Poco caso le tiene que hacer el Gobierno a un colectivo y muy bien no deben de andar las cosas cuando sus integrantes no dudan en desafiar informativamente, incluso, a la reciente moción de censura a Pedro Sánchez y se plantan, en pleno 21 de marzo, en las calles de Madrid para reivindicar unos derechos que siguen sin importarles, paradójicamente, a quienes deberían de garantizarlos.
Una generosa representación de funcionarios de prisiones se desplazaba a Madrid esta semana para hacerse ver y oír. Algo raro en una profesión discreta y callada cuya labor pasa de normal desapercibida. No interesa, parece, conocer lo que tras los muros, aquellos que privan de libertad a los condenados y donde nuestros protagonistas desarrollan su labor, acontece. Pero claro, todo tiene un límite.
Calentaba la protesta, organizada por los sindicatos APFP y TAMP un rockero vídeo con imágenes exteriores de cárceles españolas. Unos funcionarios recorren sus largos pasillos, revisan monitores o vigilan atentamente, “nos quitan de la cara de la sociedad, pero tu abandono me puede matar”, reza la pegadiza melodía. Coincidiendo con esta frase, la imagen de la cara del ministro del Interior, Marlaska. Y luego, una escena de película. Ah, no. Que es real. Internos peleándose en el patio de una cárcel y varios funcionarios separándolos. “Pocos medios y muchas limitaciones, miran para otro lado si sufrimos agresiones”, sigue la letra de la canción del vídeo. Y, a continuación, un brazo herido, con varios puntos. “Somos invisibles”, continua el cantante, pero las heridas no. Moratones, ojos hinchados, uñas ensangrentadas, cortes… y siguen las peleas entre presos mientras ellos, los funcionarios, se la juegan para frenarlas… Vuelan mesas y sillas, destornilladores y elaborados objetos punzantes se intervienen… y vuelta a empezar. Así, día a día, unos con más suerte, otros con menos y, los peores, hasta el límite de arriesgar la vida…
Miles de funcionarios abandonaban su encierro para hacerse ver, para concienciarnos de que, gracias a ellos, la sociedad en general, la de la que estamos fuera y la de los que viven detrás de las paredes de las cárceles, es mejor. ¿Y ellos? Pues solo piden mejoras laborales, más seguridad en sus trabajos, mejor preparación… y responsabilidades porque aquellos que se sientan en el Consejo de Ministros, caso de Marlaska, algo tendrán que decir y sobre todo hacer, ¿no?
Mientras tanto, Cuenca es testigo privilegiada de las tropelías y de lo que los políticos al cargo de los gobiernos son capaces de anunciar y prometer a costa de cualquiera, incluidos, como no podía ser de otra manera, los funcionarios de prisiones. El Centro Nacional de Estudios Penitenciarios sigue a la espera de su construcción, la ciudad aguarda a los miles y miles de profesionales que tendrían que haber llegado ya para formarse en serio y de acuerdo a lo que requieren sus puestos. Aquellos que ya están viniendo, se las ven y se las desean para encontrar alojamiento y que el resto de sus necesidades básicas se amolde decentemente a sus sueldos… y vuelta a empezar.
Mientras, como decimos, los actuales políticos gobernantes, la alianza de amiguetes, parasita placenteramente en los logros de otros. El brindis en la Plaza Mayor de Cuenca de hace dos años se prolonga en el tiempo, en un mundo irreal, diseñado a medida de unos pocos. Nuestro particular y rockero vídeo seguirá acumulando, desgraciadamente, material, aquel que ignoran los que se encuentran a salvo y con sueldos estratosféricos en sus despachos. Peleas, agresiones, heridas, puntos… todo queda tras los cinematográficos barrotes. Quizás, y dado el cariz que están tomando ciertos aconteceres, con titos, prostitutas, cocaína, obras en cuarteles de la guardia civil y dinero público malversado y desviado quien sabe dónde, alguno de los que ahora cierra los ojos, acabe entre rejas y, allí, por fin, mire a los ojos a algún funcionario de prisiones…
Texto: AGA
Imagen: Representación conquense en la manifestación de funcionarios de prisiones el pasado 21 de marzo en Madrid.