Todo lector recuerda el inicio de Muerte de una crónica anunciada: “el día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo”. Desde la primera frase sabemos qué será de Santiago y ahí que lo acompañamos durante toda la novela con empatía y cariño.
En el extenso cuento El perseguidor de Julio Cortázar, el músico protagonista, Johnny Carter, trasunto explícito de Charlie Parker, afirma “esto lo estoy tocando mañana”, y entendemos el futuro anticipado y el arte del visionario. Recuerdo también un día lejano de las fiestas del pueblo en que un amigo, en un brindis efusivo menos poético, se arreó un vaso de leche lleno de whisky; me acerqué y le susurré “te acabas de morir, pero todavía no lo sabes”. Y sí, poco después dormía como si hubiese abandonado este mundo, sin entrar en más detalles macabros.
El Gobierno de Pedro Sánchez nos lanza un mensaje similar con el anteproyecto de Ley de Movilidad Sostenible. A los conquenses, con el desmantelamiento del tren, nos dice que estamos muertos, aunque no lo sepamos. Un periódico norteño lo describió con atino: “Cuenca asume un recorte piloto”.
Algunos pueblos ya lo habíamos interiorizado desde que este mismo Gobierno, hace tres años, nos quitó toda comunicación en transporte público aduciendo que las concesiones estaban caducadas. Spoiler: nunca jamás se volverán a licitar esas concesiones. La excusa no cura la herida y el citado anteproyecto anticipa la ratificación del abandono.
En su más que contrastada hipocresía, con el beneplácito de Page y el aplauso de Guijarro y Chana, Sánchez aspira a adjetivar la nueva ley de transporte como “sostenible” a pesar de suprimir el medio de transporte más eficiente y ecológico. Y, lo que es más divertido, confirman que el nuevo modelo de transporte público será un 30% más sostenible porque, tachán, se recorrerá un 30% menos de kilómetros. No hacen falta alforjas para este viaje.
Podrá adivinar, querido lector, que serán las zonas rurales las damnificadas en este nuevo modelo de transporte porque, claro, los de pueblo no somos sostenibles. Por dar una pincelada, el Gobierno solo plantea paradas en 6 de los 238 pueblos de la provincia, todos en la A-3 o en la A-40. 232 pueblos estamos muertos, nos susurran.
El planteamiento que anticipa el anteproyecto de la próxima ley de movilidad resulta aterrador para el mundo rural, y sigo sin entender por qué no trascienden sus consecuencias con mayor relevancia. Por dar otra pincelada gris oscura, en las 122 páginas del anteproyecto hay 3 referencias al término “rural” y 63 al término “urbano”. En realidad, puedo sospechar que supone ya un quebradero de cabeza para el Gobierno regional puesto que la pelota cae a su tejado aunque, por colores, agachan la cabeza y asumen el marrón en cómplice silencio. Ojalá algún día Guijarro y compañía digan lo que piensan.
En este texto, por concluir, el Gobierno ha colado de forma explícita su propósito de cobrar por circular: “se presentará un mecanismo de financiación que permita garantizar, al menos parcialmente, los fondos necesarios para el mantenimiento de la red de carreteras. Este mecanismo de financiación procurará basarse en un sistema de pago por uso de, al menos, las carreteras de altas prestaciones”. El precio disparatado del combustible y el incremento derivado de ingresos en impuestos para las arcas públicas estatales han paralizado esta medida que podemos suponer que pronto será una realidad.
Algún día nos explicarán para qué sirve el ministerio ese del reto demográfico, la ley de despoblación, los delegados de reto demográfico en todos los escalafones de la administración y los congresos sectoriales para analizar la realidad rural. Hasta entonces, si vive en un pueblo, compre un coche propio y queme gasoil aunque le duela la conciencia porque el Gobierno no piensa ayudarle ni a ser sostenible, ni a ahorrar, ni a llegar a su destino.