Mucho antes que los molinos de viento poblasen las serrezuelas de la Mancha Santiaguista, existieron los molinos de agua que hacían su oficio en los menguantes ríos que delimitaban su extensión, me refiero al Gigüela y al Záncara que desembocan en su madre Guadiana.
Estos ríos, en la actualidad meros arroyos, fueron en su día caudalosos, aunque nos cueste trabajo creerlo; tanto es así que los molinos harineros situados en las riberas de ambos ríos, molían con bastante normalidad alrededor de nueve meses al año, y algunos de ellos que disponían de una pequeña represa podían hacerlo durante todo el año. ¿Por qué proliferaron entonces los molinos de viento? La respuesta es sencilla, debido a que los ríos comenzaron a disminuir su caudal al comienzo de la pequeña glaciación, aquella época a caballo entre los siglos XVI y XVII que enfrió la tierra y secó sus ríos. Los molinos de viento fue una respuesta del ingenio manchego a ese problema; usar el viento como fuerza motriz en lugar del agua, y desarrollar la maquinaria necesaria para ello fue un gran invento de nuestros abuelos manchegos; así comenzaron a edificar molinos en cualquier altozano favorecido por los vientos para gloria de nuestra patria Mancha, regocijo de las generaciones futuras y beneplácito de don Quijote que, al igual que Amadís, quiso honrarla al hacerse llamar don Quijote de la Mancha.
Siempre prefirió el labrador el molino de agua al de viento. Estos ríos de poca pendiente requerían un caz que le diese cierta altura y llevase suficiente agua al rodezno que pivotaba sobre la rangua, y con sus álabes movía el palahierro para hacer girar la piedra corredera sobre la piedra solera y al echar el grano entre ellas sacar la harina. Este sistema de propulsión requería poco mantenimiento, alguna rotura del palahierro, de algunos álabes, y con un hombre se podía gobernar, mientras que la maquinaria del molino de viento requería unto para mantener engrasadas los engranajes, la linterna, la catalina, el eje y giro del techado, necesitando dos hombres para el gobierno; por este motivo la maquila era más cara en el de viento que en el de agua; por otro lado, no siempre corría el ábrego por la sierra, mientras que agua, como se ha referido, había disponible muchos meses del año.
Los molinos de agua siempre existieron desde los primeros instantes de la reconquista de estas tierras por la Orden de Santiago. La Orden tuvo en su poder la industria que proporcionaba el alimento al colono, los diezmos del pan y la molienda del trigo, y las escribanías de las villas, como un elemento de control de las personas que se instalaban en sus tierras; por este motivo, los molinos de agua pertenecieron siempre a la Orden o al comendador que gestionaba un determinado territorio en su nombre; pocos eran explotados por ellos, los más, los arrendaban o los dejaban a censo a algún particular.
Es conocida la entrega en encomienda de las tierras de Haro que hace la Orden de Santiago al infante don Manuel y su esposa doña Constanza en el año 1261, donde su maestre Pelay Pérez Correa incluye los molinos existentes en ella.
que tengades de la Orden encomienda por toda vuestra vida de vos amos, el nuestro castiello de Faro con villa e con aldeas, e la Cannada de Alarcón, e la Presa, e la Cannada de Mora, e los molinos que son en estos logares con todos los derechos que nos y avemos e devemos aver, sacado ende el diezmo que es de la yglesia e de los clérigos de Uclés, que ge lo dedes cada año entieramente de todo así como es usado de lo dar en la Orden e en estos logares
No es hasta la visita de los reformadores de la Orden de Santiago del 21 de octubre de 1478 cuando conocemos los nombres y cantidad de los molinos que pertenecían a la encomienda de Villaescusa de Haro y su común. Todos ellos bien reparados, en palabras de los visitadores, molientes y corrientes, y en cantidad de siete, situados en la ribera del Záncara, la mayor parte a lo largo de la dehesa que se llamó primero de Alcodoço, más tarde Cadarço, para acabar en la actualidad como Alcahozo.
Tenía la encomienda un molino a censo a Juan Sánchez Gallego, que pagaba por él ciento noventa maravedís. A mediados del siglo XVI se llamó el molino de Juan Gallego y recibía de censo el comendador, tres fanegas de trigo y siete reales.
Tiene la dicha encomyenda un molyno açensuado a Juan Sánchez Gallego, que paga de çenso cada un año çiento y noventa mrs e dos fanegas de trigo.
Tenía dos molinos que explotaba el comendador: el molino Nuevo y el molino el Blanco.
dela renta de molyno Blanco y de molyno Nuevo, que son dela dicha encomienda
El molino el Blanco molió el año de 1555 la ingente cantidad de 600 fanegas de trigo y candeal, equivalente a veintiséis toneladas, debido a que los demás estaban anegados por la gran cantidad de agua caída que provocó que el Záncara se desbordase.
Tiene más el molino que dizen del Blanco, que es en la ribera de Záncara; el año pasado de myll e quinientos e çinquenta y çinco años, ganó más de seysçientas fanegas de trigo y candeal, y fue la causa que los demás estavan enpalagados por la mucha agua
El resto de molinos eran los nombrados: molino de Sanchagrano, el molino Villar de Saz, el molino Blanquillo y el molino Mingorrilla, de los que llevaba tres fanegas de pan por medio, mitad trigo, mitad centeno, por cada rueda de molino que molía, que un año con otro le rentaba veintiuna fanegas, por el derecho e impuesto del mencal.
Hacia el año 1556 estos molinos aumentaron hasta diez y algunos transformaron sus nombres. Además del Juan Gallego, el Nuevo y el Blanco, se nombraban:
Tiene más en el molino que dizen dela Villa, y Descuchagrano, y el del Conçejo, y el del Saz, y en el Cornejo, y en Angorrilla, y el Blanquyllo, de cada una rueda que muele, cada un año, dos hanegas e media de pan por medio, del derecho que dizen del mencal, y si mulen dos ruedas, çinco fanegas; están en la ribera de Záncara, térmyno de Villescusa
De este gran esplendor solo queda en pie en la actualidad el molino Blanco, regentado por el matrimonio Rosa y José Alberto, situado en la carretera que llega hasta Carrascosa de Haro; allí se puede visitar el molino, participar de una molienda y degustar unos extraordinarios platos en su restaurante preparados por un gran chef. Recomiendo encarecidamente esta visita, pues además de visitar un molino de setecientos años, podrán degustar una excelente comida.
Este artículo tiene el objetivo de poner en valor el territorio de Haro, donde también existe una Casa Encomienda llamada de Mendizábal, situada en la Dehesa de Alcahozo, casa que perteneció a la familia del ministro liberal de quien toma la casa su nombre, que literalmente se está cayendo y que deseamos recuperar un grupo de soñadores de la provincia de Cuenca. Espero querido lector que tú, como nosotros, también sueñes y nos ayudes a recuperarla.
Imagen: Molino El Blanco en la actualidad