La Opinión de Cuenca

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Aprender de los errores


Recién acabada la Segunda Guerra Mundial, uno de sus grandes protagonistas, Winston Churchill, declaró: “Tiene que haber un acto de olvido de todos los horrores del pasado”. Al mismo tiempo, el filósofo estadounidense George Santayana señaló: “Los que olvidan el pasado están condenados a repetirlo”.

Frases que quedaron para la historia y que, en vista de lo ocurrido hace tres semanas, nos hace pensar en la capacidad del ser humano de no olvidar y, lo que es aún más grave, volver a caer en los mismos errores y afianzar todavía más las teorías de los antropólogos quienes señalan que “la violencia letal entre individuos, es una característica especial de los primates, y el Homo Sapiens la ha heredado a lo largo de su evolución”, aunque también advierten que “la herencia no es todo ya que la cultura y la organización social contribuyen de manera eficaz a lograr que el ser humano pueda vivir en paz”.

Buscar una o varias causas a las guerras, ha sido una constante para muchos historiadores y políticos con el fin de evitar posibles conflictos futuros o encontrar culpables. ¿Desaparecerá la guerra de nuestro mundo? Probablemente no, porque las guerras tienen un sentido que no es tan solo el de la violencia que implica una guerra, sino que el hecho violento incluye un discurso político a la que el conflicto sirve de excusa. La violencia es un mero instrumento parta conseguir unos objetivos políticos satisfacer las ansias de poder o alcanzar unos objetivos puramente económicos. Lamentable pero cierto.

El hombre volverá a repetir los mismos errores, a caer en las mismas trampas que él mismo se tiende. Tras el cese de hostilidades vendrá el silencio y más tarde el olvido. Las heridas irán cicatrizando poco a poco y los muertos se irán acumulando en el desván de nuestra memoria para ir desapareciendo poco a poco. Tras la Primera Guerra Mundial hubo cierto periodo de paz, al que jocosamente se vino a llamar ‘los felices años veinte’. Apenas dos décadas más tarde, la sombra de la guerra extendió de nuevo sus alas sobre la humanidad y superó con creces el número de muertos de la primera. Todo un ejemplo de barbarie y deshumanización. Una señal inequívoca de que la humanidad no sabe vivir en paz y que sus dirigentes aprovechan cualquier nimiedad para provocar un nuevo conflicto armado que, al margen de generar miles de muertos, millones de desplazados y la destrucción de los países, sin duda beneficiará a quienes iniciaron el desastre, aunque ellos nunca serán los que perezcan en combate ni sus hogares serán destruidos ni sus fortunas arrebatadas. 

 

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