Hoy quiero hablaros de un gran Obispo, caritativo y bondadoso. Me refiero al Excmo. Sr. D. Wenceslao Sangüesa y Guía. A él se le debe el nuevo Puente de San Pablo, el de hierro, y la nueva imagen de nuestra Catedral, después de la caída de la torre del Giraldo (el campanario), que afectó a las capillas de la nave de la Piedad, también llamada del Evangelio, desde el Arco de Jamete, hasta la misma fachada. Sobre este hecho podéis encontrar todo lo acaecido a partir de la página 162 del mi libro: “Legado de embrujo y leyenda”, pues mi abuelo, Sabino, fue testigo del suceso.
Hoy toca hablar de la persona de Wenceslao Sangüesa, de este hombre de Dios que este año blinca el centenario de su muerte y como buen hijo de Cuenca no podemos dejar de ensalzar y conocer la figura de este bienhechor que luce su escudo de armas en el centro del Puente de San Pablo como hacedor, junto con el Seminario Conciliar de San Julián de Cuenca, de la construcción del puente.
Gracias al medallón que luce en medio del puente con su nombre nos remontamos a la realidad de los hechos. Pero ¿Qué sabemos de él? Si os parece os cuento alguna cosa de su vida comenzando por el momento de su muerte, acaecida un miércoles, 11 de febrero de 1922, haciendo 101 años de su fallecimiento en la actualidad.
Así lo recoge la hemeroteca de la época, concretamente del diario “El Mundo”, de 13 de febrero de 1922: “En la noche del miércoles, 11, y tras penosa enfermedad, falleció en ésa diócesis el Excmo. Sr. D. Wenceslao Sangüesa y Guía. El cuerpo inanimado del difunto, revestido de los ornamentos pontificales, fue expuesto al pueblo durante todo ese día y noche del jueves, siendo visitado y venerado por multitud de personas; al entierro verificado el viernes asistió todo el elemento oficial, así como también una multitud de todas las clases sociales del vecindario; el cadáver fue enterrado en la capilla de la Virgen del Pilar, cumpliéndose así la voluntad del querido Prelado”.
Si indagamos en su biografía encontraremos que nació en el año 1840 en Madrid; cursó estudios en la Universidad Central con lisonjero aprovechamiento las facultades de Sagrada Teología y Derecho Civil y Canónico, recibiendo en la primera con premio extraordinario el grado de Doctor, y en la segunda de Licenciado, sobresaliente.
Fue ordenado Presbítero el 24 de septiembre de 1864 y nombrado Rector de la parroquia del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, cargo que desempeñó con gran celo durante varios años hasta que fue trasladado con ascenso a regir la parroquia de igual modo de Madrid.
En 1882 fue favorecido por el Gobierno de su Majestad con una Carolingia de la S.I. Catedral Primada de Toledo, donde, debido a sus exquisitas dotes, desempeñó cargos muy importantes como los de Comendador eclesiástico, Comisario general de la Santa Cruzada y otros. En 1890 ascendió a la Dignidad de Tesorero y en 1897 fue nombrado Deán de la misma Santa Iglesia Primada.
El 19 de abril de 1900, previa la presentación de la Santa Sede por el Gobierno de su Majestad, que conocía perfectamente los méritos y altas dotes del Sr. Sangüesa, fue preconizado por el Papa León XIII obispo de esta diócesis de Cuenca, de la que tomó posesión el 26 de agosto del mismo año, haciendo días después su solemne entrada en Cuenca, donde se la recibió con gran entusiasmo.
Desde los primeros momentos supo granjearse las simpatías, el respeto, veneración y cariño de sus diocesanos por su bondad extraordinaria que cautivaba a cuantos a él se acercaban, y su liso y trato llano de padre, no exento de distinción. El Ayuntamiento de Cuenca lo declaró Hijo adoptivo de la ciudad el 13 de octubre de 1908; se le concedió la Gran Placa de Honor y Mérito de la asamblea Suprema de la Cruz Roja Española y el 22 de marzo de 1910 fue nombrado por el Gobernador Caballero de la Gran Cruz de la Real y distinguida Orden de Isabel la Católica.
Uno de los grandes momentos de su Episcopado fue el poner la primera piedra de la nueva fachada de la Catedral el 22 de septiembre de 1910.
Sea nuestro agradecimiento a este hombre que dio tanto por Cuenca. D.E.P.
Texto: José María Rodríguez González. (Profesor e investigador histórico)