Hace unos días falleció el Papa emérito Benedicto XVI. Para mí no fue una noticia más de las que no te tocan porque el personaje te queda muy lejos.
Desde el anuncio de que su condición de salud era grave, pasando por los momentos de su muerte, de su capilla ardiente y de su entierro, he vivido un tiempo de profunda reflexión a partir de la experiencia de haberle conocido el año 1982 y de haber tenido múltiples oportunidades de tratarle y de compartir con él, sea como Cardenal sea como Papa.
A mis amigos y familiares he dicho muchas veces que nunca había visto tanto contraste entre lo que veo en los medios sobre una persona y lo que conozco de ella personalmente como en el caso de Joseph Ratzinger. La imagen del “Panzerkardinal” o del “Ratzinger Z” que algunos medios de comunicación consiguieron hacer pasar en buena parte de la opinión pública era el exacto contrario de la persona fina, afable, respetuosa y atenta que yo he conocido siempre.
No era un hombre mediático -y de hecho no se preocupaba por su imagen sino por lo que Dios pensara de él- pero era de una profunda relación humana. Era un tímido y los tímidos se crecen en las distancias cortas y se hacen muy cercanos.
Si tuviera que destacar solo una faceta diría que me ha impresionado su humildad. Recuerdo una Audiencia privada, en 2009, durante la que le comenté algunos aspectos de la cultura africana, pues él iba a viajar a Camerún y Angola, confinantes con la República del Congo y con Gabón, donde yo fui Nuncio. Hubo un dato que le llamó la atención y, con enorme sencillez, me dijo: “No sabe cómo le agradezco. Yo eso no lo sabía”. Sólo un grande, sólo un humilde reacciona así.
En su primera Encíclica, titulada “Deus Caritas est” (Dios es Amor), que tiene páginas bellísimas también sobre el amor conyugal, escribió: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE, 1), frase que suele repetir con frecuencia Papa Francisco.
Y es que esa idea de “encuentro con Dios” ha sido siempre esencial en su teología. Me ha llamado la atención que a un periodista que le preguntaba cómo se preparaba a la muerte, Benedicto XVI respondió que no se preparaba para un final sino para un encuentro, encuentro que -y cito su Encíclica “Spe salvi” (Salvados en la esperanza)- “es el momento del sumergirse en el océano del amor infinito” (SS, 12). ¡Qué bella manera nos enseña de considerar la muerte!
Pasará a la historia este Papa por su renuncia al Pontificado cuando iba a cumplir 86 años. Es solo un gesto extremo de servicio, en continuidad con toda su vida, al constatar que sus fuerzas físicas no le permitían el ejercicio normal del ministerio.
En estos días ha sido publicado el testamento espiritual del Papa emérito Benedicto XVI, un texto escrito a mano en alemán con su letra minuta el día 29 de agosto de 2006, cuando llevaba apenas un año como Pontífice. En él insiste: “Manténganse firmes en la fe, no se dejen confundir”. Se trata de una invitación importante, ya que muchas personas hoy ya no saben lo que es el cristianismo porque de él conocen solamente una “caricatura”.
Me da mucha pena ver que tantas personas que opinan alegremente sobre él no han leído nunca una sola línea de lo que ha escrito. Creo que lo mejor que puedo hacer es invitar a usar el celular y entrando en Google buscar vatican.va. Allí encuentran todo lo que han dicho o escrito los últimos Papas. Si buscan Benedicto XVI y luego Encíclicas podrán leer Deus Caritas est o Spe salvi.
Pero si quieren conocer un poco de los orígenes del cristianismo, busquen Audiencias y verán lo que desde 2006 iba exponiendo cada miércoles -un texto corto, de pocos minutos- sobre cada uno de los apóstoles y los primeros Padres de la Iglesia. Conocerán la historia de la Iglesia. Era un hombre que sabía explicar de manera fácil cosas complejas. Verán que les ha valido la pena.
Texto: Monseñor Andrés Carrascosa Coso (Arzobispo titular de Elo. Nuncio Apostólico en Ecuador)
Imagen: Monseñor Carrascosa junto al recientemente fallecido, Benedicto XVI