El fenómeno del bandolerismo forma parte de la historia de España desde hace siglos y sus andanzas no cayeron en el olvido ya que aparecen reflejadas en la literatura, la pintura, la televisión o el cine. José María Hinojosa “El Tempranillo”, Juan Mingolla “Pasos Largos” o Francisco Ríos “El Pernales”, fueron algunos de los bandoleros más famosos que recorrieron los caminos durante sus cortas vidas. El escritor almarcheño, Miguel Salas, se sumerge en uno de sus últimos libros en las hazañas del bandolero nacido en Tresjuncos, Francisco San Nicolás, que adquirió protagonismo en el S.XIX. Un hombre que “gozó de gran prestigio popular, pues se dice que robaba a los ricos para distribuir parte de lo robado entre los pobres, que se tomaba la justicia por su mano y operó como un benefactor social a la vez que como salteador de caminos”.
En las páginas de Francisco San Nicolás, un bandolero entre la historia y la leyenda profundiza en la intensa vida de esta persona que le llevó incluso a tener una muy buena relación con la Corona. Al morir el rey Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, su esposa doña María Cristina de Borbón Dos Sicilias “quedó viuda, y en la minoría de edad de su hija Isabel II fue regente desde 1833 a 1840”. Salas afirma que más tarde ella se casó en secreto con el sargento de la guardia de Corps, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, “natural de Tarancón, pero hasta 1844 no se celebraría la boda oficial”.
El bandolero vivirá un episodio que nunca olvidará, ya que se cuenta que atracó la carroza de la reina regente doña María Cristina, que trasportaba a esta localidad conquense a uno de sus hijos. Al cuidado del pequeño “iba el cura don Marcos Aniano González, que no dudó en defenderlo, pistola en mano, y al abrirse la puerta estaba ya encañonando a Francisco San Nicolás”. La sorpresa tuvo que ser enorme cuando cara a cara se reconocieron ambos, pues en su juventud habían participado en juergas conjuntas en la comarca de Tarancón.
Los dos guardaron sus correspondientes armas y el bandolero con “su cuadrilla dio custodia al carruaje hasta la citada villa conquense”. La amistad entre ellos continuó y prueba de ello es que gracias a la Corona recibió en arrendamiento la finca de El Molinillo en La Almarcha. Tras el segundo destierro de la reina regente, doña María Cristina, y de Agustín Fernando Muñoz, “a partir de 1868 les hacía llegar las rentas a su lugar de destierro”. Según otra versión la carroza atracada fue la de la reina Isabel II, pero todo parece indicar que una derivación de la leyenda o historia anterior.
Dos de sus hijas sirvieron en la Corte
El bandolero conquense envió a la Corte a dos de las ocho hijas que tuvo, Valentina y Clara San Nicolás Collado, que acompañaron a María Cristina a París, cuando ésta fue desterrada a Francia. Allí le sirvieron como camareras, aunque no permanecieron en el destierro mucho tiempo ya que regresaron a España tras la reinstauración de la monarquía hacia 1874. La primera vez que Francisco San Nicolás tuvo problemas con la Justicia fue en 1843 por querer crear una partida y por la detención de Ángel Moya y Sebastián Izquierdo con un trabuco, motivos por el cuales fue condenado a dos años de prisión. Sin embargo, fue indultado más tarde con motivo de la boda de la reina Isabel II y tras una fugaz estancia en Tresjuncos, decide finalmente residir en Villarrubio.
Salas no se quiere olvidar que cuando nombraron obispo de Cuenca a Don Fermín Sánchez, éste se acercó a Tarancón y María Cristina de Borbón y su esposo Don Agustín le preguntaron que cómo iba a ir a Cuenca y les respondió que con su caballo. Sin embargo, ambos “le indicaron que de eso nada, que iría en el coche de ellos conducido por su cochero, que era el antiguo bandolero Francisco San Nicolás”. Cuándo en la Plaza Mayor de Cuenca la gente vio la carroza del obispo conducida por el citado bandolero, “la muchedumbre se echaba las manos a la cabeza al tiempo que decía “¿pero qué ven mis ojos, el coche del obispo conducido por un bandolero?”.
Según la tradición oral Francisco San Nicolás vivió entre otras, en las localidades de “Tresjuncos, Los Hinojosos donde se casó, Villarrubio donde puso su hogar hasta que falleció su esposa Clara Collado, La Almarcha donde casó a tres hijas con habitantes de Valverde y Honrubia, Valverde de Júcar con su hija María, Honrubia, y Tarancón para finalmente fallecer en Villarrubio en 1879 cuidado por sus hijas Catalina y Valentina”. En sus correrías estuvo en Albacete, Extremadura e incluso en Portugal según confesión del propio bandolero. El libro Francisco San Nicolás, un bandolero entre la historia y la leyenda ya salió el pasado 20 de diciembre, pero todavía no lo han presentado en la Diputación Provincial de Cuenca. La intención es “presentarlo en el mes de abril y esperamos que al acto vengan unos cuantos tataranietos del bandolero procedentes de Almería, Granada, Madrid, Toledo y diversos pueblos de la provincia de Cuenca”.
Texto: Antonio Gómez
Fotografía: El escritor almarcheño, Miguel Salas, dedica uno de sus libros al bandolero conquense, Francisco San Nicolás.