La Opinión de Cuenca

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Teresa Marín, pasión por la Educación y el Conocimiento

Actualidad


“Lucho contra tres gigantes, querido Sancho; estos son: el miedo, que tiene fuerte raigambre y que se apodera de los seres y los sujeta para que no vayan más allá del muro de lo socialmente permitido o admitido; el otro es la injusticia, que subyace en el mundo disfrazada de justicia general, pero que es una justicia instaurada por unos pocos para defender mezquinos y egoístas intereses; y el otro es la ignorancia, que anda también vestida o disfrazada de conocimiento y que embauca a los seres para que crean saber cuando no saben en realidad y que crean estar en lo cierto cuando no lo están. Esta ignorancia, disfrazada de conocimiento, hace mucho daño e impide a los seres ir más allá en la línea de conocer realmente y conocerse”. 
                                                                                          – El Quijote- 

 Tiempo nuestro, fugaz y escurridizo, enigma; a veces vivido con valentía, virtud, entereza y esperanza; tiempo como presencia-ausencia-fidelidad-memoria-… Tiempo pleno de belleza y esplendor, tiempo de aparente decrepitud;  porque la persona grande también es grande en la melancólica despedida,… Algo queda, una sombra larga, una presencia indeterminada y sutil que se aferra al misterio y al espíritu del mundo… Lucha contra el destino, ansias de ser dueños del destino, fragilidad y fuerza ante el destino… Fugitiva condición. ¿Cómo se puede Vivir? ¿Cómo se puede enseñar a vivir?... La valentía, la virtud, la entereza, la esperanza, la compasión, la sabiduría,… ¿cómo enseñarlas? ¿Cómo doblegar el miedo? ¿Cómo dulcificar la razón y la justicia? ¿Cómo huir del dogma, defender la dignidad con la fuerza  del temblor? ¿Cómo alcanzar una muerte elegante? 

Querida Teresa, te conocí organizando los cursos del FIPS, ligera en los ademanes, rápida en el decir, amable y directa en tu sonrisa, desbordando energía como alguien que sabe de una misión llena de pasión y conocimiento. Y te creí, te admiré, supe de tu entrega a la utopía de la Educación. Y también me llegaba de ti una alegría inteligente, la expresión juguetona cargada de ánimo y cierta melancolía, quizás propia de las personas que saben del dolor y  que la palabra y el gesto son eternos sanadores o destructores, como el aleteo de la mariposa o la furia del volcán; que saben  del valor de la vida y del tiempo…  El tiempo que tenemos no es corto; pero perdiendo mucho de él hacemos que lo sea, y la vida es suficientemente larga para ejecutar en ella cosas grandes, si la empleamos bien… Toda la vida se ha de ir estudiando, y lo que más se debe ponderar es que toda ella se ha de gastar en aprender a morir… -Séneca-

Teresa, cuando te conocí, vi en ti a la niña. ¿Cómo seguir siendo niña a los ojos del mundo y de los hombres? ¿Cómo soñar y seguir nuestros sueños? Me dices, como Shakespeare, que nuestra vida está hecha con la trama de nuestros sueños… y caminaste tras ellos. Tu mirada de niña, atenta, luminosa, inquieta, incisiva, con curiosidad y con capacidad de percepción para ver. Buscaste la esencia de la vida anhelando más vida, interés desinteresado, curiosidad radical para ir de sí mismo a lo otro y al otro. ¿De qué sirve la vida sin el otro? La vida humana se hace imposible sin ideal. Teresa, buscadora de la esencia y de la mujer esencial. Sabemos que ha habido momentos de la historia en los que han prevalecido los ideales masculinos, algunos inventados por las mujeres; así las damas de Provenza decidieron que el hombre fuese pobre y cortés y crearon el ideal de caballero… Siguiendo a Ortega, vemos que el hombre sensible experimenta ante una mujer que se encuentra delante de alguien absolutamente superior a él, y que la excelencia de la mujer no radica solamente en el hacer sino en ser y estar.  La esencia de la mujer podría ser la presencia de la personalidad portadora de una luz poderosa; la  esencia femenina se encontraría  en la atmósfera de lo que es y hace. Y el mayor progreso de la mujer puede consistir en hacerse a sí misma, querer ser más perfecta y exigir la perfección al hombre, ayudándolo.  

Querida Teresa, ¿no te parece que estamos en la línea de los ideales de El Quijote?...  Tú me abriste la posibilidad de iniciar un camino sin retorno de crecimiento y de estudio donde el protagonismo de la mujer fuese a la par del hombre.  Hay mujeres geniales que logran brotar un nuevo ideal de hombre, y con ello un esencial papel en la cultura y la historia. Un progreso de perfección femenina es un progreso esencial de la vida integral y un cambio en la humanidad. Los grandes hombres han sido mejores cuando sesgó su existencia una mujer esencial. Un individuo, como un pueblo, queda definido por sus ideales más que por sus realidades; y los ideales femeninos pueden marcar el horizonte de los pueblos.  No hay duda de que la mujer puede y debe  conseguir pulir la realidad, tan embrutecida por el odio y el poder, y alcanzar una  disciplina interior e intelectual mayor alentada por la feminidad. Afirmaba Goethe: si quieres saber lo que es debido a cada caso, ve a la tierra de las mujeres. La feminidad se gana; la mujer, como el hombre, es hija de sus obras. Gracias, Teresa, por tu ser, por tu estar, por tu obra… 

