La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Ladran, luego cabalgamos

Opinión


Cuando alguien aprecia a su Universidad, la cuestiona para mejorarla. Estará usted de acuerdo conmigo en que la crítica, siendo con cariño y responsabilidad, ha de ser, por naturaleza, constructiva.

Cuando me encontré en la situación de representar a mis compañeros en mi graduación, así lo hice: Censuré un aspecto concreto de mi alma mater para engrandecerla y hacerla más fuerte.

Esa inquietud era comúnmente compartida por mis compañeros por lo que, al expresarla con respeto, no pudo molestar más de lo asumible. Quizá, fue aquel el motivo por el que volví a tener la misma responsabilidad en la graduación del Máster años después; ya que la Universidad Carlos III es un oasis de respeto y tolerancia.

Sin embargo, cuando alguien aprovecha un altavoz como el que yo tuve para limitarse a expresar, con mejor o peor estilo, su excluyente opinión política contra una persona, se equivoca.

Se equivoca quien considera que su moral particular es la única válida y que la de quienes dirigen su Universidad, está equivocada. Yerran quienes consideran que son superiores al resto por pertenecer a una corriente política que cree que es la única legítima.

Se equivoca quien, por sólo dogma político, menosprecia a quien preside una institución del Estado, la que -por cierto- ha asumido gracias al voto mayoritario de los ciudadanos de su comunidad autónoma. 

Cuando alguien aprecia y respeta a su Universidad, aprovecha aquellas situaciones de reflexión que ella misma le concede para engrandecerla a través -por supuesto- de la crítica. Quien las aprovecha para descalificar sin argumentos por odio personal, no quiere a su Universidad ni respeta a sus compañeros.

En algo tiene razón esa pobre chica: tener la nota más alta no supone que seas el mejor, sólo que eres quien más ha acertado en los exámenes. Lo sé por experiencia propia. Habiendo sacado más nota incluso que ella, jamás se me ha pasado por la cabeza considerarme mejor que nadie. Es esa comprensión la que me hizo, al contrario que otros, evitar mis impulsos internos y, en su lugar, hablar para todos cuando pude hacerlo. La falsa modestia lleva a considerar que tu opinión es la general.

Es innecesario detenerse más en el suceso. El dato preocupante es que en una Universidad pública no puedan expresarse con libertad todos los pensamientos políticos respetuosos por miedo a un piquete.

Resulta que, para algunos, llamar pepero a alguien es un insulto. Pobres de aquellos que lo creen. Sólo me viene un pensamiento frente a eso: Ladran, luego cabalgamos.

Texto: Alejandro Pernías Ábalos

Sección: Tertium genus

 
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