Estos días ha sido noticia la Casa del Corregidor de Cuenca cuando RTVE en el programa “Los pilares del tiempo” visita Cuenca y pone de actualidad la casa del Corregidor a 400 metros de las Casas Colgadas. Haciendo mención a sus edificaciones que sirvieron de cimentación los acantilados… si las Casas Colgadas vuelan sobre el precipicio, la Casa del Corregidor se vuelca sobre la ladera creciente hacia el cauce del río. La Casa del Corregidor era la vivienda del delegado del Rey en la ciudad y funcionó como cárcel durante siglos. Es uno de los mejores ejemplos de los “rascacielos” conquenses, edificio de ocho plantas. Se construyó a mediados del siglo XVI, sus plantas inferiores fueron destinadas para cárcel real y las superiores como dependencias del Sr. Corregidor. Así pregonaba rtve este magnífico edificio recientemente restaurado.
¿Quién era el Corregidor y por qué estaba este puesto tan solicitado en esos tiempos
Juan de Cervantes llega a Cuenca a principios de 1523 y viene desde Toledo.
Siempre nos hemos preguntado qué pudo hacerle abandonar la ciudad del alcázar para venir a Cuenca. Tal vez fuera porque Cuenca ofrecía por aquella época un ambiente de bienestar. Tras sus muros mostraba poderío y riqueza por doquier; la señorial calle de San Pedro, la maravilla de Catedral, el Palacio de los Mendoza, la riquísima morada de los Clemente de Aróstegui, las mansiones de los Girón y Téllez de Cabrera, y así muchas más, además de industria, comercio, tráfico, movimiento y si hablamos de fuera de su recinto, belleza inigualable; exuberante vegetación, numerosísimos ganados, ricas maderas y fábricas de sedas y paños tan famosas que, más tarde, hacen exclamar a Sancho en son de alabanza: “… y la palmilla verdad de Cuenca es terciopelo de treinta pelos”. Con razón dice el Sr. Astrana Marín; “Cuenca, en fin, por sus riquezas, presumía de lugar codiciado por sus dirigentes y justicias mayores”.
Juan de Cervantes toma posesión del cargo de Teniente de Corregidor en sesión del Concejo de febrero, en sustitución de Pedro de Mercado. Vive en la Correduría, posiblemente donde luego se construyó la Casa del Corregidor, después cárcel y más tarde juzgados y escuelas, de las cuales, los nombres de las maestras doña Vicenta González y doña Águeda Ruiz, que educaron tantas generaciones infantiles, son constantes recuerdos de gratitud.
Si nos preguntamos cómo le fue al abuelo de Miguel de Cervantes en nuestra ciudad tendremos que acudir al singular biógrafo Sr. Astrana Marín que recuerda aquellas palabras de la Gitanilla a un teniente de corregidor de Madrid que más tarde escribiera Miguel: “Coheche vuestra merced, señor Tiniente, coheche y tendrá dineros; y no haga usos nuevos que morirá de hambre”. Debió de prometérselas muy seguras y felices; pero el tiempo que en ella habitó pronto debieron truncársele las ilusiones. Los hechos siguientes nos hablan con toda claridad.
Desde el primer momento se gana la enemistad del regidor Juan de Alcalá. En todos cuantos acuerdos o pagos se interesa Juan de Cervantes se encuentra con el veto inflexible del Corregidor. Y hasta tan hartura debió de llegar en alguna ocasión que Cervantes hubo de exclamar completamente irritado: “Yo estaré aquí muchos años, aunque les pese; y ese tiempo que estuviere, yo os malsinaré e yo os cizañaré lo que pudiere”.
La influencia de Juan de Alcalá, perteneciente al círculo de amistades de don Diego Hurtado de Mendoza, sería mayor que la de Cervantes, pues al año siguiente, el 19 de mayo de 1524, se encuentra éste ya en Córdoba.
El descontento de los conquenses contra él se manifiesta al observar que una vez terminada su misión de Teniente de Corregidor son veintiuno los pleitos que en contra suya son llevados a cabo, durante los meses de abril a mayo y julio de 1524, ante el Corregidor Martín López de Oñate. Once de estos dados a conocer por vez primera por el tan repetido Sr. Astrana Marín. He aquí párrafos de uno de los más interesantes incoados por Diego Cordillo el 14 de abril, sobre hacerlo preso y dado tormento: “…me llevo e hizo llevar a la cárcel pública desta ciudad, metiéndome en la dicha cárcel; juego de dicho licenciado me hizo subir a la cámara del tormento donde acostumbra atormentar a los malhechores, e teniéndome allí ansí, me hizo desnudar en carnes e tender en la escalera…, estando desnudo como estaba en la dicha escalera del tormento, me hizo atar e me apretó por su mano fuertemente los cordones, e de a otra parte estiraba el dicho alguacil, usando ambos a dos contra mí del oficio que usan os verdugos…, e aunque yo estaba en dicho tormento pedi e requirí al dicho licenciado que no me despeñasen, no atormentasen así porque dijese mentira…, e que si aguna cosa dije por miedo al tormento, que no sería verdad…, e no obstante todo los lanzaron bien por las carnes, a de manera que estuve muy muchos días malo a muy atormentado de mis miembros, que no me pude valer de dolor, me duraron las señales que me hizo más de tres meses…, por lo cual yo pedi allende del daño que mi cuerpo resibió e lo que gasté en curar mi persona, más de veinte ducados de lo que perdi de trabajar e ganar en mi oficio e otros diez que me comi e gasté curándome del daño que había resibido, sin a injuria y afrenta de mi persona, que protesto estimarla en la persecución desde causa…”, Juan de Cervantes fue condenado a pagar veinte ducados de oro antes de los nueve primeros días. Hubo apelación, y no tendría consecuencias para el acusado, pues gozaba de influjo con los señores del concejo Real.
Por último, cuando Rodrigo, padre de Miguel de Cervantes en 1552 pide informe sobre hidalguía de la familia Cervantes en las distintas poblaciones donde habitara, el nombre de Cuenca, es calado discretamente. Pensaría, como más tarde su hijo del lugar de La Mancha, que Cuenca era un nombre que no deseaba recordar.
Siempre hay que esperar que como dice el refranero Español: “No es oro todo lo que reluce”.
(José María Rodríguez González es profesor e investigador histórico)