Tenemos que remontarnos varios años atrás para observar tanta actividad como la que hay actualmente en los alrededores de la estación de ferrocarril de Cuenca. Máquinas y operarios se afanan por, básicamente, tratar de borrar de la faz de la tierra cualquier indicio que demuestre y recuerde que una vez un ferrocarril recorría la provincia y que unía a la capital y resto de municipios con Madrid y Valencia.
No se recuerda en la provincia que el Gobierno de España, Adif, Renfe, la Junta, la Diputación o el Ayuntamiento de la capital conquense, con competencias directas o no sobre este medio de transporte, unificaran tan deprisa sus intereses para llevar a cabo, a velocidad de crucero, el desmantelamiento de una infraestructura. No nos olvidemos, con el inestimable apoyo de la cúpula de los empresarios conquenses, a través de la CEOE, quienes tampoco han dudado un momento en secundar este cierre. Ellos sabrán el porqué, aunque algunos ciudadanos valientes, con nombre y apellido, vienen apuntando posibles causas en comentarios en diferentes redes sociales. Nada disparatados, por cierto.
Mientras tanto, las posibles inversiones se frenan en los límites de la provincia de Cuenca. Nada llega a este territorio y lo poco que teníamos se va. La vía de tren se ha convertido en todo un símbolo de cómo se puede salir de tierras conquenses de manera directa y sin mirar atrás. Como las oportunidades…
Los 24.200 millones de euros con los que cuenta el Gobierno de Pedro Sánchez para realizar inversiones en el ferrocarril han esquivado a Cuenca. La bipolaridad en la que nos sumergen los responsables socialistas en los diferentes niveles que alcanzan sus mandatos hace mella incluso entre aquellos que han dado la cara hasta ahora por el tren. La movilización pública para reclamar su vuelta no pasa por su mejor momento, pese a que unos pocos siguen asistiendo los martes a la Plaza de España para mostrar su descontento. Quizás no habría que haber salido de la estación de tren para protestar, pero para gustos y estrategias, los colores.
¿Alguien se ha planteado que llegará un momento en el que la situación de la línea Madrid-Cuenca-Valencia será irreversible? ¿Pasará como con la Sanidad en algunas comunidades autónomas, esperarán algunos defensores del tren a que cambie el Gobierno de España para pedir responsabilidades a quienes lleguen en diciembre? ¿Se han planteado, sobre todo el ala más izquierdista de los defensores del tren, que tienen cuatro representantes de su espectro político sentados en el Consejo de Ministros? Irene Montero, Belarra, Garzón y Yolanda Díaz. ¿Alguno ha mirado para Cuenca? Desmarcarse localmente de los jefes o ignorar que se pertenece a un mismo colectivo ideológico a estas alturas ya no sirve, es trampa.
Para frenar el desarrollo de Cuenca y mutilar la provincia aniquilando lo poco que tiene, el Gobierno de España no pisa el freno ni un segundo. Parece que aquello de la discriminación de la provincia va a convertirse en una realidad completamente irrefutable… A los hechos nos remitimos.
Texto: AGA
Imagen: Maquinaria y operarios estos días en la estación de tren de Cuenca