Es sabido en los confines actuales del Reino que nuestro Primer Ministro, y a la sazón Presidente del Consejo, anunció que generaría una Ley sobre la representatividad paritaria entre hombres y mujeres en el consejo de Ministros. Del susodicho texto legal se dice que obligará a que toda empresa cotizada o entidad de interés público que supere 50 millones de euros de volumen de negocio anual, o que supere los 250 trabajadores, tenga que ajustar sus consejos de administración a los imperativos de esta Ley. A ello se le sumarán las juntas de gobierno de colegios profesionales, jurados de todo tipo y otros órganos colegiados como el propio Consejo de Ministros. Si lo que se pretendía con la aprobación inicial de este texto legal era “tapar” los múltiples boquetes abiertos en la opinión pública, y otros por abrir, en el casco del centenario partido progresista por los torpedos de fuego amigo de la Ley del “si es si”, tiene un problema de falta de material de obra, ya que solo para los boquetes que se están abriendo con el caso de las cenas y complementos, a buen seguro las existencias de tapones se agotarán. Pero, fuera de gracias que no las tiene, aún el destrozo puede ser mayor. Hace unas semanas el insigne Primer Ministro impulsó la aprobación de otro texto legal que supuestamente raya la inseguridad jurídica como el anterior, la Ley de “igualdad real y efectiva de las personas trans…”. En su artículo 3.k) esta Ley define a la persona trans como aquella cuya identidad sexual no se corresponde con el sexo asignado al nacer. El titulo II lo dedica la citada Ley a las medidas para la igualdad real y efectiva de las personas trans, incluyendo la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. Quizá la sugestión inconsciente del Primer Ministro y de su gabinete en la aprobación de esta nueva ley sobre la representación paritaria de hombres y mujeres, pero no de los “trans”, les han situado en un nuevo problema pues, según esa ley trans, han olvidado muy pronto que los consejos de administración, colegios profesionales, gobiernos y demás, para ser igualitarios y no inferir discriminación debieran contemplar hombre, mujer y trans para contemplar la cuota de que tanto gusta hablar el señor Presidente.
Sin embargo, la realidad es otra. La llamada “Ley trans” contempla un título que no se corresponde con el articulado del mismo pues en ningún lugar de sus artículos habla de un tercer sexo efectivo denominado Trans. Nuestra constitución no contempla a las personas trans como sexo aunque si la libertad de ser cada uno lo que quiera. Otra cosa es crearlo en los registros civiles y dar al tema carta de naturaleza pues estará en manos de sus encargados tomar como realidad tácita aplicar el texto del título II y darlo por entendido en el articulado, o acogerse a que en ningún lugar de la Ley se crea tal figura como realmente así es. Menuda papeleta. Han tratado de rozar la constitucionalidad haciendo creer a los interesados una cosa pero sin vulnerar el texto constitucional ya que nuestra Carta Magna define a los españoles como pueblo, trabajadores, ciudadanos, personas, todas las personas, nadie, personas físicas y finalmente en el artículo 32, HOMBRE Y MUJER , nada más. Y si no lo proponen cambiar en el texto constitucional es porque quieren quedar bien con todos, actitud incompatible en política.
Con esta inseguridad jurídica que algunos llaman “seguridad bolivariana” es harto difícil creer las manifestaciones del Gabinete frente a las de esa empresa que dice marcharse por la falta de seguridad jurídica en este país. Son inaceptables los ataques que está recibiendo por parte directa de los propios miembros del susodicho órgano colegiado “monclovita”, así como las amenazas para que devuelva las ayudas recibidas. Una empresa que en ningún momento ha dicho cesar en su negocio nacional y que mantiene la nómina de miles y miles de empleados, así como la carga impositiva que libra religiosamente a las arcas públicas, no tiene por qué devolver las ayudas que entendemos pudieron servir para mantener la ocupación laboral mayoritaria que continúa aquí en España. Y merece ser tratada dignamente. Unos ataques nada comparables con el tenue tono empleado para otros asuntos de la actualidad. Siempre nos consolará la esperanza de que esos tonos agrios para los supuestos problemas sistémicos, que no locales, se puedan estar manifestando en la histórica casa, a puerta cerrada. Lo que si me consta es que se están agotando las existencias de tapones.