Así titulé el poema que abre el primer capítulo de mi último libro: “Legado de embrujo y leyenda”. Capítulo que versa sobre: “Conquista y privilegios de Cuenca”.
Cuenca es una ciudad de ensueño, un conjunto poético y armonioso integrado por sus ríos, Huécar y Júcar, por sus calles tortuosas y umbrías, por el apacible carácter de sus moradores.
Entremos en nuestra Cuenca querida, su historia y devenires que fueron surgiendo hasta llegar a la princesa mora Zaida y su dote que tiene que ver con esta ciudad, una ciudad que fue entregada en la dote al casarse con Alfonso VI de León, y por tanto fue la única vez que Cuenca, fue dada por amor. De este matrimonio nació Sancho Alfónsez.
Se especula de Cuenca, que su fundación y existencia es antiquísima, hay quien asegura, que era de gran importancia mucho antes de la época romana. Su nombre fue Lubetum es creencia muy extendida que perteneció al gobierno de Numancia, sus habitantes se alimentaban con sangre de caballo, para tener mayor fuerza y resistencia.
Después, su nombre fue Conca. En la época árabe tuvo gran importancia por lo conveniente de su situación para la guerra.
De sus antiguas fortalezas aún subsisten algunos vestigios como son lienzos de murallas que se extienden por la margen derecha del río Huécar.
Esta ciudad fue reconquistada a los moros, como sabemos por Alfonso VIII, el de las Navas, que le puso cerco el 6 de enero de 1177 y no se rindió hasta el 21 de septiembre del mismo año. De la toma de Cuenca por los castellanos, parte el origen del escudo, que es el cáliz de oro y encima una estrella de plata todo ello en fondo de gules (nombre que se da al color rojo en heráldica). El escudo está encabezado con una corona de marquesado.
En cuanto a la estrella es de cinco u ocho puntas, mucho se ha discutido sin llegar a un acuerdo, poniéndola cada cual como mejor le place. Para terminar este breve boceto de Cuenca, frasearé aquellas palabras de D. Sebastián Malo y Algar: “Por fin, tanto quiso D. Alfonso VIII distinguir a Cuenca que colocó por su mano los cimentos de la Catedral, y en ella estableció su corte por espacio de diez años, siendo conocida como la cabeza coronada de Castilla; y tanto influyó este aprecio en el ánimo de sus sucesores, que después fue honrada con mercedes y visitas de: D. Juan I; Fernando III, el Santo; D. Alfonso del Sabio, D. Sancho IV, el Bravo; D. Pedro, el Cruel; D. Enrique IV y de los Felipes y Fernandos. En Cuenca residió muchas temporadas Doña Leonor, viuda de Alfonso IV, de Aragón y en ella recibió a D. Fernando de Antequera la noticia de su exaltación al trono aragonés por elección del Congreso de Caspe”.
Volvamos a los primeros pasos, antes de Alfonso VIII. Esta plaza pasó al poder de los Almorávides, después de la triste derrota de Uclés. Para asentar más el título de este artículo, diré algo relacionado directamente con AL-Motamid de Sevilla padre de la princesa Zaida.
No se sabe cómo llegó al trono Motamid. En el reino de Granada, aparece como emir del mismo Badir con un hijo llamado Almotamid, a quien mandó su padre con una expedición contra el rey poeta sevillano de la época perteneciente al año 449 de la Hígira, es decir en el año 1057 de la Era Cristiana, y el cual hijo de Almotamid por torpeza suya no hizo lo debido, con lo que desbarató los planes de su padre, cuyo propósito era hacer abandonar a los sevillanos, los terrenos de que antes se apoderaron en el principado de Málaga.
Muy bien y sin escrúpulo alguno, puede tomarse a este Almotamid por Motamid el padre de Zaida, pues en la fecha y nombre coincide la juventud del susodicho príncipe.
Otros historiadores le han dado el nombre de Aben-Abed, (D. Sebastián Malo, éste nombre le da tratado en los acontecimientos del pueblo de Uclés. La Guía Arco y el Diccionario Hispano Americano en el artículo correspondiente a Mora de Toledo, también le dan éste nombre) no existe duda alguna de que es el mismo Motamid.
¿Cómo llegó Cuenca a ser dote por amor? Pues bien: el rey Alfonso VI, llamado el Bravo (1040, Toledo, 1 julio de 1109) se refugió primero en Toledo y luego en Sevilla, al hacerle la guerra su hermano Sancho II, el Fuerte; allí se enamoró de la princesa Zaida, hija del rey Almotamid, la cual tomó el nombre de María Isabel al bautizarse y aportó como dote las plazas de Cuenca, Huete y Uclés.
Al invadir los Almoráviles el reino de Castilla, Alfonso VI de León, manda con el ejército a su hijo Sancho Alfónsez, muriendo en la batalla de Uclés (29 de mayo de 1108) y), perdiendo las plazas de Ucles y Cuenca. Por último, con la derrota en la batalla de Sagrajas, en las proximidades de Badajoz, (23 de octubre de 1186) supuso el parón de las victorias castellanas.
En cuanto a su hija, murió antes de la batalla en que pereció el infante D. Sancho y de esta forma se evitó el disgusto y la pena de ver su dote en manos de los Almoráviles. Fue enterrada en el Monasterio Real de San Benito (Sahagun) O Panteón de Reyes de San Isidro de León.
Enriquecí esta historia con un poema que aporto al libro, anteriormente citado. “Legado de embrujo y leyenda”, y dice así:
Han sobrado las espadas
para rendir tus alturas,
como dote fuiste entregada
al rey Alfonso de Castilla.
Zaida fue la desposada
la buena mora bendita,
ciudad de prebendas, de toma y quita
en la batalla de Uclés y Sagrajas
el infante deja su vida.
Los cristianos abatidos,
Cuenca, nuevamente perdida.
José María Rodríguez González. Año 2021. (Profesor e investigador histórico).