Hace diez días se aprobó en el pleno de la Diputación de Cuenca la construcción de una planta experimental de biogás en el “futuro” parque tecnológico de Los Palancares en convenio con la Consejería de Educación, Cultura y Deporte y bajo la supervisión del Centro Nacional del Hidrógeno (CNH2). Suena chachi: parque científico-tecnológico, proyecto de investigación, hidrógeno verde, economía circular, energías renovables, sinergias administrativas, cosas chulísimas.
La verdad es que nadie podría resistirse a una inversión de más de tres millones y medio de euros para avanzar en la experimentación sobre la generación de hidrógeno verde junto a los investigadores del CNH2 a fin de poder reutilizar los residuos “ganaderos o agroindustriales y/o subproductos” que se producen en la provincia.
Sin embargo, cuando se analiza la memoria constructiva de la planta de biogás, elaborada por una empresa de larga trayectoria en este ámbito, surgen lícitas y lógicas dudas: ¿es necesaria una planta con capacidad de procesamiento de casi 400 toneladas de residuos diarios? ¿es necesario, con fin meramente experimental, que la planta se diseñe para recibir 192 toneladas diarias de purines? ¿esta propuesta tiene realmente un objetivo investigador o productivo? ¿se ha evaluado si generará perjuicios para las empresas que quieran instalarse en el parque tecnológico por tráfico de camiones de purines, malos olores o incompatibilidad urbanística de distancia de construcción? ¿podemos entender que una instalación con dos balsas de recepción, dos digestores con capacidad de casi 2.500 metros cúbicos y un almacén de digestato de 26 metros de diámetro y 8 metros de altura encaja con el diseño de un proyecto de investigación?
De antemano, debe considerarse que este proyecto abarca dos ámbitos de vital importancia: la gestión de residuos y la generación de electricidad. Y que resultaría cínico esquivar la mirada de los purines que se generan en las ganaderías de la provincia; de hecho, algunas de ellas cuentan con sus propias plantas de biogás para la generación de electricidad que revierten en su propio negocio. Es más, no sería negativo que también se vislumbrase un futuro productivo que permitiese rentabilizar la inversión, pero posiblemente fuese más conveniente su instalación en otra ubicación que no fuese un polígono industrial.
Sin embargo, resulta extraño que no se aclaren nuestras incógnitas y Chana insista en que se trata de un “proyecto de investigación y experimentación”. No cabe duda de que no ha leído ni la memoria conceptual de la infraestructura a construir ni el convenio que va a firmar, de ahí que sus respuestas a todo lo referente a este proyecto se limiten a evasivas.
Y disculpe, querido lector, nuestro manifiesto escepticismo, pero además de no dar respuesta a nuestras preguntas, conocemos la responsabilidad de Chana en lo referente a la gestión de residuos: defiende un macrovertedero en su pueblo que valoriza menos del 1% de las 250 mil toneladas de residuos anuales que recibe y retira cero (0) contenedores de residuos clasificados al año de su punto limpio municipal. Pocas lecciones puede dar de compromiso con la economía circular, parece.
En realidad, entendemos su encrucijada: lanzó un órdago a la construcción de un parque tecnológico en Cuenca y, ante la lentitud de la administración y la falta de empresas interesadas en instalarse allí, ha optado por recurrir a la única posibilidad a su alcance: una inversión pública. Y tampoco ha sido muy original porque ya hace dos años que la plataforma Pueblos Vivos advirtió que el parque tecnológico se orientaría al tratamiento de purines.
En la web del Ministerio para la Transición Ecológica también se describe el PERTE de energías renovables e hidrógeno verde que movilizará, previsiblemente, una inversión de 16.300 millones de euros en España. La inversión en Cuenca es de menos de 4 millones. Recuerda al anuncio de la ministra de Transportes de la puesta a disposición de más de 24 mil millones de euros para modernizar el ferrocarril, de los cuales serán cero (0) euros los que irán destinados a la única línea de ferrocarril convencional de la provincia. Ni la limosna.
En definitiva, bienvenidos sean los proyectos de investigación en hidrógeno renovable y bienvenidas sean las soluciones a la gestión de residuos de la provincia, pero que no oculten información ni vistan de seda a un parque tecnológico que, de momento, no existe y solo aspira a digerir purines.