La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Catedral de Cuenca


El lugar: la asociación cultural Ágora, el motivo: la conferencia “Pasado, presente y futuro de la Catedral de Cuenca”, el protagonista: Miguel Angel Albares, su capellán mayor.

No era la primera vez que conocía de la extraordinaria labor llevada a cabo por el director de la Catedral en estos años en que, con esfuerzo y tesón, se han llevado a cabo múltiples obras de reforma, adecuación y restauración.

Por mi participación en la asociación Cuenca Abstracta, tampoco me era desconocido el compromiso de la diócesis de Cuenca a través de la Catedral en el desarrollo cultural y turístico de la ciudad, con el máximo exponente de la exposición “La Poética de la libertad” en torno al artista chino Ai Weiwei y los informalistas. Todo un ejemplo de un templo con sus puertas abiertas a la sociedad, un lugar para la espiritualidad y para la contemplación del arte que es una forma de espiritualidad, un lugar que acoge a quien se acerca sin distinción de credo o condición.

Situar a la catedral en 120.000 visitantes anuales da buena cuenta de la envergadura de la dimensión turística, y por tanto de dinamización económica, de ese proyecto que actualiza y renueva la seo conquense en el tiempo actual, un nuevo impulso como aquellos pretéritos que dieron forma durante siglos a esta gran obra de la voluntad del hombre.
Y es de los ingresos derivados de la actividad turística de donde se han hecho las economías para abordar estas reformas, con apoyos puntuales del Consorcio y patrocinios privados.

La Iglesia Basílica Catedral de Cuenca, de Santa María y San Julián, aglutina en su entorno la ciudad medieval que ha sido merecedora de un lugar en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco.

Como la ciudad misma, hay algo único en nuestra catedral, una obra maestra, inicial del gótico en nuestro país y que es, en palabras de Fulcanelli, un inmenso libro del espíritu humano con hojas de piedra.

Una singularidad, y vuelvo a la “Poética de la libertad”, que convirtió por primera vez a una catedral en espacio para la expresión artística, arte contemporáneo envuelto en arte eterno. Continuación de otra singularidad, los vitrales contemporáneos, abstractos, que actualizaron en el siglo XX esa íntima relación de la catedral con el arte y con su ciudad, marcada por la creación del Museo de Arte Abstracto.

La Catedral asume su condición fundacional de la ciudad, y registra en sus piedras, como hojas de un libro, la historia de Cuenca.

Conocimos también los asistentes a la conferencia que el impulso modernizador de compromiso con la ciudad está plenamente vigente y que son muchos los proyectos que esperan su momento para situar a la Catedral de Cuenca en el lugar que merece en este nuevo siglo.

Pero no es lo anterior el motivo de este artículo.

Tampoco era nuevo para mí conocer, y han pasado ya unos cuantos años, de la grave afectación de elementos estructurales por humedades de las cubiertas. Mala combinación humedad y piedra caliza.

En esto no es única ni singular nuestra catedral. Padecimientos comunes a otras catedrales de nuestro país en las que ha sido necesario acometer ambiciosas intervenciones integrales.

Esa intervención que nuestra catedral lleva años necesitando y que no llega.

Hablamos de presupuestos que contabilizan millones de euros, pero no ha sido obstáculo para que administraciones y empresas hayan arrimado el hombro y atendido a las necesidades de otras catedrales, como Burgos o León, Toledo recientemente.

Todo ello en el marco del Plan nacional de catedrales.

De una u otra forma, desde su fundación, en sus siglos de historia, ciudad y catedral han estado íntimamente unidas.

No podía por tanto ser de otro modo en estos momentos, y es por la falta de impulso y dinamismo, que marca el declive de la ciudad, que se desoyen las necesidades de su catedral.

En el furgón de cola de España y de Castilla-La Mancha, Cuenca arrastra a su catedral en su decadencia. Son por tanto heroicos los esfuerzos y desvelos de su capellán mayor.

Pero tampoco es lo anterior el motivo de este artículo.

El motivo de estas líneas en esta ventana de opinión es levantar la voz porque la catedral en su silencio no puede. Y decir que no merecemos los conquenses esta ciudad única si no sabemos defenderla, cuidarla, preservarla; empezando por su mayor símbolo, el lugar en que todos nos podemos encontrar, sin distinción de credo o condición, porque sigue con las puertas abiertas, la Catedral de Santa María y San Julián.

Si callamos, no merecemos el orgullo por la imponente obra de la voluntad humana que sobrecoge aún antes de entrar, obra de la ambición de generaciones anteriores, esa voluntad y ambición que, me gustaría pensar, no ha desaparecido y simplemente está dormida.

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