio relacionado con la administración de las rentas eclesiásticas.

La familia Mendoza no estaba dispuesta a aceptar un matrimonio que, por la condición de los contrayentes, era, en palabras de la época, de gran disparidad:  no era imaginable que un joven emparentado con los Grandes de España casará con la hija de un hombre pechero y llano y una humilde mujer, cuya nobleza no era pareja a su posición social. Además, en el pueblo estaba presente el corregidor don Juan de Benavides y Mendoza, dispuesto a desbaratar tal despropósito matrimonial, actuando como confidente de los Marqueses de Mondéjar, e intentando con su actuación legal invalidar el matrimonio, asumiendo el papel de un actor más, implicado en este vodevil. Tal como comunicaba el corregidor al Marqués de Mondéjar el día 9 de octubre de 1593, en su apreciación, el matrimonio de los dos jóvenes era una confabulación de curas emparentados con los Garnica y los Oma:

El día de San Miguel que se contaron 29 del pasado vino a esta villa (de San Clemente) don Jorje de Mendoza, hijo de Yñigo López de Mendoza en compañía de un Gaspar de Garnica, vezino della, el qual a lo que yo he podido alcançar le deuió de engañar y persuadir con sus deudos a que se casase con una hermana suya y para haçerlo ganaron liçençia con secreto del probisor de Cuenca para desposarlo como lo hiçieron sin que se hiçiesen las amonestaçiones que manda el Santo Conçilio y ymagino que ayudaron a este negoçio que tan mal a pareçido en esta tierra: en Cuenca el dotor Martín de Garnica, canónigo, y aquí el dotor Tébar, cura desta villa, y Tristán de Pallarés, clérigo, por ser deudos y amigos

El corregidor ampliaba la trama denunciando a Antonio de Oma Zapata, primo hermano de la viuda Juana de Valderrama, que por entonces vivía en Belmonte, bajo la protección del marqués de Villena. Asimismo, informaba que había mandado encerrar con grillos en la cárcel de la villa al principal inductor del matrimonio, Gaspar de Garnica, hermano de María, mientras que mantenía en arresto domiciliario a la novia y a su madre. El joven don Jorge de Mendoza quedaba confinado en la casa del corregidor a espera que se aclarasen los hechos.

A pesar de las diligencias del corregidor, el matrimonio se consolidaría y María de Garnica y Avilés, quedaría convertida en la esposa de don Jorge Mendoza, futuro marqués de Agrópoli desde  1617. Su hermano, Gaspar de Garnica, superando el amargo contratiempo de la prisión, llegaría a ser prior y canónigo de la catedral de Santiago y consultor de la Suprema del Santo Oficio. El doctor Tébar se convertirá en benefactor de la villa con su legado jesuítico y los Oma volverían desde Belmonte a su villa natal de San Clemente para convertirse en una de las principales familias del pueblo.

Don Jorge de Mendoza, era hijo de Iñigo López de Mendoza y natural de la villa de Uclés.

Había conocido a María de Avilés a través de su hermano Gaspar de Garnica, que estudiaba en Alcalá de Henares junto a Jorge de Mendoza. Se había presentado en la villa de San Clemente el 29 de septiembre, pero aún esperaría hasta el cinco de octubre para casarse con doña María de Garnica y Avilés. Los días que transcurrieron entre las dos fechas los aprovechó para obtener mandamiento del juez ordinario del obispado de Cuenca, doctor Rueda, que le autorizara al casamiento. Alegaba don Jorge que no podía esperar a las tres amonestaciones preceptivas, porque sus deudos se opondrían maliciosamente al matrimonio si se alargaban los trámites. Conseguiría la licencia del matrimonio, condicionada a que no cohabitase con la novia hasta no cumplir con las necesarias amonestaciones, relegadas al momento posterior del acto sacramental. El mandamiento del provisor ordenaba al doctor Tébar celebrar el matrimonio, que se aseguró bien de guardar las formas, examinando a los testigos, Antonio de Oma Zapata y Gaspar de Garnica, advirtiendo, o eso decía, a los novios de la disparidad de condición social,

que mirase que era noble y generoso, que podía ser uno de los grandes de España y que todas estas calidades le faltaban a la dicha doña María de Avilés de su libertad para contraer matrimonio y de evitar la cohabitación de momento y asegurándose que la ceremonia matrimonial fuese pública, abriéndose las puertas de la casa de doña Juana Valderrama. que los matrimonios no se hacen a puerta cerrada sino muy abiertas y que lo sepa Dios y todo el mundo y no solamente los de los aposentos, sino los de la calle y llamen testigos e ansí luego mandó abrir las puertas

Es de destacar la premura con la que el corregidor iniciará las averiguaciones, desde el mismo momento del casamiento; pero también la celeridad, 20 de octubre, con la que el Consejo Real pide le sean remitidos los autos del corregidor e inicie informaciones de testigos para saber lo acaecido. Pronto las tomas de declaraciones dejan bien definidos dos bandos en el pueblo. En el primero, se sitúan los Garnica, los Oma y el doctor Tébar, junto a otras figuras menores del momento. Enfrente, los vecinos principales del pueblo se ven obligados a tomar partido a favor o en contra del cura. El número de enemigos era mayor que el de amigos.

La declaración tomada al doctor Tébar por el corregidor Juan de Benavides fue agria. Intentaba demostrar el corregidor el poco celo religioso del doctor Tébar, que había celebrado el santo sacramento, estando excomulgado, con testigos que eran parientes de la novia y del propio cura, de modo secreto: ¿Cuántos testigos pasaron al abrir las puertas?, preguntó con malicia el corregidor. El doctor Tébar se negó a contestar y a firmar su declaración. No se detendría el corregidor, que inició una serie de declaraciones para demostrar que el cura no era quién para celebrar un matrimonio estando excomulgado.

El corregidor tomaría declaración al sacristán de la Iglesia de Santiago, Millán Martínez, que, con apenas un mes en el oficio, reconocería saber de la excomunión del cura Tébar. A continuación, se consultó en la iglesia la tabla de memorias donde se asentaban los nombres de los excomulgados; allí aparecía el nombre del cura junto a otros vecinos, socios y fiadores suyos, con la fecha del 25 de septiembre como día de la excomunión. Desde esa fecha tenía prohibido decir misa y administrar los sacramentos. La excomunión por el ordinario de Cuenca tenía su origen en la irregular administración de las rentas eclesiásticas, que había dejado de ingresar en el obispado de Cuenca. Curiosamente, algunos de estos fiadores, ligados al mundo converso, aparecen también como aliados del cura en el expediente promovido contra su sobrino el licenciado Herriega quince años después. Entre ellos, Francisco Carrera, padre del dicho licenciado, o Miguel Cantero. El escribano del ayuntamiento Martín de la Cámara daría fe, que un hombre de Cuenca abía venido e traya un braço seglar contra el dicho doctor Tébar. Los testigos, sacristán y socios, reconocerían lo que había negado el cura: el doctor Tébar no sólo no decía misa, sino que tenía prohibido acudir a ella. El corregidor, demostrada la incapacidad del cura para administrar el sacramento del matrimonio, iniciaría su particular Cruzada.

AGS. CRC, 434, 7. El corregidor de San Clemente, Juan de Benavides y Mendoza, contra Jorge de Mendoza, hijo de Iñigo López de Mendoza, y María Garnica Avilés, porque se casaron sin amonestaciones. 1593

(Continuará...)

Texto: Ignacio de la Rosa Ferrer

Imagen: Cuadro de Schwabischer Meister, año 1470

 
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