De la sensación he pasado a la certeza. En Cuenca vivimos en una realidad paralela, en una ensoñación colectiva, en un lugar extraterritorial, en una realidad distópica al otro lado del espejo.
La realidad distópica es la marginación secular, y la ensoñación colectiva es una “matrix” construida por el poder que nos gobierna desde Toledo, y según la cual todo está bien o en camino de estarlo.
Hay señales de que vivimos en una burbuja, otra cosa es que queramos verlo. Por ejemplo, y vuelvo de nuevo al tema del tren: Cuenca pertenece a Castilla-La Mancha en pie de igualdad (la ensoñación); el tren se defiende en toda la región menos en Cuenca, donde nos lo han cerrado (la realidad distópica); las declaraciones del presidente regional “Vamos a pelear a muerte para evitar el cierre de líneas de tren convencional en CLM“ (la señal de que las cosas, en Cuenca, no son lo que parecen).
El “trenicidio” de Cuenca, como alguien lo ha llamado, causa daños irreparables, lo que no significa necesariamente que sea irreversible, que no lo es.
El daño ha sido continuado en los años, lustros, décadas en que el tren de Cuenca ha sido víctima de un deliberado proceso de desinversión (abandono), hasta su desenlace en forma de una clausura realmente decidida hace tiempo.
El daño es irreparable en forma de oportunidades de desarrollo perdidas para varias generaciones de conquenses. Porque el ferrocarril es equivalente a desarrollo humano y económico desde sus inicios, y más aún en ese futuro sostenible del que tanto se habla, pero que no va con Cuenca.
En esa contabilidad del daño infligido, y que seguirá abierta por tantos años como el tren continúe cerrado, está a punto de producirse una anotación trascendental.
El corredor ferroviario llamado “mediterráneo” es una infraestructura largo tiempo demandada, con una implementación mas lenta de lo que sus promotores quisieran pero que, en cualquier caso, será una realidad más pronto que tarde. Estamos hablando de un eje transeuropeo de alta potencialidad económica.
El cierre del tren en Cuenca, y solo en Cuenca, nos extirpa (extraterritorialidad) de la conexión Madrid-Valencia, esto es, nos aísla del eje de desarrollo y prosperidad que está llamado a ser el corredor mediterráneo en su unión con el centro económico del país.
No tengo duda en cualquier caso de que el cierre del tren en Cuenca es una decisión plenamente reversible. Eso sí, solo mientras queden conquenses dispuestos a defenderlo, siquiera como “Neo” “Morfeo” y “Trinity”, protagonistas de la película “Matrix”.