 Tú, Teresa, has tenido y tienes con tu obra un papel fundamental en la educación, como  mujer y como Maestra, de la mujer y del hombre. Nos has dado vida, como Dulcinea da vida a don Quijote. Cervantes, Dulcinea y don Quijote añadieron un nudo más en nuestras vidas. Fue hermoso el proyecto de Figuras femeninas en El Quijote que con entusiasmo y buen hacer coordinaste. Supiste unir diferentes miradas de mujer demostrando un respeto y una confianza absolutos. Consultando bibliografía me sorprendió Ortega y Gasset  cuando afirma que  la verdadera misión histórica de la mujer no es ser esposa, madre, hermana, hija, eso es secundario… hay que ser mujer… Más allá,… Simone Weil habría añadido que la mujer es portadora de Vida e impregna de Vida todo lo que realiza,  también a la política; porque la política se puede identificar con el amor y cuidado del bien común y el arte de estar juntos, desde el compromiso, los sueños y los diversos proyectos compartidos. 

Como investigadora de la historia de la educación y del protagonismo en ella de las mujeres, Teresa Marín ha interpretando el pasado razonado con fragmentos de las fuentes, fragmentos de ficciones de verdad, dándonos un relato siempre abierto a la incertidumbre, atenta a la “disciplina de investigación”, y  sabiendo que la Historia es incompleta y subjetiva. Hoy releo uno de sus trabajos: La Renovación Pedagógica en España (1907-1936). Los pensionados en pedagogía por la Junta de Ampliación de Estudios, publicado por el CSIC; “preciosa” obra sobre los becados en esos momentos cruciales de la Historia de España y de Europa, en que la renovación pedagógica fue fundamental en la modernización de la educación y de la vida social y cultural de nuestro país, uniéndose a las corrientes vanguardistas europeas. En esa España recelosa hacia todo lo que era extranjero, en 1908 diría Ortega: “Somos culturalmente insolventes”. Teresa trata la problemática desde varios ángulos, al establecer numerosas relaciones, analizar los currículos en los que se basó la JAE para conceder las becas solicitadas, al informar sobre las áreas geográficas y los ámbitos sociales de los que procedían los beneficiados; y, sobre todo, al estudiar las instituciones, centros, organismos, cátedras, círculos visitados, y, posteriormente, proceder a dibujar el mapa de influencias de esos pensionados durante el  período de 1910 a 1936. Resalta Teresa que muchas de las personalidades destacadas en educación en la época posterior habían sido pensionadas en su día; también incide en que  la independencia de la Junta fue una lección de tolerancia y de respeto a la cultura, a la ciencia y a la sociedad.

Gracias.

Frente a la mirada atenta del campanario…, Teresa, permíteme que nos fundamos en un abrazo y tener el honor de susurrar contigo la Oración de la Maestra de Gabriela Mistral:

¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra.

Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes.

Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto…Que no me duela la incomprensión ni me entristezca el olvido de las que enseñé.

Dame el ser más madre que las madres, para poder amar y defender como ellas lo que no es carne de mis carnes. Alcance a hacer de una de mis niñas mi verso perfecto y a dejarte en ella clavada mi más penetrante melodía para cuando mis labios no canten más.

Pon en mi escuela democrática el resplandor que se cernía sobre tu corro de niños descalzos.

Hazme fuerte aun en mi desvalimiento de mujer, y de mujer pobre; hazme despreciadora de todo poder que no sea puro, de toda presión que no sea la de tu voluntad ardiente sobre mi vida. ¡Amigo, acompáñame!, ¡sostenme! Muchas veces no tendré sino a Ti a mi lado. Cuando mi doctrina sea más cabal y más quemante mi verdad, me quedaré sin los mundanos; pero Tú me oprimirás entonces contra tu corazón, el que supo harto de soledad y desamparo.

Dame sencillez y dame profundidad; líbrame de ser complicada o banal en mi lección cotidiana.

Dame el levantar los ojos de mi pecho con heridas al entrar cada mañana a mi escuela. Que no lleve a mi mesa de trabajo mis pequeños afanes materiales, mis menudos dolores.

Aligérame la mano en el castigo y suavízame más en la caricia. Haz que haga de espíritu mi escuela de ladrillos, que envuelva la llamarada de mi entusiasmo su atrio pobre y su sala desnuda.; que mi corazón le sea columna y mi buena voluntad oro, más  que las columnas y el oro de las escuelas ricas.

¡Y, por fin, recuérdame, que enseñar y amar intensamente sobre la Tierra es llegar al último día con el lanzazo de Longinos de costado a costado!. 

Texto: Amparo Ruiz Luján

Imagen: Portada de uno de los libros de la colección 'Letras de Mujer'
 

 
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