Hasta aquí llega la andadura de esta columna de opinión.
Entramos de lleno en tiempos electorales, que suelen ser tiempos revueltos para la opinión sosegada.
Y rompiendo una costumbre inveterada, hoy, ni me voy a citar ni voy a hablar de Cuenca. Hoy toca hablar del Real Madrid.
La noticia es que, en un nuevo arranque de épica, el equipo blanco ha remontado un inicial 2:0 frente al poderoso Liverpool, para terminar en un 2:5 en el duro campo de Anfield.
Dice la crónica de la gesta que, solo tirando de épica, se explica tal resultado, y que en el caso madridista tal excepción se ha convertido ya en rutina.
Los españoles nos preguntamos con frecuencia, y lo hacemos desde la autoflagelación, sobre lo que es ser español.
Incapaces de un orgullo nacional, quizá porque la nación no termina de construirse, quizá porque somos el resultado de un gran imperio venido a menos.
En cualquier caso, está incluso mal visto glosar bondad alguna del carácter español. Quizá porque hemos comprado la leyenda negra que acompañó en su caída al grande y longevo imperio civilizatorio que fue el imperio español en Hispanoamérica.
Pero, además de ese pesimismo congénito, de esa falta de autoestima colectiva, hemos de reconocer alguna otra característica de lo español.
Y una que me resulta familiar es esa que aquí representa un equipo de futbol como el Real Madrid: la capacidad de sobreponerse a la adversidad y no dar nada por perdido.
También reconozco otro carácter muy español: el sentido de la gesta heroica. Ese mismo que llevó a nuestros antepasados a adentrarse en el océano desconocido y, llegados a territorio igual de ignoto, persistir en la gesta.
El mismo sentido de gesta imposible que llevó a los pescadores gallegos a explotar el fletán en aguas gélidas y lejanas de Terranova, donde ni los lugareños se habían planteado semejante propósito.
Hay una fuerza de lo español, que no se entiende sin Hispanoamérica, y que no ha encontrado aún el momento de expresarse.
Y en ausencia de otras oportunidades, lo hace en un campo de futbol. Efectivamente, también lo ha hecho más de una vez “la roja”.
Ha sido un placer y un honor, y solo me queda expresar mi sincero reconocimiento y agradecimiento a Alicia, por su gran trabajo al frente de “La Opinión de Cuenca”, y por la amabilidad al acordarse de mí para esta aventura.