La Opinión de Cuenca

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Una Inteligencia Artificial con corbata y bastón de mando (I)


Empezó como una broma. Se acercaban las elecciones municipales del 28 de mayo de 2023 y en aquel pequeño pueblo de la Alcarria de 92 habitantes no parecía que fuese a presentarse ninguna candidatura a la alcaldía. Los grandes partidos no habían conseguido doblegar la voluntad esquiva de ningún vecino y, por lo demás, a nadie le interesaba el reto. Bastante meritorio era, ya, sobrevivir a la severa sequía y al envejecimiento como para apropiarse de quebraderos de cabeza ajenos. Se palpaba también el golpe moral que había supuesto la aniquilación del tren, que no paraba en el pueblo, pero sí en uno vecino, como si el abandono total hubiese llegado.

Conocedores del asunto, dos jóvenes informáticos, nietos de una viuda de edad avanzada que habían pasado unos meses trabajando en remoto desde el pueblo durante la pandemia, decidieron atreverse a conformar una candidatura a la alcaldía. Ni estaban allí empadronados, ni regresaban salvo ocasiones esporádicas, ni tampoco tenían especial interés en el devenir político de un pueblo que sentían abocado a una larga e inevitable agonía. En realidad, su único interés era profesional: aprovechar la ocasión para delegar las competencias de alcaldía en un prototipo de inteligencia artificial en el que trabajaban como desarrolladores.

Desde el principio encomendaron el diseño de la campaña electoral a sistemas generalistas de IA. Con Midjourney generaron el cartel de campaña con el pueblo como protagonista y un enfoque futurista e idealizado. Con ChatGPT conformaron el programa electoral a partir de unas pocas consultas; para qué perder tiempo preguntando a los vecinos por sus intereses o necesidades si el sistema de aprendizaje ya se había alimentado de sus reclamaciones en redes sociales y de sus comentarios en prensa. Se debe recordar que, en aquella época, por respeto a la privacidad, los sistemas de IA todavía no hurgaban en la chicha más jugosa como las conversaciones de Whatsapp y los correos electrónicos.

No tuvieron rival el día de la votación, no tanto por sus méritos de campaña como por la circunstancia de que los grandes partidos habían desembarcado con un par de paracaidistas. A ellos dos, al menos, los conocían en el pueblo. Y su abuela tenía buena reputación. A la vuelta de la toma de posesión empezaba el verdadero reto: ser capaces de delegar en un sistema automatizado, de forma progresiva, la toma de decisiones.

Los primeros meses supusieron un reto para diseñar la integración de las plataformas que se utilizaban en el ayuntamiento, pero al cabo de un tiempo su prototipo profesional de IA ya era capaz de interactuar con Gestiona, la herramienta de gestión documental y administración electrónica habitual en muchos municipios, así como con la aplicación de contabilidad, la de personal y nóminas y la de gestión de tributos. Poco después consiguieron también integrar la operabilidad con plataformas de otras administraciones como la de Catastro, la de Contratación del Estado y las sedes electrónicas de la Diputación y de la JCCM.

A esas alturas el sistema no era autónomo pero sí automático, es decir, no podía tomar decisiones pero sí era capaz de simplificar cualquier gestión administrativa porque coordinaba de forma integral el procedimiento legal de cada expediente. Andrés, el secretario municipal, que solo acudía al pueblo una tarde en semana, asistía fascinado a la evolución del sistema integrado; su misión se había reducido a validar los trámites, con la tranquilidad de que la plataforma estaba entrenada al cobijo de la ley.

Hasta entonces, el alcalde y el teniente-alcalde habían invertido mucho tiempo en poner a punto las capas de interacción, de integración y de ajuste legal del modelo, pero ya podían empezar a hacer pruebas de decisión autónoma. Como un niño que aprende a andar, era necesario guiar al sistema a sabiendas de que el embudo de la ley y del presupuesto era estrecho.

Para simplificar, optaron por un modo de funcionamiento en el que la plataforma debía ofrecer tres alternativas siempre a modo de cuestionario y era decisión del operador humano elegir la preferida. Así, si había que proponer una obra en base a un presupuesto, el modelo analizaba las necesidades municipales y ofrecía tres obras diferentes para que el alcalde eligiese la que consideraba más oportuna. Y si había que solicitar una subvención, el sistema aprendía la convocatoria y los requisitos de modo que ofrecía tres posibilidades en función del baremo de puntuación teórico que se obtendría para que el alcalde seleccionase. Y de este modo, poco a poco el sistema fue aprendiendo a predecir incluso la voluntad del alcalde.

Continuará…

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