Para quienes vivimos en el Casco Antiguo la campaña electoral nos pasa desapercibida, no la sufrimos. Los actos políticos se celebran a partir del Puente de la Trinidad, aquí solo llegan ecos. Esporádicamente surge un grupo de acólitos que escoltan a un candidato que reparte apretones de manos de plástico. El otro día los altavoces de un coche voceaba que votaras a no sé quién. Pero actos masivos no se celebran. Y eso que la situación y proyectos para el Casco forman una parte muy importante de todos los programas y está en los debates electorales: que si subir en ascensor, que si escaleras, que si lanzaderas, que mejor andando… Los que aquí vivimos nos lo tomamos un poco a coña. Decidir sobre urbanismo desde una mesa de despacho es como el toreo de salón, muy bonito, muy lúcido, se pasa un buen rato pero le falta lo decisivo: el toro, la realidad.
Cuando te han salido los dientes viendo pasar a corporaciones y alcaldes no te tomas muy enserio la palabrería política. Entre otras cosas porque desde la barra del bar has saludado a muchos alcaldes y concejales, sabes que son de carne y hueso y que son muy vulnerables. Pronto se les coge el puntillo. El otro día recordamos en la tertulia del café a los últimos alcaldes, con comentarios mordaces que son más divertidos. De Cenzano, el alcalde con más dinero disponible pero que peor lo aprovechó, recordamos lo mucho que hablaba y lo poco que decía. Ferreros era el bien intencionado que acabó la legislatura como la había terminado: perdido. Pero peor fue Ávila, a quien llamábamos Sisí, no por lo cuidado de su tupé sino por solucionar todo afirmado: sí, sí, pero luego no, no. Nos partimos de risa recordándolo. De Pulido todos reconocemos que era un currante nato pero su hermano acabó siendo el abrazo del oso y por él perdió su reputación. Mariscal, muy campechano pero incapaz de unir a los suyos. Entonces, llegamos a Darío Dolz y descubrimos que como él ningún otro. A lo mejor es por ser el más cercano. Pero no. Le damos el primer premio al alcalde más vago, más poco trabajador y más incompetente, ¡campeón mundial! Eso sí, no perdona salir del despacho antes de las dos para comer prontito y echarse una buena siesta. Ah! y los miércoles tampoco perdona una sesión de Cineclub Chaplin en los multicines. Los viernes, si hay algo de música (no clásica, evidentemente) acude al Auditorio J.L. Perales, que para eso le cambió el nombre: ¡de Cuenca no, de J.L. Perales! Esto nos lo contó una mañana que se unió a nuestra tertulia de café, porque también descansa a medio día para un cafelito. Lo que no nos contó fue qué hizo encerrado en su casa durante el año de pandemia. Especulamos sobre ello. Unos dicen que se hizo de Netflix, otros que solo veía los podcast de “Curro Jiménez” en TVE, otros que su serie preferida es “Cañas y barro”, yo sostengo que paseaba al perrito pues fue quien le dio la victoria electoral y debía mantenerlo en forma para la siguiente. Preguntamos en el Mangana a unos y otros pero nadie sabe nada, silencio absoluto. Así que seguimos elucubrando.
Como estamos seguros de que, gracias a los votantes, no va a repetir, estamos expectantes por ver cómo será la primera alcaldesa de Cuenca. Porque Beatriz Jiménez, alias Bea, va a ser quien gane y gobierne. No la conocemos personalmente pero tiene pinta de ser buena gente, y una persona buena no puede obrar mal. Se equivocará o acertará pero no le vemos maldad. Seguro que cuando la invitemos a un café acepta encantada. Entonces le diremos lo que pensamos, como siempre de manera mordaz que es más divertido.
Texto: Mateo del Pino
Sección: Desde el Hocino