La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Carta a Herminio Carrillo


El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Herminio, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada. (…)

 Buenos días, Herminio:

Me piden nuestros amigos comunes que te escriba esta carta para agradecerte el tiempo que has compartido con nosotros y para agradecerte especialmente las alegrías que nos has regalado con tu buen humor humano y tu bien hacer musical. Me he permitido traer a colación estos versos de nuestro paisano belmonteño Fray Luis en la convicción de que, de haberte conocido, te los hubiera dedicado a ti al igual que se los dedicó a su amigo Salinas. En cualquier caso, creo que con ellos te habrá recibido el “apolíneo sacro coro” a los sones de una música de “números concordes”, con quienes habrás creado “una dulcísima armonía”. Me piden también que traslades nuestros saludos a Aurelio, el amado director a quien tú cediste la autoridad moral del grupo Pulso y Púa, que le des un eterno abrazo a Herminiete y que presentes nuestros respetos a Luis; tú sabrás mejor que nadie a quién le das recuerdos de nuestra parte.

Por aquí, el día está muy triste. Mañana iremos a Villares para acompañar a Consuelo y a tus hermanos y, entre todos, estamos reconstruyendo la infinidad de momentos que se han quedado grabados en nuestras memorias gracias a la generosidad vital que nos has enseñado con tu trato; cada uno aporta un detalle, pero todos coincidimos en que ha sido un regalo precioso compartir tu amistad. Me dicen los más comprometidos con el grupo que los villancicos de este año ya no serán los mismos que otras veces pues son muchos los ensayos a los que no puedes asistir y sigue haciendo falta tu pedagogía; me dicen otros que los instrumentos musicales que construyes hace ya algún tiempo que no suenan y que alguno incluso está sin terminar- dedícale algo de tiempo a terminarlo y que te quede tan bien como aquel rabel frenético o la zanfoña, cuyos sonidos aún suenan en la cueva por la pasión con que los has tañido; a propósito, no se te olvide alegar como mérito en esa nueva morada a la que te has ido tu condición de luthier pues ese apolíneo sacro coro que ahora te acompaña podrá tocar con tu sabia ayuda esos nuevos instrumentos. Dicen igualmente que las dianas de muchos pueblos, los pasacalles o los días de la vaquilla en Cuenca ya no serán lo mismo si desde la distancia no les echas una mano; supongo que esto es una noticia falsa, pero también se comenta que a los sones del pasodoble que dedicaste a Arturo también se escucha bajo los arcos tu pregón de 2013;  ese rumor podía ser verdadero pues así me pareció cuando estuve este San Mateo buscándote por allí.

Todos coincidimos también en que son muchos los méritos que puedes añadir para que el jefe de las llaves te abra las puertas de esa nueva ciudad a la que llegas: que muchos jóvenes maestros de música han aprendido de tu sabia batuta para la mejor enseñanza en la escuela, que has repartido alegría allí por donde has ido y que, sobre todo, siempre has dado a los otros más de lo que has recibido; algunos añadimos que todos esos méritos los puedes completar con tu sincera devoción por el Nazareno de Villares y tu respeto por las creencias y tradiciones de nuestros antepasados. Él tendrá noticia de tus debilidades, seguro, pero alega que siempre has confiado en su infinita misericordia y que aquí has dejado muchos valedores que mantendrán viva tu memoria y elevarán oraciones en tu auxilio. 

En el ámbito más personal, he encontrado algunas coplas que me dedicaste allá por nuestros años jóvenes y me han gustado más que entonces; la conversación telefónica que mantuvimos hace unas semanas me dejó preocupado pero siempre tuve la esperanza de poder continuarla ya en persona; esta preocupación ha aumentado cuando no he recibido tu felicitación por San Martín, como siempre hacías, aunque pensaba que estarías ocupado en recuperar tu salud; te perdono ese pequeño olvido.

Por lo demás, ya has podido comprobar que el otoño sigue avanzando inexorable por aquí y que los colores y sonidos de la hoz se mezclan en esos tonos ocres que tantas veces has ponderado; la temporada de hongos no está siendo especialmente abundante, aunque esperamos que para Santa Cecilia todo cambie y podamos reservarte un plato de las viandas que con tal motivo compartimos en la huerta y que tan bien conoces.

Nuestra conversación, como el día, va adquiriendo tonos tristes y el silencio y la melancolía se va apoderando de nosotros; si estuvieras aquí, seguro que nos hubieras animado a todos para proclamar que la vida es bella, como tantas veces has cantado, o tal vez hubieras convenido con nosotros en que algunas veces no lo es tanto, sino más bien cruel, y que solo la fe y la esperanza en las que tú te has mantenido puede darle sentido. Pero me estoy alargando demasiado y es momento de despedirse; me dicen estos amigos que nos guardes sitio porque no sabemos el día ni la hora de nuestra partida, aunque estamos seguros de que en algún momento volveremos a encontrarnos todos. Entre tanto, con tal esperanza y desde esta parte en la ribera te decimos “que nos da harto consuelo tu memoria”, para evocar al Manrique que tú sabías de memoria. Un abrazo de todos y hasta que Dios quiera, Herminio.


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