La Opinión de Cuenca

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Necesidad de un humilde banco

Actualidad


Fue allá por febrero del 2021, cuando el Ayuntamiento decidió retirar los bancos de la Puerta de Valencia, alegando el mal uso que de ellos hacía una minoría, la cual se sentaba en ellos para consumir litronas y quién sabe si algo más. Muerto el perro se acabó la rabia, pero una vez más, la medida tomada, al margen de toda lógica, fue en detrimento de los vecinos del barrio y transeúntes que por allí pasaban, sobre todo personas mayores, o no tan mayores, que a la sombra del árbol buscaban unos minutos de solaz o de charleta vecinal. Bien es cierto, que los bancos junto a la muralla volvieron, en gran medida gracias a las quejas de los ciudadanos… no así los que había bajo el frondoso olmo quizá? A cambio colocaron las ya tan manidas vallas de obra, las cuales empiezan a perpetuarse en el tiempo. Ante este cúmulo de despropósitos, y con la sensibilidad que caracteriza a nuestro colaborador Eduardo La Parra, El Soñador de Riscas, hizo la siguiente reflexión:

Hubo un tiempo en que el urbanismo moderno se alejó del latir de la calle. Desde detrás de una mesa de arquitectos, aplaudidos en aquel entonces, proyectaron ciudades en las que las calles serían unos espacios vacíos ocupadas si acaso por los vehículos. La vida de una ciudad no tendría importancia, lo importante sería el diseño, la línea, lo perfecto, lo controlado. Una “ignorante y sin estudios” como Jane Jacobs se rebela entonces con la defensa de la calle como una auténtica Necesidad de un Humilde Banco.

Institución social donde las comunidades locales se fortalecen a base del intercambio y el diálogo. Su mayor enseñanza es que hay que vivir una ciudad para poder planificarla.

Vivir una ciudad significa mancharse los pies. Pasear y empatizar con los vecinos de los que en una ciudad pequeña como Cuenca conoces sus nombres, hace que conozcas de sus limitaciones y también de sus ilusiones. Y el diván de ese conocimiento es el humilde banco. Humilde banco, anónimo, al que las prisas de esta vida que muere esclava de la ansiedad que atenaza nuestros sueños, han dejado morir roído por otras batallas ajenas al verdadero sentir de la ciudad y de sus barrios. La dictadura del mal uso por ejemplo, hace negar su propia existencia cuando debemos recordar, que por esa misma regla, al final el ser humano sería el que sobraría.
El modelo inclusivo, humano, necesario, equilibrado y sostenible de una ciudad, pues, debe ser defendido por sus propios vecinos ya que nadie ajeno a la vida de un barrio va a defenderlo; no se nos olvide que el planificador no se "mancha " los pies, o si acaso los dedos de trazar líneas.

El tesoro del ser único de un barrio son sus gentes, no las piedras o el asfalto, y esas gentes necesitan de un salón para reunirse. Es cuando el banco toma sentido. Unas veces será como forma de matar el tiempo, otras como un sitio para oxigenar el alma agobiada hasta la saciedad por el minúsculo espacio donde vive o sufre, muchas será el forzar la caminata y tomar los bancos como descansos (la casa de los juegos de niño), otras como punto de encuentro, otras será por necesidad en momentos de la vida, y si no que pregunten a las mamás con bebés recién nacidos, a los padres con niños pequeños, a los hijos con padres ancianos, a los ancianos que ven asustadas sus ilusiones con las ausencias de amigos. En muchos momentos de la vida pasan desapercibidos y no notamos que están ahí, pudiendo caer en la tentación de que su misma existencia hasta estorbe. Podrías pensar que la defensa de un banco no merece la pena, total, no muy lejos, hay otros bancos… pero no te equivoques. 

Te pido empatía y me explico, si no entiendes, lo que sugiere esa palabra tan bonita. Bien, empecemos. Imagina: atenaza tus piernas con mancuernas de 10 kilos; oxida tus rodillas tanto como puedas; inyéctate dolores musculares; dóblate hacia delante hasta casi caer… ¿imaginas? Pues sigue quitándote un 30% del aire que ahora que eres "sano" respiras, y búscate como única ayuda de una garrota. Ah, no te lo he dicho, ahora vives en el jardinillo del Salvador y debes ir a comprar el pan y alguna que otra cosa, pues el que compraste hace tres días ya ni se puede comer, y bajar a la calle Las Torres, (qué cerca ¿no?) Sales como puedes, después de toser largo rato, buscando la estrecha acera, huyendo de escaleras y la ayuda del murete enfrente del Salvador, (cómo lo subía de niño... ¿recuerdas?), para hacer un descanso. Sigue descendiendo por Alonso de Ojeda y encuentras ayuda de los escalones del portón de Infantas de España, donde charlas con Ignacio o Luis o Paco y de paso descansas. Había un banco al lado de los Herreros, pero desapareció, así que debes coger fuerzas para llegar a la puerta de Valencia y a lo mejor cambiarte de acera, pues algún coche ha aparcado encima de la acera, "solo un momento". 

Venga galán, respira que voy a quitarte otro 20% del aire que tenías. Sigues y fuerzas demás pues sabes que descansarás un buen rato en los bancos de la puerta de Valencia. Tropiezas en el ínfimo bordillo de la acera y te ayudas de la pared para darte de bruces con la última ocurrencia de aquel que, joven y detrás de una mesa, ve como lejano por ejemplo lo descrito. Levantas la vista y no hay nada, no hay bancos. Cruzas la mirada con el chino del kiosko y no le preguntas porque no lo entiendes. Enfrente del kiosko te sientas impotente en los escalones de una vivienda de donde los vecinos sacan una silla y un vaso de agua donde ahogas tu impotencia. Algún vecino te dice que como hay gente que bebe litronas y tal pues han cortado por lo sano y los han quitado. Algún ilustrado te comenta que estorban la vista de la muralla. Y tú cierras los ojos y recuerdas que en esos bancos te declaraste a tu esposa, que en ellos viste cómo amantaba a tus hijos, cómo pasabas la tarde después del trabajo con los amigos, cómo hacías cola un domingo para comprar churros, como pícaro gastabas bromas por el nuevo amor de Juanito, cómo vivías el barrio...y ahora impotente descubres el vacío...

Y ahora ¿qué me cuentas?

¿No merecen tu defensa unos simples bancos?.

Imagino y espero que vuelvan a su sitio más bonitos que antes. De nuevo los vea llenos de tertulias, de descansos, de sonrisas, de abrazos, de silencios, de esperas e incluso de algún romance. En definitiva, lleno de vida, lleno de encuentros, lleno de barrio.

 
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