La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Cuando las barbas de tu vecino veas cortar...


Cuando los nazis vinieron a llevarse los comunistas,
guardé silencio
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté
porque yo no era judío.
(Cuando persiguieron a un niño por hablar español en Cataluña,
no protesté
porque yo no era niño en Cataluña.
Cuando vinieron a cerrar el tren convencional,
no protesté
porque yo no era usuario del tren convencional).
Cuando vinieron a buscarme,
no había ya nadie que pudiera protestar.

Este malhadado año 2021 nos ha deparado en sus últimos coletazos dos noticias de distinto alcance y trascendencia, aunque nefastas ambas: la primera, el empeño del Gobierno Central y de sus extensiones local y provincial por cerrar el tren convencional y la segunda, la persecución a la que están siendo sometidos un niño y su familia por querer ejercer su derecho a recibir las clases en español, tal y como les reconoce la ley por sentencia firme. La primera de estas noticias ya ha sido suficientemente comentada y contestada en este y otros medios de comunicación, por lo que dedicaré estas líneas a referirme con algún detenimiento a la segunda; para ello, me he permitido la licencia de insertar en el texto del poema erróneamente atribuido a Bertolt Brecht las líneas que figuran entre paréntesis y en cursiva, a sabiendas de que no son comparables las circunstancias en las que Martin Niemöfer lo escribió en la década de los cuarenta del pasado siglo y estas otras de posmodernidad y relativismo en las que aparentemente hemos llegado al sumun del progreso cuando en realidad hemos vuelto con temas como este a las cavernas más oscuras. De la noticia conocida como “caso del niño de Canet de Mar”, cuyos detalles bien conocen, quiero destacar el acoso y persecución que está sufriendo tanto él como su familia no solo por los dirigentes de los partidos nacionalistas e independentistas sino por el silencio cómplice de la marca catalana que da soporte al Gobierno Central, por los sindicatos y, lo más sorprendente, por asociaciones de padres y madres, las conocidas como AMPAS. Algo huele a podrido en Dinamarca, que diría el clásico, cuando esto sucede en una parte del territorio español contra una familia que quiere tan solo defender sus derechos; si damos por cierto el relato de los hechos tal y como ha trascendido, obviaré detallar la crueldad que esto supone para esos más elementales derechos ya no civiles sino humanos, todo ello so pretexto de defender el supuesto peligro que corre la Lengua Catalana como lengua, al tener que soportar que el 25% del currículum escolar tenga la Lengua Castellana como lengua vehicular para este y aquellos alumnos que lo soliciten.

Como el asunto requiere de algunas aclaraciones técnicas y jurídicas, me tomaré la licencia de extenderme algo más de lo que es habitual en esta sección. El Programa de Inmersión Lingüística en Cataluña- que después se ha ido extendiendo a las otras CCAA con lengua cooficial- se inicia con el RD 2092/1978 y se desarrolla más por extenso en la Ley 7/1983 de Normalización Lingüística, cuya lectura recomiendo a los interesados que quieran construir con argumentos su propia opinión al respecto. Sucede que todos estos programas de inmersión lingüística han sido aprobados por una mayoría parlamentaria próxima a la unanimidad, aunque su aplicación y desarrollo normativo ha supuesto en la práctica un programa de submersión en detrimento de los niños que tienen el castellano como L1. Me explico, según los expertos y corrobora el Instituto Cervantes, se entiende por inmersión lingüística el programa de enseñanza de una segunda lengua (L2) en el que algunas de las materias del currículo escolar (o todas ellas) se estudia en una lengua que no es la lengua materna (L1) de los estudiantes. El objetivo último es que los alumnos sean competentes en ambas lenguas, que sean bilingües. Se habla de inmersión total cuando la L2 es la lengua vehicular dominante en el currículo, modelo catalán, y se habla de inmersión parcial cuando L1 y L2 funcionan de manera alternativa como medio de comunicación en el aula. En cualquier caso, todos los expertos no contaminados de prejuicios extralingüísticos coinciden en que estos programas solo tendrán éxito si la inmersión se hace con plena libertad y fomentando el respeto hacia ambas lenguas. Cuando se prescinde de la L1 del niño, es cuando se habla de submersión. Pues bien, aun conociendo estas cuestiones elementales, el acoso al niño de Canet se justifica con el pretexto de defender el catalán como lengua minoritaria en peligro, argumento aceptado por la claque de lo políticamente correcto, cuando en realidad se estaba llevando a la práctica todo un programa de inmersión política cuyos resultados se han puesto de manifiesto estos últimos años y los jueces han puesto negro sobre blanco con la sentencia del 25%. Sorprende, en consecuencia, que todavía haya ciudadanos que se digan de sí mismos demócratas y compren esta mentira oficial que no tiene empacho en engañar con descaro; más aún cuando sitúan por encima de los derechos humanos y jurídicos de un niño los presuntos derechos de una lengua usada en libertad. Algo huele a podrido en Dinamarca, repito, y ahora se podrá comprender por qué he mirado al clásico poema de Niëmofer, a la vez que traigo a colación el refrán español que de alguna manera tiene un referente conceptual similar, por las razones que ahora se verán.

