Está claro que la subida del coste de la energía y de los carburantes afecta en mayor o menor medida a la práctica mayoría de los españoles. Quienes sólo consumen luz, gasolina y diésel en su vertiente más light, la particular, sufren la caída de su poder adquisitivo, un buen mordisco a las economías familiares que propicia que los nada generosos sueldos cundan más bien poco. En el siguiente peldaño se encuentran la pequeña y mediana empresa, usuaria de la elemental luz y calefacción, a la que tampoco beneficia, en absoluto, estos incrementos en sus gastos.
Pero si hay un sector que realmente está a merced de las idas y venidas, de la subida de los carburantes es el transporte. Los excepcionales incrementos de estos últimos días han propiciado que una parte sus profesionales se hayan declarado en huelga o, simplemente, parado su actividad, ya que no les es rentable emprender ni un solo viaje más por carretera. Todo esto lleva al conflicto, al desabastecimiento… pero esto es otra historia.
La provincia de Cuenca cuenta con un gran número de autónomos que se dedican a este oficio. Su excepcional situación estratégica, entre Madrid y Valencia, y la potencia del sector agrícola y ganadero constituyen un sólido apoyo para que esta actividad genere desarrollo y empleo. A los pequeños emprendedores se unen, también, grandes empresas del transporte como como la de Santiago Peñaranda, ubicada en Iniesta, Pocovi, en la vecina Casasimarro, Transfired en San Lorenzo de la Parrilla, Transportes Jota en Villamayor de Santiago o Recuenco en la capital. No son buenos tiempos para el sector en general, ni para los camioneros que cuentan con un solo vehículo ni tampoco para las compañías que movilizan una gran flota. Así lo percibían durante estos últimos días un gran número de usuarios de redes sociales que viralizaban la foto de un camión con los colores rojo y amarillo junto a la bandera de España para mostrar su apoyo a unos profesionales que soportan una crisis que les ha llevado a reducir drásticamente sus ingresos o incluso carecer de ellos.
El sector del transporte y de la logística tienen, pues, un peso importante en Cuenca. Que los camiones duerman en nuestros pueblos y la capital y que circulen por las vías conquenses genera otro tanto de empleos relacionados. Desde talleres, empresas de neumáticos, de carrocerías, como Esteso en San Clemente, a los toldos o tapicerías, aportan su más que importante grano de arena a una provincia que no se caracteriza, precisamente, por su tejido industrial. Es importante, pues, tener en cuenta la dimensión que adquiere que los camioneros no puedan realizar su trabajo. Repercute, como no ha podido pasar desapercibido, incluso en los precios que finalmente adquieren los productos en tiendas y supermercados. La demanda y su carestía no benefician, lo más mínimo, al consumidor. Estos días ha llegado a faltar algún alimento básico. Imágenes de estanterías medio vacías que nos trasladan a otros países nada ejemplares, por cierto, en los que se refiere a su sistema económico y mucho menos al político. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Cuánto tiempo más se va a prolongar una crisis que empezó hace meses y que se ha agudizado con los recientes conflictos internacionales?
La tradición camionera en Cuenca se vive, como decíamos, de manera especial en torno a la Autovía entre la capital de España y la del Turia. Los ya mencionados Tarancón y Montalbo, Villlares del Saz, Saelices, Villarejo de Periesteban, Honrubia en incluso en plena Mancha, Mota del Cuervo, cuentan con el sector del transporte como dinamizador de la economía local. Muy relacionado con el importante posicionamiento de esta actividad en Cuenca se encuentran los sectores agroalimentario y agropecuario. Cooperativas, bodegas, productos como el ajo o los cereales e incluso el sector de la madera dependen de un transporte frecuente para llevar a buen término su comercialización.
Relacionado directamente con este sector y con la subida de los combustibles y de la energía se encuentra, como comentábamos, el campo y la ganadería. La evolución de algunas cifras de la principal actividad de nuestro mundo rural resulta cuanto menos, sorprendente. Es el caso, por ejemplo, del precio de la cebada, que ha subido en la actualidad hasta un 168% respecto a hace algunos meses. Lo que puede parecer una noticia no tan mala para el agricultor tiene su cara b. Ese mismo agricultor paga también a precio desorbitado los abonos y los fertilizantes, además, como no, del gasoil, cuyo precio se ha incrementado un 270 por ciento con respecto a hace dos años ¿Cuánto beneficio saca el agricultor al final de su trabajo? La venta de la cosecha es estacional, mientras que las labores agrícolas, que necesitan carburante, se prolongan durante todo el año. Otro de los grandes perjudicados de esta escalada de precios es el ganadero, que añade como parte esencial de su labor la alimentación de sus animales. Una pregunta para aderezar todo este despropósito. ¿Cómo son posibles estos precios del carburante si el barril de petróleo se cotiza en la actualidad más bajo que hace, por ejemplo, 25 años? La respuesta podría intuirse de informaciones como la que publicaba el diario elmundo hace unos días. El Ministerio de Hacienda ingresa 250 millones de euros más al mes por la subida de los carburantes. O lo que es lo mismo, el Gobierno de España se lleva 40 euros cada vez que llenamos el depósito de nuestros coches. ¿Qué tipo de política energética es esta? ¿La senda verde de la transición ecológica pasa por freírnos a impuestos hasta no poder utilizar ni siquiera nuestros propios coches? ¿Y la luz? Este es otro tema que también podemos incluir en esa exitosa política energética española. Mucha alusión a lo verde, pero el Falcon presidencial y los coches oficiales seguro que no paran… por no hablar del termostato de las calefacciones, que seguirán calentando todos los despachos ministeriales…
El plan de choque para abaratar sobre todo los carburantes y la luz no acaba de llegar. Mientras la mayoría de los españoles se quejan en silencio aquellos que hace años, cuando no gobernaban, ponían el grito en el cielo por incrementos infinitamente menores buscan en el cajón de las excusas cualquier argumento que no llega a convencer ni a ellos mismos. Hemos llegado a un punto en el que los costes son superiores al producto, una situación a todas luces antieconómica y que profundiza esta grave la crisis.
Hoy domingo le vuelve a tocar al campo, con especial atención a la actividad cinegética. Una gran manifestación convocada en Madrid que volverá a intentar concienciar de que la situación, sobre todo en el mundo rural sigue siendo insostenible y que no puede prolongarse durante más tiempo. Un ministerio, comisiones, cargos y cargos políticos pagados con dinero público repartidos por toda España se ocupan del reto demográfico y de la despoblación. Da la sensación de que no sólo no conocen ni el más elemental de los problemas del campo, sino que se empeñan en obstaculizar cualquier vía de desarrollo de quienes viven en él.
Sin ánimo de banalizar, la felicidad que transmitía ese camión que se escuchaba en una rockera canción de los 80 o el orgullo de contar con un tractor, también en otra pegadiza canción de los 90, equiparable al más cool de los utilitarios, se ha transformado para quienes simple y llanamente quieren trabajar en la más absoluta de las ruinas.
Texto: AGA