Remedios Gordo Hernández
(Gestora Cultural de la Provincia del Rosario, Orden de Predicadores)
La Orden de Predicadores celebra este año el “dies natalis” de su fundador, Santo Domingo de Guzmán (Caleruega 1170 - Bolonia 6 de agosto de 1221). El día en el cual “nació” a la vida eterna. Los dominicos nos invitan a celebrar este octocentenario difundiendo el conocimiento de su santidad, pero también resaltando la trascendencia que Domingo de Guzmán ha tenido en la historia de la Iglesia como un hombre que comprendió la necesidad de un renovado anuncio del Evangelio.
Cuando Domingo fundó la Orden en el año 1216, se estaban produciendo profundos cambios en toda Europa, las ciudades estaban resurgiendo después de años de un mundo ruralizado y feudal. La ciudad y el comercio darán un nuevo dinamismo a la sociedad, el burgués y el artesano tendrán una nueva mentalidad distinta a la del campo, más reflexiva, asociativa, con una nueva visión del mundo, de la religiosidad y del poder totalmente distinta.
En este contexto urbano surgen las órdenes mendicantes, dominicos y franciscanos, y su nuevo espíritu revolucionario se extenderá pronto por todas las ciudades, pero también por nuevos grupos espirituales como congregaciones de ermitaños (carmelitas y agustinos) o las órdenes dedicadas a la redención de cautivos (trinitarios y mercedario).
El ámbito de los dominicos será propiamente la ciudad, lugar apropiado para la predicación. Una segunda bula del Papa en el 1217, reconocía la novedad de las ideas de Domingo y confirmaba su fundación como una Orden de Predicadores, oficio que delegaba el papado a la Orden bajo su responsabilidad. Se asumía como parte de su vida religiosa y de su carisma, un ministerio que era propio del obispo, predicar la palabra de Dios.
La Orden se organiza siguiendo la tracción monástica de Occidente (castidad, pobreza y obediencia), pero incorpora toda una serie de elementos nuevos que suponen una revolución en la organización en relación con las estructuras religiosas de la época. No hay un rechazo a la sociedad civil, no se practica un “fuga mundi”, buscan vivir en el centro de la sociedad urbana y sembrar en ella el fermento del evangelio. Como otras órdenes de la época, adoptan el principio de la exención, que los eximía de la obediencia a los obispos y los dejaba bajo la autoridad del Papado.
La compasión fue uno de los rasgos más destacados de la personalidad de Domingo de Guzmán, el núcleo de su perfil evangélico: caridad, humildad y pobreza.
Bajo el lema “En la mesa con santo Domingo”, los dominicos nos invitan a celebrar “una fiesta de acogida a todos, de alegría por el encuentro, de la pasión por el evangelio”. Son numerosos los actos que la Orden ha organizado a nivel mundial para celebrar esta efeméride y que “a la manera de santo Domingo” llegará allí donde la familiaridad de Dios sea esperada, sobre todo a los lugares más difíciles. Y es en este contexto donde la provincia de Cuenca cobra una especial relevancia. La historia de Cuenca está unida a la historia de la Orden de Predicadores.
Casi doscientos años después de la exclaustración de los frailes dominicos, la Orden vuelve, respondiendo a la llamada de los municipios de Carboneras de Guadazaón, Huete y Villasescusa de Haro. Donde el ímprobo trabajo de sus corporaciones municipales, unido al esfuerzo por recuperar el patrimonio conquense del que fuera presidente de la Diputación Provincial, Benjamín Prieto, han posibilitado que las ruinas de los que en su día fueron esplendorosos conventos dominicos, hoy vuelvan a erigirse con la magnificencia de entonces. No sólo por su composición arquitectónica, sino por la voluntad de quienes entienden que la rehabilitación, la conservación y la difusión del patrimonio son valores añadidos para sus pueblos.
Durante los meses de agosto y septiembre, la exposición itinerante “En la mesa con santo Domingo” que ha organizado la Provincia del Rosario de la Orden de Santo Domingo estará presente en Carboneras, Huete y Villaescusa de Haro. De esta manera los dominicos de hoy, siguiendo la estela de sus antepasados, se ponen al servicio de la sociedad conquense, para compartir la fe, la cultura y la historia. Con espíritu de reflexión y de atención a los signos de los tiempos y a la excelencia de la vida y del legado perdurable de santo Domingo.
La exposición se centra en tres áreas. La primera nos acera a la figura de Santo Domingo, a sus orígenes, a su vocación temprana, a sus modos de orar, a su devoción por María Madre, a las primeras constituciones, y a su vida dedicada a hablar de Dios o con Dios. La segunda parte está dedicada a la Comunión, a la fraternidad. Y la tercera, está dedicada al sueño de Santo Domingo, un sueño cumplido: su Orden. Compuesta por hombres y mujeres que han predicado el Evangelio a los largo de estos 800 años con la palabra y la escritura, por medio de su compromiso en favor de los más pobres y la promoción de los derechos humanos, a través de la música y de las artes, de la vida de las comunidades y la celebración de los sacramentos.
La exposición está configurada por una serie de paneles con texto evocador y algunas reproducciones, así como obras de arte que acompaña el discurso expositivo, entre ellas caben destacar: la pintura “Santo Domingo in Soriano· de Juan Bautista Maino, cedido por las dominicas del Monasterio de santo Domingo el Real de Toledo y el conjunto escultórico “El abrazo de San Francisco y santo Domingo” de Salvador Carmona procedente del Real Monasterio de Santo Tomás de Ávila. Completan la muestra diferentes obras del Museo Oriental del mismo convento y del museo Porticum Salutis (Convento santo Domingo de Ocaña).