Hace unos días, paró un coche en una pista forestal del cual salió un hombre de mediana edad. Nos saludamos educadamente e iniciamos la conversación. Me preguntó sobre el lugar en el que nos hallábamos y cuál sería la ruta más corta para regresar a la ciudad de Cuenca. Tras indicarle ese camino más corto y, en la creencia de que se trataba de un visitante, le indiqué otras rutas alternativas de interés turístico. El hombre, agradecido, se disponía a continuar el viaje, cuando yo, que soy de natural curioso, le pregunté por su lugar de origen, en la creencia de que procedía de tierras lejanas. Su respuesta me dejó perplejo, pues resulto ser un paisano de Cuenca. Me extrañó que un vecino desconociera aquella parte de la Serranía, tan próxima a la capital. A partir de este momento iniciamos una conversación. El hombre me dijo que nunca había andado por la Serranía. Tras un discreto interrogatorio, me contó que había andado por medio mundo, unas veces de turista y otras, según me dijo, mejorando las condiciones de vida de la gente y de la naturaleza. No dijo más y yo no insistí. Al verme guardando ovejas, quiso saber cómo iba el asunto de la ganadería, pues en el camino había visto unas vacas, caballos y más ovejas. Sí, la verdad es que estamos muy orgullosos de mantener una cabaña ganadera suficiente para el sostenimiento de estos montes, le comenté, pero la ganadería tiene los días contados, terminé diciendo. Pero cómo, si os dan dinero de Europa, si los agricultores y ganaderos sois ricos, dijo él. O, peor aún, somos unos parásitos, que es lo que cree buena parte de la población, comenté. Yo no diría tanto, apostilló él. No lo dice, pero lo piensa, comenté. Hay muchas personas como usted que se van por ahí, al mundo, creyéndose más listos que nadie, cuando desconocen lo que pasa en su tierra, dije. El lugar donde se nace es el punto de partida para la vida y, sin el conocimiento de nuestra cultura, de nuestro pasado, de lo que han trabajado las generaciones precedentes para conformar un cuerpo político y social, podrá ir a muchos lugares, pero lo hará como una cáscara vacía, continué.
A las gentes del campo, Europa, como usted dice, continúe, no nos ha dado nunca nada y nuestro gobierno tampoco, bueno sí, dolores de cabeza. Cuando entramos al Mercado Común, pues no olvide que esto inició como un mercado, empezaron a compensar las rentas del mundo agropecuario, por la intervención que estos países hacían de nuestros productos para controlar los precios y que llegaran baratos a los mercados. También se controló desde el principio la sanidad animal con exigentes campañas de saneamiento ganadero y con unos exhaustivos protocolos que exigieron el sacrificio de muchos animales. De esto que le cuento se benefició toda la sociedad, pero el sacrificio económico corrió a cargo de los ganaderos, pues las indemnizaciones de los animales sacrificados jamás llegaron al 50% del valor de mercado.
Durante un tiempo fue así. Hasta que llegó la Unión Política y empezaron a cambiar las cosas. Hoy, el campo está agobiado por la burocracia y las exigencias medioambientales, que dicen compensar, pero que no lo hacen, pues cada día reducen más el presupuesto y pretenden que, con menos dinero hagamos más cosas, o sea, a nuestro cargo.
Con la nueva reforma de la PAC, y con la mediocridad del Ministerio de Agricultura que, en lugar de apoyar al campo, va de comparsa con ministerios como el de Transición Ecológica, dejando que se impongan las tesis de algunos indocumentados, a la ganadería extensiva le han dado la puntilla, pues han devaluado, lo que llamamos el derecho de subvención, un 33,33%. La UGM (unidad de ganado mayor) que hasta ahora tenía una equivalencia de algo más de seis ovejas, ahora la han subido a diez. Hay que tener más de tres ovejas más que hasta ahora para percibir un pago menor. No habría problema si no comieran y no necesitaran guardería. Este año no se cubrirán muchos de los derechos y al año siguiente se perderán. No hay ganado suficiente para cubrir los derechos.
La tonelada de pienso ha pasado de 220€ la tonelada a 360€ y subiendo. Tampoco habría pastores suficientes para guardar tanto ganado. Así que pronostico la desaparición de la ganadería en la Serranía de Cuenca y que esto conllevará la desaparición de la población rural más útil del medio natural (aunque algunos se llenen la boca de palabras sobre la despoblación) y, pasado el tiempo, tal vez, incendios forestales de esos que llaman de sexta generación y que no hay quien los apague.
No sé si el hombre se enteró de algo, pero yo, después de soltar todo esto me sentí aliviado y con ganas de pelear por mi tierra. No duden que, lo malo no está en caerse a veces, sino en no ser capaces de levantarse y ya estamos de pie para empezar a pelear.
Desde aquí, les pido a los partidos de la oposición, como el PP, y a asociaciones profesionales del campo que continúen peleando para subsanar esta injusticia. Es urgente. Gracias de antemano.
Otro día les comentare sobre la zarandaja de la despoblación.