Los historiadores señalan que en la campaña asiática de Alejandro Magno, quien sitió Petra (Jordania) en el 328 A.C, mandó construir treinta pozos neveros y los llenó de nieve para luego cubrirlos con hojas de roble. Ésta es una de las muchas referencias que hay de este tipo de construcciones artificiales excavadas en la tierra cuyos muros solían ser de mampostería. Su estructura era por lo general circular y tenían una cubierta abovedada que se utilizaban para almacenar la nieve en invierno para luego convertirla en hielo. En la provincia de Cuenca había un gran número de ellos aunque lamentablemente muy pocos sobrevivieron al paso del tiempo.
El historiador local de Belmonte y del Marquesado de Villena, Miguel Ángel Vellisco, afirma que estas edificaciones fueron desapareciendo cuando en los años 30 del pasado siglo “aparecieron los frigoríficos domésticos y las fábricas de hielo”. La nieve se acumulaba en el interior “capa tras capa y se aislaban con paja para una mejor conservación durante meses, es decir, que después se machacaba para convertirse en hielo y luego era troceado para transportarlo mejor”. En el fondo de esta infraestructura se colocaba una rejilla de madera o piedras y había “un desagüe al que iba a parar el agua que escurría”.
Los lugares más idóneos para la construcción de los neveros o pozos de nieve eran las zonas orientadas al norte ya que eran las más sombrías y eso permitía unas temperaturas bajas de forma constante. Los habitantes que podían comprar el hielo en verano lo utilizaban fundamentalmente para la conservación de alimentos, refrescar las bebidas, elaborar aloja, sorbetes, helados pero también se usaba para fines medicinales. Una de las historias más curiosas es que en la localidad de Belmonte contaban con una de estas edificaciones, pero “lamentablemente hicieron un garaje encima y se destruyó, sin embargo queda constancia en el Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales de la provincia de Cuenca”.
Con fecha 13 de junio de 1863 se anunciaba la subasta de la mitad de ese pozo de nieve, en la calle Villanueba, procedente del Estado, y se adjudicó a la Hacienda “por el alcance hecho por Mateo Rodrigo Gómez, administrador que fue de Loterías del Partido de dicha villa”. Salió a subasta por 1.400 reales y fue adquirido finalmente por Eugenio González, vecino de Belmonte, por 824 reales. Vellisco lamenta que este pozo de nieve, que estaba antes en la actual calle Padre Luis Gómez, “es una pena que haya desaparecido para siempre y que no hayamos podido descubrirlo antes para poder conservarlo”.
Catastro de Ensenada
En la localidad de Mota del Cuervo también hay un nevero o pozo de nieve, que ya era citado en el Catastro de Ensenada en 1752 y cuenta con unas medidas de seis metros de diámetro, cuatro de profundidad, un desaguadero, un túmulo abovedado, encalado, con una puerta y un óculo en la parte superior. En Valera de Abajo también había uno de los numerosos neveros que hay abandonados en la provincia de Cuenca y pueden contemplarlo todos aquellos que hagan la ruta de senderismo por la Hoz del Río Gritos.
En algunos pueblos de la Serranía de Cuenca y en la Sierra de Altomira, entre otros lugares, también quedan restos de este tipo de construcciones que hacían la vida más llevadera a sus habitantes. Con la llegada de la electricidad, el uso que se le dio en sus orígenes a estas construcciones se abandonó y muchos de ellos se convirtieron en basureros o muladares. Había “dos tipos de neveros, los públicos, que eran los que estaban en manos del Ayuntamiento y los solía arrendar a los particulares” mientras que los privados formaban parte de una extensa red de distribución, venta y gestión.
Texto: Antonio Gómez
Fotografía: El nevero de la localidad de Mota del Cuervo aparece citado en el Catastro del Marqués de Ensenada.