Creía la alianza de gobiernos socialistas que su decisión de dejar a la provincia conquense sin ferrocarril iba a aceptarse sin rechistar. El plan ideado desde el Gobierno de España hasta el Ayuntamiento de Cuenca, pasando por la Junta y la Diputación solo requería sostener una mentira, con la inestimable ayuda de la borrasca Filomena para, a continuación, vender a la ciudadanía un supuesto plan de movilidad carente de la más elemental racionalidad. Se pensaban Sánchez, Page, Chana y Dolz, que los municipios y la sociedad conquense en general iban a amilanarse y a aplaudir que en una provincia en la que no sobra ningún recurso público desmantelaran el centenario tren, con palabrerías y engaños centrados en lo bien que ahora se van a desplazar los habitantes del territorio en autobús. Hay que tener en cuenta que paradas y líneas de este otro transporte tampoco pasan por sus mejores momentos, es decir, que también se están suprimiendo.
Las plataformas, asociaciones y ayuntamientos no dan el cierre del tren por válido y van a seguir en su empeño por demostrar la barbarie que supone clausurar un transporte vertebrador, sostenible y con un potencial sin explotar. Nunca se alcanzará a entender, por ejemplo, por qué, a pesar de contar con dinero proveniente de fondos europeos, el Gobierno de España no se ha planteado ni por un momento invertir en la línea. Y mucho peor. Por qué las instituciones conquenses y regionales han dado por válida esta discriminación y no han tenido la decencia de reclamar ese dinero para la provincia. Tampoco tiene fácil argumentación que la comunicación entre la capital de España y la tercera ciudad más poblada de nuestro país tenga que suprimirse, porque sí, en vez de potenciarla en lo que respecta a transporte de viajeros, mercancías o turísticamente. El panorama no se presenta nada alentador. Cuenca es la quinta provincia de España en extensión mientras que ocupa la posición 44 en lo que se refiere a población. Ahora, con el cierre del tren, esperemos que sólo momentáneo, va a contar con el dudoso honor de convertirse en la única provincia de España que se va a quedar sin este medio de transporte. Un total de 20 estaciones se cerrarán y solo quedará en pie la Fernando Zóbel, una infraestructura situada a 6 kilómetros de la capital, donde cuesta llegar y salir, y no digamos los billetes del AVE, sin olvidarnos, por supuesto, del delicioso aroma que nos regala el vertedero próximo. De fábula.
Así las cosas, hace unos días, una delegación conquense viajaba hasta Bruselas para, en el mismo Parlamento, asistir a la Comisión de Peticiones. En ella, se reclamaba que la línea de ferrocarril siguiera abierta, implorando a Europa que hiciera entrar en razón al Gobierno de España. La defensa del ferrocarril fue unánime por todos los grupos políticos a excepción, como no, del socialista. La eurodiputada Cristina Maestre, ciudadrealeña, no tuvo ningún reparo en justificar el cierre del ferrocarril, al que calificó de obsoleto y antiguo. Literal. Realizaba estas afirmaciones sin despeinarse, delante de alcaldes y concejales que habían viajado miles de kilómetros para defender sus pueblos y el derecho de sus vecinos a viajar. Es lo que tiene gobernar en todas las instituciones, el efecto opuesto a lo que predicaban los socialistas en campaña hace tres años. Conseguiremos más para Cuenca, decían, porque en todo estaremos de acuerdo, afirmaban. Pues sí, efectivamente, esa unanimidad sin fisuras se traduce en el desmantelamiento de la provincia. Y sin que rechiste absolutamente nadie. De los que gobiernan, claro. Es más importante guardar la plaza en el partido que clamar por Cuenca y los intereses de sus vecinos. La elección de los socialistas provinciales está más que clara.
Cuenca no se vende, se defiende, gritaban quienes acudían a la concentración del pasado 19 de julio en la estación de tren de la capital. Protestaban los asistentes contra el cierre del tren y reclamaban a los diferentes gobiernos que den marcha atrás en esta errónea decisión. Portaron pancartas a favor del ferrocarril, carteles cuestionando el arte del gobernar socialista, fotocopias de las famosas placas inaugurativas que salpican nuestra región recogiendo con nombres y apellidos quienes son los responsables del cierre y hasta carteles de la película dirigida por el realizados uruguayo Diego Arsuaga, El último tren, con el reparto algo cambiado, eso sí, ya que en esta ocasión aparecían los conquenses de boquilla Guijarro, Sahuquillo, Dolz y Chana, este último encabezando el cuarteto con una cochambrosa camiseta a rallas. Detrás, una antigua locomotora parada. Como el tren de Cuenca.
¿Y ahora qué?
Lo que está claro es que la sociedad conquense no se va a rendir. Vista la intransigencia por parte de las administraciones a haber dialogado y mejorado el servicio, su negativa a invertir en la línea y el oscurantismo y rapidez con la que se ha llevado a cabo este atropello, solo queda la vía judicial para intentar resarcir a la provincia de Cuenca. Quedan muchas preguntas por responder. Ningún posado de los integrantes de la alianza socialista ni anuncios de supuestos parques temáticos, a esto se va a reducir Cuenca como siga así, ha resuelto estas cuestiones. ¿Por qué el Gobierno de Sánchez invierte en trenes de otras provincias de la región? ¿Por qué argumenta que el tren no es rentable socialmente? ¿Por qué abogan los gobernantes locales por el medio ambiente y la economía circular mientras suprimen un transporte público sostenible? Claro que, para incoherencias en este sentido, realidades, como la de albergar sin ningún tipo de escrúpulo ni complejo el mayor macrovertedero de residuos industriales en Almonacid del Marquesado, el pueblo del que es alcalde el presidente de la Diputación, o el uso que de los medios de transporte oficiales hace su jefe Sánchez, capaz de culpar al cambio climático de los incendios de toda España cuando usa Falcon, Puma y numerosos coches, todo al mismo tiempo, para trasladarse a Extremadura. Debe ser que su queroseno/gasolina/gasoil no contamina. Solo el del españolito de a pie, que, a la vez, tiene serios problemas para llenar el depósito de su vehículo.
Volviendo al tren, Cuenca tiene que recuperarlo. Reforzado, con una línea digna del siglo XXI, con unos horarios apropiados para viajar entre los municipios y la capital y también para llegar y volver a Madrid y Valencia. Y con unos precios asequibles, los que tenía propios de un transporte público vertebrador y con una clara finalidad social. Debe reforzarse turísticamente, recordamos el famoso proyecto que obra en Renfe y en la Diputación, escondido por Chana en algún cajón, el mismo en el que guarda celosamente las cartas que dice que no recibe de alcaldes y plataformas con respecto al tren y la respuesta de Adif cuando le escribió en febrero del año pasado pidiendo que no cerrara la línea… Los viajes de los lunes a Ferraz del presidente de la Diputación, a la directiva de su partido, donde supone que defiende a la España rural le hicieron cambiar pronto de opinión. A Cuenca que la defiendan otros…
El ferrocarril no debe de caer en el olvido. Ni la provincia aceptar este atropello. Hay que seguir luchando. Y recordando a la pandilla de la alianza socialista que en tres años no han hecho más que agravar los problemas de Cuenca. Engañan a muy pocos a estas alturas. Esperemos que sus desastres puedan remediarse pronto.
Texto: AGA
Imagen: Parlamento Europeo