Han pasado más de 530 años de la boda que cambió el curso de nuestra historia, la de Isabel y Fernando, reyes de Castilla y Aragón.
Hoy quiero centrarme en Isabel.
Durante toda su vida, dirigió con sabiduría y justicia los designios de la recién nacida Nación Española, financió el descubrimiento de América y, llegado el momento, ordenó paralizar (como caso único en la historia) la conquista hasta asegurarse de que los nativos estaban siendo tratados como iguales. Amó profundamente a su marido y en el amor de Dios descubrió la importancia de la humildad y el valor de entregar la vida al servicio de los demás.
Difícilmente vamos a encontrar un mejor ejemplo de mujer “empoderada”, consciente de sus derechos y de sus capacidades y limitaciones. Podría encajar perfectamente con la definición de feminista. Sin embargo, basta mirar la tele para ver que lo que hoy se llama feminista se opone totalmente al ejemplo de Isabel.
Mujeres que han renunciado incluso odian las capacidades que la naturaleza les ha regalado (“os bañaréis en la sangre de nuestros abortos”) que creen que empoderarse se enfrentarse al hombre como su enemigo ancestral (“machete al machote”), que han olvidado que la vida está para entregarla y que no son conscientes de que su egoísmo y rabia los alejan de la felicidad. Mujeres - y hombres- que acusan a la Iglesia de quitarles derechos, cuando el ser humano al que mayor gloria veneración profesan los cristianos, la persona que más trascendencia ha tenido en la historia de la humanidad, es precisamente una mujer: María.
Yo sí que soy feminista. Como hija de Dios tengo dignidad infinita -todas las mujeres la tienen-. Cada día procuro dar lo mejor de mí en todo lo que hago. En la universidad, en casa, con mis amigos... Soy consciente de que cada instante es un regalo que he de aprovechar para crecer y ayudar a que los que están a mi alrededor también lo hagan.
Sé que hay injusticias en el mundo y me revelo contra ellas e intento cambiarlo, pero siendo consciente de que la sociedad está equivocada: lo que de verdad mueve al mundo no es el odio ni el egoísmo sino la entrega y el amor.
Y así, además de feminista, soy feliz
Texto: Laura Esteban Huerta
Imagen: Isabel La Católica (Wikipedia)