El mayor patrimonio con el que cuenta la capital se encuentra, sin duda alguna, en su Casco Histórico. No vamos a andarnos con rodeos cuando se trata de reconocer y admirar los tesoros que acogen e identifican a esta parte de la ciudad, la que nos encontramos a medida que ascendemos hacia el entorno de su Plaza Mayor. Pero claro, una urbe no la compone un solo barrio. Los vecinos se distribuyen en Cuenca a lo largo y ancho de su núcleo urbano y todos, absolutamente todos, tienen derecho a que el entorno en el que viven sea el mejor posible. La perfección es complicada idílica, pero los gobernantes, en este caso el alcalde socialista Dolz y su Equipo de Gobierno, deberían de haber asimilado, desde el primer día en el que tomaron posesión, atravesaron las puertas del Ayuntamiento y cobraron la primera nómina del erario público, que mantener toda la ciudad limpia, los parques y jardines en buenas condiciones, las calles y aceras sin baches o hacer cumplir ordenanzas como la que regula el ruido, es básico y esencial para el bienestar y la convivencia de los conquenses.
Las batallas que libran las asociaciones de vecinos frente al Ayuntamiento de la capital, enfocadas a mejorar las condiciones de habitabilidad de sus barrios, no suelen llegar a buen puerto. Bien porque los problemas individuales superan a los colectivos, desplazando estos últimos a un segundo término, o porque no se encauzan y sostienen convenientemente en el tiempo. Las reclamaciones del bien común se disipan, incluso desaparecen, aunque, normalmente en época electoral, el alcalde o concejal de turno muestre un fingido y renovado interés por solucionar problemas en tiempo récord. O mejor, prometiendo que si se le reelige hará lo que en los cuatro años anteriores no ha sido capaz.
Si en Cuenca tenemos en la actualidad un colectivo especialmente comprometido, que llama a las cosas por su nombre y al que los cantos de sirena le han pasado de largo, este es, sin duda, la Asociación de Vecinos de la Zona Centro. Comenzaban su andadura en febrero de 2020. Según señalaban sus integrantes, todo surgió, por la inquietud no sólo en edificios e inmuebles, sino en la falta de aplicación de las ordenanzas y la ausencia de planificación para esta área y para el resto de la ciudad.
En un comunicado/balance que realizaban a los dos años de su fundación, esta asociación reconocía que la consolidación entre los vecinos había sido su punto de partida, con la intención de conseguir un mejor lugar para vivir y recuperar para el entorno de Carretería la imagen que siempre se ha tenido del barrio.
Cualquiera que compare los objetivos perseguidos por el colectivo, desde va a hacer ahora tres años, y la situación actual de esta zona centro de la capital se dará cuenta de que el anhelado avance en revitalizar y hacer más habitable el barrio ha sido un auténtico fracaso. No por falta de lucha de estos vecinos guerreros, sino porque desde el Ayuntamiento, han ignorado cualquiera de sus peticiones o quejas hasta reducirlas, casi exclusivamente, a un derecho al pataleo del que el Consistorio pasa olímpicamente.
Los aspectos que más preocupan son la situación de ciertos edificios y espacios públicos, bien por su estado de abandono, bien por la ausencia de uso: el mercado en la Plaza de Los Carros, la Plaza de España, la fundación Sánchez Vera, Sindicatos, el parque San Julián, el edificio de Hacienda de Diputación y principalmente Carretería. Desde hace años se observa una tendencia provocada por la ausencia de planificación e inversión que deriva en el abandono de locales comerciales, pérdida de vecinos y envejecimiento de población, señalaba la Asociación hace unos meses. Relataban también medidas inconexas, una peatonalización burda de Carretería y calles próximas, celebraciones de eventos inapropiados para una zona verde como es el parque San Julián, ubicación de la parada de taxis, ordenación de los recorridos de autobús, traslado de edificios administrativos....
La convivencia y el respeto forman parte de estos problemas. Los vecinos a falta de la protocolaria reunión con las autoridades en la que exponerles sus necesidades y exigir las cuentas pertinentes, reflejan a través de las redes sociales, en concreto de Facebook, el devenir del barrio. Tal es la frustración que hasta el día de Los Santos Inocentes la broma fue que el Ayuntamiento de Cuenca les había proporcionado, por fin, la información solicitada en octubre. Fantaseaba la inocentada, incluso, con el desarrollo de las ayudas EDUSI. El 29 de diciembre, vuelta a la realidad.
En este último mes del reciente 2022, desde este digital, nos hacíamos eco de la hostil, pero justificada, acogida a las actividades que del Festival de Otoño, patrocinado por el Ayuntamiento, Diputación, Junta de Comunidades y Consorcio Ciudad de Cuenca tuvieron lugar en la zona centro. Podemos recordar, por ejemplo, como el 29 de octubre, el perfil de la asociación colgaba el vídeo de una mesa de sonido con dos altavoces de los que emanaba un ensordecedor ruido. Y con muchos decibelios, cuatro horas y ninguna seguridad… esto ha sido el centro de Cuenca gracias al subvencionado Festival de Otoño de la empresa Voicce, apuntaban en el texto que acompañaba a la imagen.
Críticos se mostraron con el despliegue de vallas, con la decisión de reducir las horas de encendido de las luces de Navidad, tras sufrir cinco semanas de un festival ruidoso y descontrolado, subvencionando al 100% una empresa privada con dinero público para que se subcontrate jornadas de iniciación al grafiti o convertir las calles en un circuito de karts, ¿ahora hay que ahorrar?
La batalla continuaba en Navidad. Varias atracciones se instalaban en el Parque de San Julián convirtiéndolo en un minirecinto ferial a ritmo atronador de rumba y reggaetón. Además, un hinchable y una denominada generosamente zona de restauración compuesta por un puesto de chuches, otro de patatas y una caseta que servía vino caliente, componían parte del conjunto de actividades con las que el Ayuntamiento de Cuenca conmemoraba el nacimiento de Jesús.
Terminaron las fiestas y la asociación, el 8 de enero, resaltaba que, tras 35 días, el Parque de San Julián recuperaba su aspecto habitual. De maltrato al entorno natural y a los vecinos, calificaban los integrantes del colectivo la pesadilla navideña que acababan de vivir. También hicieron públicas, a través de las redes, sus dudas sobre cuánto tiempo más iban a estar las casetas de madera instaladas en diciembre en Carretería abiertas, superada ya la festividad de los Reyes, ¿La permanencia ya fuera de Navidad afecta al negocio local?, apuntaban. Su espera para la aparición de plazas de aparcamiento para residentes, la caseta del parque de Santa Ana vandalizada con grafitis o un céntrico parque infantil en pésimas condiciones han sido algunas otras de las inquietudes que la asociación ha compartido desde su perfil de Facebook.
Por parte del Ayuntamiento, silencio total. Algún tímido roce en redes proveniente del entorno del alcalde y de la Junta de Comunidades, pero nada más. Entramos en 2023 y en campaña. El alcalde/candidato Dolz no puede permitirse el lujo de dejar marchar ni un solo voto en la capital. ¿Recibirá y atenderá por fin a las demandas de los vecinos de la zona centro? El tiempo apremia…
Texto: AGA
Imágenes: Parte de la zona centro de Cuenca, la calle Carretería, entrada al Parque de San Julián, edificio Iberia, grafiti en la calle Alonso Chirino y edificio de sindicatos.