La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Viva la República Dominicana

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Les ruego me permitan una pequeña introducción que considero necesaria: hace unos 10 años que conocí a Benjamín Prieto. Me pareció una excelente persona y me dio la confianza de que se dejaría la vida si fuera necesario en los proyectos que emprendiese y de los que estaría orgulloso independientemente de que salieran bien, regular o mal, aunque mejor si el resultado fuese bueno. Posteriormente tuve la oportunidad de refrendar esta primera impresión.

No voy a extenderme mucho más, pero me ha dado la posibilidad de colaborar, con total libertad de criterio y contenido, con este medio que busca trabajar para que la provincia de Cuenca avance lo mejor posible en un futuro tal vez ahora más incierto. Y aquí estoy, como conquense de Barajas de Melo que vivió en Tarancón hasta los 17; unas raíces que me acompañaron en Madrid como estudiante y en mi vida profesional tanto en España como en otros países donde he trabajado.

No soy escritor ni periodista ni nada que se le parezca, pero si puedo ayudar a transmitir algunas experiencias de mi vida que considero interesantes y hacer pasar unos minutos agradables a los lectores durante el tiempo que dure mi colaboración, habrá merecido la pena. Gracias por la paciencia a los lectores y por la oportunidad a los editores.

Algunas experiencias, corolarios o conclusiones gustarán a unos, otras a otros, otras a nadie, pero mi intención habrá sido siempre no ofender a nadie de ningún origen, condición ni ideología de ningún tipo.

Y vamos con la primera experiencia a lo largo de mi vida. Hace unos días tuve la suerte de visitar por primera vez en mi vida la República Dominicana. Y digo que tuve suerte porque me llevé una gratísima sorpresa.

No tuve oportunidad de conocer el interior del país, pues fui solo 6 días y en un viaje de vacaciones familiares. Pero no estuve en las zonas más turísticas como son Punta Cana, Cap Cana y la Romana, donde se concentra una grandísima parte del turismo internacional. Como referencia comparativa R. Dominicana es un país de unos 45.000km2 y 11 millones de habitantes, o sea unas 2 veces y media la extensión y 55 veces la población de Cuenca.

Estuve en un pueblo de unos 20.000 habitantes en la costa atlántica de la provincia de Samaná que se llama Las Terrenas y está en una fase de desarrollo turístico similar al de la costa levantina en los 60 o 70 del siglo pasado. Personas con unas ganas enormes de hacerte la estancia agradable y dónde puedes encontrar playas realmente paradisíacas y difíciles de encontrar en el mundo. Para el desarrollo de la zona ha venido muy bien la ayuda de aplicaciones como Airbnb que han sustituido de momento la necesidad de grandes inversiones hoteleras para que el turismo ayude a desarrollar económicamente la zona.

Guardando las distancias, es una situación paralela a la existencia de las “casas rurales” en nuestra Comunidad y, en particular, en Cuenca. Sin estas sería impensable tener el nivel de visitas y pernoctaciones que tiene nuestra provincia. Buen momento para agradecer a todos los pioneros e inversores que mantienen y desarrollan esta red turística y pedir a las Administraciones Públicas que no dejen de apoyar estas iniciativas. Playas no tenemos en Cuenca, pero lo tenemos todo; naturaleza, patrimonio cultural y unas ganas inmensas de ofrecer una experiencia excepcional a todo aquel que nos visite. Y lo digo por experiencia como visitante.

A estas alturas seguro que los lectores se estarán preguntando por qué titulo este artículo “Viva la República Dominicana”.

A lo largo de mi vida he viajado mucho y he vivido casi 10 años fuera de España. Aseguro que, desde esta perspectiva, siempre se echa de menos a ESPAÑA. He conocido españoles de todos los orígenes geográficos viviendo en otros países y, salvo excepciones que confirman la regla, en general comentan su añoranza sobre dos cosas: España, su ciudad de residencia o arraigo y nuestra forma de vida. Cierto es que cada vez la situación sociopolítica que en las últimas décadas existe en nuestro país no ayuda mucho, aunque creo que mi afirmación anterior se puede mantener por ahora.

Al aterrizar en el aeropuerto internacional de Las Américas, en Santo Domingo, con el avión prácticamente lleno mayoritariamente de dominicanos que, seguramente, volvían a su país por Navidad después de tiempo sin visitarlo, al tocar tierra se produjo un aplauso enorme y un clamor generalizado lanzando al aire unos “VIVA LA REPUBLICA DOMINICANA” que realmente me pusieron los pelos de punta.

No pude dejar de pensar en la posibilidad de que esto pasara alguna vez al tomar tierra en algún aeropuerto de España. Parece difícil porque ya solo el sintagma VIVA ESPAÑA se entiende regular y parece que califica como “facha”-palabra desafortunada, pero demasiado usada- al eventual emisor de la exclamación de soporte y respeto por nuestra Nación. No digamos si es en voz alta. 

Creo que se puede afirmar que las últimas veces que lo habremos oído habrá sido en alguna noticia de televisión o radio que cubra algún acto militar y muy poco más. Quede mi reflexión sobre la posibilidad de que algún día podamos decirlo y oírlo al tomar tierra en algún avión. Ganas de decirlo seguro que a muchos, que tendremos de “facha” lo que el Papa de budista, no nos faltan.  

Pues eso, ¡que envidia me dieron mis compañeros de viaje!

 

Texto: Javier Cuesta Nuin

Sección: A lo largo de la vida


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