La Opinión de Cuenca

Magazine semanal de análisis y opinión

Ecos de Semana Santa: Ícaro en su laberinto


No se me asusten ustedes, que ya sé que el Ciclo Litúrgico de la Pasión ha terminado y que los ecos de la Banda de Cornetas y Tambores ya no suenan por las curvas de la Audiencia; no procede, en consecuencia, sermonearles con asuntos espirituales o materiales referidos a dicho Ciclo pues ya lo retomarán de inmediato las diferentes Hermandades. No obstante todo ello, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones hilvanadas, como siempre, desde un ánimo de crítica constructiva y traer a su consideración algunos puntos de vista al respecto no demasiado habituales pero que, para mí, tienen su interés.

Que la Semana Santa 2023 ha resultado un éxito rotundo de participación, económico y organizativo es una realidad incuestionable que vienen repitiendo todos los medios oficiales y que comentamos con alegría los ciudadanos de a pie. Ahora bien, dicha constatación entusiástica pudiera llevar a pensar que se han acabado los males estructurales que afectan a la ciudad y que nos hemos lanzado hacia una nueva etapa de crecimiento en la que lo mejor estaría por llegar. Vamos, algo así como aquellas alas ideadas por Dédalo para escapar de la isla de Creta, sólo que aquí construidas no con cera y plumas sino con las cajas de los establecimientos hosteleros y de servicios en general; el final de Ícaro es bien conocido y por ello mismo esta llamada de atención mía para no dejarnos deslumbrar por un éxito que nos aproxima tanto al sol que acaso pueda derretir dichas alas y haga inevitable nuestra caída a las aguas marinas. Vaya desde luego mi felicitación a los responsables organizativos: Ayuntamiento, Cuerpos de Seguridad, especialmente a la Junta de Cofradías, y a todas y cada una de las Juntas de Diputación de las diferentes hermandades; su labor pedagógica y de concienciación es verdaderamente encomiable; por supuesto, mi felicitación a esos establecimientos que han cubierto caja para buena parte del año.

Dicho lo cual, vamos a repasar algunos peros, según mi punto de vista; en primer lugar, llama la atención cómo la inmensa mayoría de los profesionales de la hostelería de la ciudad son nativos, a diferencia de otras ciudades de nuestro entorno en las que dichos profesionales son de procedencia foránea que cubren dichos puestos de trabajo porque, sin duda, los nativos están en otras ocupaciones. Hecho éste que no sería bueno ni malo en sí mismo si no fuera porque al poner muchos huevos en la misma cesta estaríamos llevando a los más jóvenes de manera casi inexorable a la dignísima profesión de camareros pero con pocas alternativas para elegir, lo cual ya sería una cuestión para plantearse con alguna preocupación.

Un segundo aspecto que traigo a su consideración también tiene alguna relación con este que acabo de comentar. Entre el bullicio de alegría juvenil y de mediana edad que se ha apoderado de nuestras calles estos días ha abundado por suerte la vitalidad infantil de los hijos de aquellos que un día pudieron vivir aquí su infancia pero que tuvieron que trasterrarse en busca de las oportunidades profesionales que aquí no se les ofrecían. Estos datos de la vuelta puntual de los emigrados no soy yo quién para cuantificarlos pero, dada su presunta cuantía y calidad, creo que bien merecería la pena que algún departamento universitario del ámbito socioeconómico se ocupara de su estudio. Entre tanto, no estaría mal que los responsables políticos pensaran en idear programas e incentivos para su retorno. La ciudad sería otra, como lo ha sido estos días y como lo es cada vez que estas cohortes de familias jóvenes emigradas tienen ocasión de llenar nuestras calles y alegrar la existencia senil de sus padres y abuelos; pero que el árbol no nos impida ver el bosque: ese rejuvenecimiento puntual es flor de un día, pues solo hace falta darse una vuelta por Carretería al día siguiente de cualquier puente  o  al final de las vacaciones. Cuesta mucho trabajo resignarse a tal destino; al menos, a mí me cuesta y no puedo por menos que denunciarlo. El hecho resulta por lo demás tan evidente que hasta los propios responsables de la valoración  oficial explican la ausencia de incidentes por este tipo de “turismo familiar” que, en gran medida, es el de nuestros hijos y nietos.

En definitiva y acorde con este tiempo de resurrección, he querido traer a su consideración dos aspectos concretos de nuestra vida ciudadana que creo que merecen ser tenidos en cuenta por  la ciudadanía en general pero muy particularmente por quienes tienen la obligación en virtud de sus responsabilidades políticas de atender a los administrados y no tanto a seguir las consignas de sus superiores jerárquicos. La salida de este laberinto de desolación en el que los diferentes parámetros nos sitúan como ciudad exige nuevos artilugios sólidos y duraderos no ya para acercarnos al sol, como quiso Ícaro, sino para habitar en una ciudad con oportunidades para los más jóvenes. Como no hay una Semana Santa cada mes y como la que otrora prometedora industria cultural ha dejado de serlo urge no una sino varias acciones combinadas y diversificadas para que estos jóvenes que ahora han vuelto puntualmente a su Ítaca natal abran aquí nuevos hogares que reviertan el destino de este pequeño reino entre dos hoces. Desde luego, que eliminar infraestructuras por muy obsoletas que estén no parece el camino acertado para ese deseado futuro de esperanza. Más aún, sin infraestructuras parece evidente que no se generarán estructuras económicas sólidas y sin estructuras económicas sólidas no habrá desarrollo y sin desarrollo no habrá ciudadanos libres… a no ser que aboguemos por parques temáticos como puede llegar a ser la propia Semana Santa. Y todos convendremos que no es el caso para sumarnos al verdadero progreso de esas ciudades bulliciosas que encuentran en el futuro de su juventud la misma razón de su existencia. La subsistencia amable y hasta dorada de los que aquí quedamos no puede ser la pantalla de aparentes éxitos que nos están aproximando al precipicio. Entre tanto, feliz Pascua de Resurrección. 

 

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