La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Conéctales... a la vida


Los que somos de la conocida como generación EGB, crecimos con la entrada en todos los hogares de aquello que se ha llegado a llamar la caja tonta: la televisión. Eran muchas las voces que indicaban que demasiadas horas de televisión podían volvernos tontos, mal informarnos y demás cosas negativas que afortunadamente nunca se cumplieron. Y como cada generación cargan con lo suyo, estas nuevas Z, Alfa…cuentan con un elemento que mejora en prestaciones y como no en problemas a nuestra querida tele.

La aparición del teléfono móvil, y más tarde esa evolución llamada smartphone, supone una de los mayores adelantos con los que cuenta la humanidad en estos últimos años. Un elemento que nos acerca a los más lejanos, que nos permite hacer operaciones bancarias, hacer reservas de viajes o incluso ver series y películas, como en la tele pero en cualquier lugar y hora en la que nos encontremos. Pero como cualquier elemento con el que contamos en nuestra sociedad, tiene una cara B que trae de cabeza a padres, profesores y en general a cualquier persona que convive con menores. Antes de seguir, hay que decir que un uso racional de la tecnología nos puede aportar grandes beneficios tanto a nivel productivo como social e incluso de salud.

Pero hoy vamos a poner en evidencia los problemas del mal uso de las nuevas tecnologías y fundamentalmente los provocados por el teléfono móvil.

Según datos que se manejan en la red, el 27% de los adultos se considera adictos al móvil y a internet, el 48% se ve en la necesidad de contestar inmediatamente a mensajes o alertas de sus redes sociales. A su vez el 40% de los jóvenes reconoce tener dependencia emocional del móvil y el 20% muestra síntomas de adicción. 

A nivel global, las cifras arrojan un 6% de la población mundial que depende de forma enfermiza de la necesidad de mirar el móvil cada hora. Un total de 435 millones de personas en todo el mundo.

Estas situaciones pueden derivar en problemas emocionales como la ansiedad, la depresión y el aislamiento social, además de un gran número de problemas físicos. Los problemas más comunes que nos podemos encontrar son:

Problemas de salud mental. El uso excesivo del teléfono móvil puede contribuir al desarrollo de problemas de salud mental que ya hemos nombrado, como la ansiedad, la depresión y el estrés. Además, puede afectar negativamente a la autoestima y la confianza en uno mismo.

El teléfono móvil puede provocar un distanciamiento de las relaciones interpersonales. Las interacciones cara a cara pueden disminuir, lo que afecta negativamente la calidad de las relaciones con nuestro entorno más cercano. Curiosamente los que tenemos al lado se convierten en los más alejados a nosotros.

Este aislamiento social nos conduce a una mayor dependencia y con ello adicción, que es quizás el problema más peligroso. En una sociedad hiperconectada, surge una necesidad compulsiva de estar constantemente conectado de forma permanente. 

A nivel laboral y académico, el teléfono móvil puede afectar de forma importante a nuestro rendimiento. El uso constante del teléfono móvil puede distraer y reducir la concentración, lo que puede llevar a una disminución en la productividad y un rendimiento académico o laboral deficiente. Las interrupciones frecuentes por notificaciones y el tiempo dedicado a las redes sociales y aplicaciones de entretenimiento pueden afectar negativamente el desempeño en las tareas diarias. Como anécdota, durante las casi dos horas que he dedicado a escribir este artículo, el móvil me ha lanzado siete avisos. Tres de WhatsApp, dos de correos electrónico y dos de redes sociales. 

Entrando ya en los problemas físicos, comenzamos con el sueño. El uso del teléfono móvil u otro tipo de pantalla antes de acostarse puede interferir con la calidad del sueño. La exposición a la luz azul emitida por las pantallas de los dispositivos puede dificultar conciliar el sueño y afectar el ciclo de sueño-vigilia-que ya vimos hace unas semanas-, lo que lleva a problemas de insomnio y fatiga durante el día.

Otro factor son los accidentes y riesgos para la seguridad física: El uso del teléfono móvil mientras se realiza otras actividades, como caminar o conducir, puede aumentar el riesgo de accidentes e incluso provocar la muerte. La distracción causada por puede comprometer la atención y la capacidad de respuesta, lo que puede tener consecuencias graves.

Para terminar con los factores físicos, hablamos de los problemas posturales: El uso excesivo del teléfono móvil puede provocar problemas posturales, como el síndrome del cuello de texto, que se produce debido a la mala postura al inclinar la cabeza para mirar la pantalla y que provoca rigidez de cuello, dolor de hombros y cefaleas. Además, el uso constante del móvil puede contribuir al sedentarismo, lo que puede tener impactos negativos en la salud física general.

Con las nuevas tecnologías ocurre lo mismo que con cualquier elemento que nos rodea diariamente. Sus beneficios dependen de forma directa de un uso adecuado frente al abuso. Abuso que nos conduce a los riesgos nocivos para nuestros menores y adolescentes y que hemos visto en el artículo. Es importante que como padres y educadores seamos conscientes de estos riesgos y sepamos informarnos adecuadamente de ellos para poder manejarlos. Entidades de la sociedad civil ya trabajan en este aspecto, como el proyecto conéctale a la vida de la ONG farmaSOLIDARIA que pretende sensibilizar en el buen uso de la tecnología, facilitando las herramientas necesarias a las familias para garantizar un uso racional por parte de los menores que forman parte del núcleo familiar.

Porque no olvidemos que seguramente, los primeros que abusamos de las nuevas tecnologías somos nosotros, los mayores, que somos el espejo en el que nuestros hijos se miran. 

 

Quienes somos:

  • Dirección y coordinación Alicia García Alhambra
  • Redes Sociales y Contenido Audiovisual: José Manuel Salas
  • Colaboradores: Pepe Monreal, Jesús Neira, Enrique Escandón, Martín Muelas, Cayetano Solana, Manuel Amores, Antonio Gómez, Julián Recuenco, Ana Martínez, Carmen María Dimas, Amparo Ruiz Luján, Alejandro Pernías Ábalos, Javier López Salmerón, Cristina Guijarro, Ángel Huélamo, Javier Rupérez Rubio, María Jesús Cañamares, Juan Carlos Álvarez, Grisele Parera, José María Rodríguez, Miguel Antonio Olivares, Vicente Pérez Hontecillas, Javier Cuesta Nuin, Vicente Caja, Jesús Fuero, José María Rodríguez, Catalina Poveda, José Julián Villalbilla, Mario Cava.
  • Consejo editorial: Francisco Javier Pulido, Carlota Méndez, José Manuel Salas, Daniel Pérez Osma, Paloma García, Justo Carrasco, Francisco Javier Doménech, José Luis Muñoz, José Fernando Peñalver.

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