María Lago
No hay mejor tema para abordar que uno de implacable actualidad. La vacuna contra la inesperada pandemia de Covid que nos abordó a primeros del año pasado y que tantos y tantos titulares, comentarios y polémicas hemos estado escuchando, escuchamos y lo que aún nos quedará… Pero, para relajarnos un poco, ampliar conocimientos y no frivolizar mucho acerca de esta enfermedad, a veces conviene leer relatos como el que a continuación os invito a disfrutar.
Para empezar a hablar de cualquier cuestión que nos incumbe es importante conocer la etimología de la palabra que define nuestro titular y su origen. La palabra vacuna procede del latín “vacca” que quiere decir vaca, animal que todos conocemos y término que se acuñó tras el descubrimiento por el investigador británico Edward Jenner, en 1796, de la cura de la enfermedad de la viruela humana.
Una bonita historia para contar y realizar una similitud con la historia que ahora nos atañe, para que comprobemos que los acontecimientos se repiten, sólo que a unos pocos nos toca, o no, vivirlos. Por eso, quiero contarla.
Este joven médico, inglés por pura casualidad, como ocurre muchas veces en los descubrimientos y la ciencia, por un comentario fortuito de una campesina llamada Sarah Nelmes, quien trabajaba como ordeñadora de vacas, un día acudió a su consulta mientras Edward cursaba las prácticas oportunas y esta le preguntó acerca de unos granos que tenía en la piel. Sarah le dijo al doctor: “se que no es viruela pues ya me dio viruela bovina”. Sarah se había contagiado de viruela bovina, una enfermedad más leve y no mortal, que la viruela vacuna, ordeñando a su vaca Blossom. Tras este relato de la campesina, Edward relacionó que, quienes contraían la viruela bovina, quedaban inmunes a la viruela humana, que tantos estragos estaba causando en aquella época. Comenzó así, Edward, un minucioso y laborioso estudio hasta culminar con aquel gran descubrimiento: si tomaba material infeccioso de las costras de la mano de Sarah y lo introducía en un paciente, esa persona desarrollaba protección contra la viruela.
Esto fue lo que hizo nuestro doctor con su pequeño paciente James Phipps, de tan sólo 8 años y hasta con su propio hijo de 11 meses. Ambos, recibieron el material costroso de pacientes que sufrían esta leve dolencia y quedaron protegidos de la mortal enfermedad. E. Jenner no podía explicar el por qué de tal protección. Los recursos y los microscopios de ese siglo no hallaban la razón y no sólo recibió burlas sino también, denuncias por parte de los clérigos de la época, que encontraban repugnantes sus experimentos. El miedo y el escepticismo recorrieron los hospitales y los sanatorios hasta que, ¡al fin!, las ventajas y las prácticas ganaron la partida.
La metodología de la vacuna contra la viruela descrita por Jenner, es la misma que la de hoy en día. Esta fue mejorada posteriormente por Louis Pasteur. Jenner finalmente se hizo rico y tremendamente famoso, aunque nunca renunció a vivir en su humilde casa en Berkeley y a su vocación de médico rural, atendiendo a ricos y pobres, vacunando gratis a estos últimos. En el año 1800 vacunó en un sólo día a 200 personas. Murió a casusa de un accidente cerebro-vascular como un héroe.
La historia, nos recuerda que, todo vuelve o puede volver a ocurrir. Ni más ni menos, hoy nos toca sufrir los acontecimientos producidos por una nueva enfermedad, desconocida y desafiante. Pero, afortunadamente no estamos en el siglo XVIII, y el avance científico rompe una lanza a nuestro favor. Pronto, la enfermedad conocida como Covid 19 (del inglés Coronavirus disease 19) vacunada así, valga la expresión, por el año en que se detectó un primer enfermo (2019), será una historia más que contar.
En honor a E.Jenner, gracias al cual se erradicó la enfermedad de la viruela.