Si insistes en que es preferible dejar a un lado el orgullo, ser humilde y modificar la Ley “solo sí es sí” porque no ha cumplido su propósito y favorece la “inesperada” rebaja de pena y liberación a centenares de agresores sexuales.
Si rechazas la reforma de la malversación porque no compartes que salga barato robar o montar tramas de corrupción para beneficio electoral o para satisfacer objetivos políticos. Y crees, como Ortega y Gasset, que el independentismo ni va a desaparecer ni se va a domesticar, y la única alternativa consiste en trabajar una convivencia en el marco de la ley y sin sometimiento.
Si defiendes a las víctimas del terrorismo etarra, no por oportunismo sino por compromiso con el principal escollo para la maduración de la democracia tras la dictadura. Y sientes empatía por los problemas psicológicos de las familias coaccionadas, reprimidas y extorsionadas. Y te molesta que los restos de Miguel Ángel Blanco hayan tenido que emigrar a Galicia para evitar el vandalismo mientras se hacen fiestas a los etarras liberados. Y, aunque respetes las opciones políticas legales, nunca pactarías con Bildu.
Si te preguntas por qué sanitarios y profesores están abocados a la temporalidad de sus contratos, con varias hojas de servicio en su vida laboral, mientras la reforma laboral obliga al sector privado a contratar todos los años a los mismos peones para recoger melones.
Si criticas la corrupción de todos los colores, y no eximes de agravante a los socialistas andaluces que montaron una trama inabarcable de malversación y clientelismo para favorecer el soborno electoral. Y te sigues preguntando por qué “apartaron” a la magistrada investigadora Mercedes Alaya del caso ERE.
Si te preocupa que no se cumplan las sentencias judiciales y crees que el Gobierno debería favorecer la implantación del 25% de clases en castellano en Cataluña. Y te molesta que la ministra de Educación, Pilar Alegría, frivolice con la discriminación escolar que sufren algunos niños por motivos lingüísticos. Y crees en la educación integral y en la cultura del esfuerzo.
Si entiendes que los Gobiernos tienen que racionalizar el gasto público y evitar el derroche, que tienen que contener la generación de deuda para hacer sostenibles los mejores servicios públicos. Y rechazas el aumento del gasto estructural y el incremento indiscriminado de trabajadores del sector público porque vislumbras la insostenibilidad de un Estado ineficiente y poco productivo.
Si crees que bajar impuestos favorece la dinamización de la economía, la generación de puestos de trabajo para mejorar la calidad de vida de los trabajadores y la creación de riqueza. Porque consideras que la riqueza se crea y se destruye, no como aquellos que confían en que la riqueza sea como la energía, que siempre está ahí, aunque se transforme. Y tienes claro que no ha existido, ni existirá, un régimen comunista justo, libre y de progreso.
Si te molesta que se usen diferentes varas de medir para valorar las incriminaciones a Inés Arrimadas embarazada, a Díaz Ayuso por ir a recoger un premio a su universidad, a Irene Montero en su propia casa o a Álvarez de Toledo en Barcelona. Y no admites atenuantes ni agravantes comparativos en agresiones físicas, intimidatorias o verbales en función de la víctima.
Si te enerva el autoritarismo sonriente de Pedro Sánchez, certificado cada día. Y no entiendes que siga Tezanos en el CIS a pesar de las críticas de todos los sociólogos, y lamentas la deriva de RTVE. Y sabes que solo por inclinación autoritaria abusan del decreto ley, de disposiciones adicionales enrevesadas para camuflar medidas polémicas, de mutilar el debate público y de evitar la comparecencia de los ministros para explicar la valla de Melilla, la relación con Marruecos o los ceses laborales en varios ministerios. Y rechazas a los gobiernos sobredimensionados que incrementan el gasto en propaganda y amenazan a los que se desvían de su verdad impuesta.
Si te aburre escuchar a García Page prometer cada semana grandes inversiones en Cuenca y que pasen los años solo quede una larga lista de promesas incumplidas que ya, de tan interiorizada, ni se tiene en cuenta. Y que sigan pasando los años y solo sobrevivan los grafitis de la capital, las aceras levantadas y los parques vandalizados.
Si rechazas el desmantelamiento del tren convencional que une Madrid y Valencia atravesando toda la provincia de Cuenca, de la Alcarria a la Serranía pasando por la capital. Porque te parece un recorte de un servicio público injusto, discriminatorio y que mutila una posibilidad de desarrollo. Y te enfurece que quieran medir su fracaso como fotografía interesada en una circunstancia de pandemia, con horarios enrevesados, empeoramiento del servicio y abandono de la inversión durante décadas.
Si rechazas la hipocresía de los que se ponen el pin de la Agenda 2030 y hablan de economía circular mientras abandonan la gestión de sus puntos limpios y aprueban que un macrovertedero incumpla su autorización ambiental, recicle menos de un 1% de los residuos que recibe, estropee carreteras, contamine el acuífero, trafique con tabaco decomisado y corte caminos públicos.
Si coincides con estos postulados, desde tus matices personales, quizá el partido socialista no represente en la actualidad tu perspectiva política y social. Y este año 2023 se presenta clave para poder labrar alternativas más fértiles para nuestra tierra. Habrá que llenar cada minuto de sesenta segundos de diligente labor.