Desconozco los programas de inmersión lingüística en el País Vasco y en Galicia, aunque no parece que por ahora presenten excesivos problemas entre los usuarios de las lenguas cooficiales en esas comunidades autónomas. Situación muy distinta se da con estos programas de inmersión en Baleares y la Comunidad Valenciana. Respecto a la primera de estas comunidades, ya es conocido que el 83% de los centros públicos tiene programas de inmersión lingüística solo en catalán, aunque su presidenta lo niega; vamos, una situación parecida a la de Cataluña hace unos años si no es que ya está a la par según las noticias que aparecen al respecto. El caso de la Comunidad Valenciana es muy particular y en este punto los mensajes oficiales quieren distanciarse del modelo catalán y balear, si bien en la práctica sus dirigentes tienen la misma hoja de ruta que aquellos.

El Programa de Educación Plurilingüe e Intercultural ( PEPLI) opta por un eufemismo respecto a los planes de inmersión lingüística aunque, según la asociación Hablamos español y otras asociaciones de profesores, persigue los mismos fines que los planes catalán y balear pero planteados a medio y largo plazo. De hecho, denuncian, un total de 181 centros de Educación Infantil no imparten ni una hora en español con la finalidad de que en las siguientes etapas educativas sea residual su elección si no es que quede proscrita de hecho. En privado y en ámbitos no legislativos no hay pudor para hablar del catalán como lengua vehicular si bien la oficialidad utiliza el nombre de valenciano para referirse a esta modalidad de catalán hablado en las tierras levantinas al sur del Ebro. Según esta misma asociación, todo obedece a un plan perfectamente planificado desde el poder para ir dando forma a ese ideal pancatalanista de los Països Catalans con la lengua como elemento vertebrador de tal Imperio. Algo así como reivindicaba Nebrija en el prólogo a su Gramática Castellana, de 1492: La lengua compañera del Imperio. Opción legítima, desde luego, pero que solo sirve para engañar a quien se quiera dejar engañar por una falsa defensa de una lengua que en otro tiempo no estuvo promocionada, aunque nunca estuviera prohibida; y es que no es cuestión de defender la lengua. Es decir, para hablar otra vez en roman paladino, los programas de inmersión lingüística en Cataluña y Baleares así como el PEPLI valenciano son en realidad arietes de un mismo programa de submersión lingüística contra el español que, a ritmos diferentes, tienen como objetivo justificar mediante la lengua esa entidad a la que legítimamente aspiran quienes creen en los Països Catalans. Quienes así no lo entiendan o no quieran entenderlo están también en su derecho pero cuando se den cuenta tal vez les pueda suceder como al protagonista del poema de Niemöfer, “ que ya no haya nadie que pueda protestar”. En consecuencia, no estará mal que “pongamos las nuestras (las barbas) a remojar”.


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