En el Archivo Histórico Nacional, bajo el título «Expediente relativo a la toma de Cuenca, el ataque a la plaza de Teruel y otras acciones llevadas a cabo por las tropas carlistas de los años 1874 y 1875», y bajo la signatura: DIVERSOS-COLECCIONES.187,N.9
El general jefe de Estado Mayor interino del Ejército del Centro y de Cataluña, el carlista Cayetano Freixas, elevaba el informe al ministro de la Guerra de lo sucedido en la ciudad de Cuenca durante los tres días de julio de 1874 en que resultó atacada y tomada por el ejército mandado por don Alfonso de Borbón y de Este, acompañado de su esposa doña María de las Nieves de Braganza.
Resulta interesante leer la versión de los vencedores en aquella batalla y, a la postre, perdedores de la guerra. Hasta ahora, prácticamente siempre habíamos tenido ocasión de leer lo referido por los vencidos, por identificarnos mucho más con ellos por razones sentimentales, toda vez que sufrieron las consecuencias del ataque en el que tantas personas perdieron la vida y del saqueo correspondiente. Sin embargo, desde el punto de vista histórico, el contenido del documento nos ofrece nuevos datos y conocimientos tanto de la ciudad como del hecho de armas en sí.
Así refería el general carlista lo acaecido en Cuenca los días 15, 16 y 17 de julio de 1874:
La actividad que a las operaciones militares de este Ejército del Centro y Cataluña ha comunicado S.A.R. el serenísimo señor infante general en jefe del mismo, acaba de dar por resultado una importantísima victoria que me expresará a tener la satisfacción de participar a V.E., a fin de que se digne elevarla al superior conocimiento de S.M.
Consiste esta importante victoria en la toma de Cuenca, que resolvía atacar S.A.R. el serenísimo señor infante, confiando en la protección de Dios y en el heroico arrojo de sus voluntarios, a pesar de las inmensas dificultades que presentaba la empresa.
Hállase Cuenca situada entre el Júcar y el Güécar (sic), que sólo por tres puentes pueden cruzarse, y rodeada por un barranco que por ambos lados defienden montañas verticales de más de cien metros de elevación, y sólo puede atacarse por la parte baja donde la Naturaleza no la ha fortificado tanto.
Por la parte alta existe un castillo y el lienzo de una antigua muralla, lo que imposibilitaba el buen éxito del ataque, pues la ciudad, en vez de estar a merced de pocos voluntarios, sin fortificaciones y desprovista de artillería, como cuando por primera vez y de paso entró en ella sin resistencia el coronel Santés, contaba ahora con una numerosa guarnición que en junto ascenderá a más de dos mil doscientos hombres, cuatro piezas de batalla y ciento ochenta caballos.
Está, no obstante, el serenísimo señor infante general en jefe al frente sólo de cinco batallones, es decir, el de Zuavos, 1º de Cuenca, 1º de Guías, 4º de Valencia y 6º del mismo; tres escuadrones y cuatro piezas de montaña. Después de varios días de marchas forzadas se presentó a medio kilómetro de la ciudad en la madrugada del 13.
Distribuidas convenientemente las fuerzas, se emprendió enseguida el ataque, rompiéndose el fuego a las tres de la mañana. Poco se tardó en conocer la insuficiencia de nuestra artillería para abrir brechas en el reducido frente que presenta la parte alta de la población. Pero a pesar de esto y de la dificultad que después ofrecían multitud de calles estrechas y tortuosas colocadas en anfiteatro y defendidas por fuego directo y cruzado, nuestros voluntarios, con increíble arrojo, prosiguieron el ataque y, despreciando los certeros disparos que por cientos de aspilleras se les dirigían, se apoderaron a las once de la mañana del Arrabal llamado de la Carretería y de la plaza de toros, retirándose el enemigo a su formidable segunda línea.
Al conseguir esta ventaja, para aprovechar el efecto que debía haber causado en los sitiados, dispuso S.A. que se dirigiese una comunicación al gobernador militar de la plaza, señor brigadier Iglesias, intimándole a la rendición. Contestó éste que, como soldado, estaba decidido a resistir hasta quemar el último cartucho. Y como los sitiados tenían abundantes municiones que empleaban continuamente por las cuadruplicadas líneas de aspilleras que nos atendían, fue preciso, para economizar las nuestras, limitarnos a hacer los indispensables disparos para contestarles.
(Continuará en el próximo número)
Ilustración: La guerra en España: La toma de Cuenca (Imagen de la revista “The Illustrated London News”, Vol. 1, enero-diciembre de 1874, pág. 109)