La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Escudriñando en el saber de la existencia de la ciudad de Cuenca

Actualidad


Próxima la festividad de la toma de la ciudad de Cuenca quiero entrar en las fuentes documentales donde todo historiador ha bebido para componer sus escritos, sus teorías y deducciones. Partiendo del magistral de la Santa Catedral, Sr. D. Trifón Muñoz, seguido de Giraldo y Rizo, de Parreño y don Eustaquio Muñoz, todos ellos desenterraron las gloriosas hazañas de nuestros ilustres antepasados con verdadera fe y celo, recogiendo los hechos acaecidos para ofrecer a su actualidad y al futuro, el cuadro certero de tanta grandeza y tanto valor de nuestras gentes, que si no hubiera sido por ello todo sería desconocido o pintado al antojo de quienes se aprovechan de la historia para crear a su capricho historias herrumbradas e inventadas.

Me gusta consultar los libros de don Trifón Muñoz, navego por ellos como por el diccionario de la Lengua, examino los datos públicos que dan a Cuenca una antigüedad no bien definida, pero disfruto porque rebate las opiniones que considera erróneas, compara épocas, hechos y palabras de origen conocido, declarando que “su peñascosa ciudad es de las poblaciones Thubalitas o primitivas de España”.

Para Trifon Muñoz, el nombre de Cuenca supone que lo tomó de su situación geográfica porque “está tomado de la espaciosa cuenca o dilatado valle que forman la cordillera del Socorro hasta Mohorte y las Zomas; la del Rey de La Magestad hasta Albaladegito y la del Bosque hasta unir ambas”.

En su caminar histórico se ocupa de la venida de los fenicios, de los griegos, de los celtas y cartagineses y trata con dureza a los romanos por haber venido a España a vencer sobornando y dividiendo y por haber arrebatado la libertad a los celtíberos entre quienes siempre figuraron para él los conquenses. El pueblo romano abusó de su poder consumiendo las riquezas de sus dilatadas conquistas, no exentas las de Cuenca y provincia.

Dejando a un lado la narración del cuadro sangriento de las guerras, Trifón se detiene a buscar las ruinas de la antigua Ercávica, los nombres de sus obispos y su población que coloca en cabeza del Griego. Muerto el rey don Rodrigo, en la batalla del Guadalete, acometieron sin pudor, el territorio hispano la Media Luna, coronando los baluartes de las más ricas ciudades y dominando las más bellas comarcas.

Es en Covadonga y Tetuán donde la historia de la España cristiana tiene su material asiento y su inicio de recuperación. A partir de aquel brillante hecho de armas la patria de los godos adquirió nuevos bríos sosteniendo una guerra de siete siglos.

Sigue narrando Trifón los acontecimientos que tuvieron lugar en la península encontrando al rey Alfonso VI que conviniendo su enlace matrimonial con la hija del rey moro de Sevilla, que se convierte al cristianismo la hermosa Zaida, llevando de dote las ciudades de Cuenca, Uclés, Alarcón, Consuegra y Amasa-trigo.

Y hay que afirmar que Alfonso VI fue el primer Rey cristiano que poseyó esta ciudad de Cuenca de una manera no cruenta.

Como es sabido, en aquella época poco duraban las posesiones, así que de nuevo pasó a manos musulmanas, hasta que el rey don Alfonso VIII, que los estudios de Rizo lo denomina Alfonso IX, fue él quien reuniendo a la nobleza castellana y aragonesa cercó los impugnables muros de la ciudad de Conca y la tornó de nuevo al cristianismo tras un largo asedio de nuevo meses, el 21 de septiembre de 1177.

Espero que el lector se haya sentido complacido navegando por las páginas del insigne magistral de la Santa Basílica Catedral de Cuenca, principio de un rey y finalizada por su nieto Alfonso X llamado el Sabio, pasando por nuestro Fernando III el Santo, a quien se le debe las tres naves. Tres reyes para una Catedral y un pueblo orgulloso de haberlos cobijados entre sus muros y rocosas murallas que protegen y ensalzan a la ciudad de Cuenca.

Texto: José María Rodríguez González (Profesor e investigador histórico)

Imagen: Fachada de la Catedral de Cuenca

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